Diario de Valladolid

JOSÉ MANUEL CANTERA CUARTANGO

El poder de una abadesa

El autor considera que el empoderamiento de la mujer fue uno de los pilares del Monasterio de Santa María la Real de las Huelgas, construido por Alfonso VIII y su esposa Leonor de Plantagenet

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UNO DE LOS DEBATES que se está poniendo encima de la mesa, recurrentemente, es el empoderamiento de la mujer en las estructuras organizativas. Pues bien, hubo un tiempo en el que algunas mujeres ejercieron el poder… en el seno de la iglesia católica.

El próximo 1 de junio se cumple un aniversario más de la construcción e inauguración del Monasterio de Santa María la Real de las Huelgas ubicado en la Ciudad de Burgos. Una de las joyas de la Corona Española. Fue fundado en 1187 por el rey Alfonso VIII de Castilla y su esposa Leonor de Plantagenet. Su impulso y erección fue un empeño personal de la reina Leonor por conseguir esta fundación con el fin de que las mujeres pudieran alcanzar los mismos niveles de mando y responsabilidad que los hombres, al menos dentro de la vida monástica. Alfonso VIII quiso convertirlo en panteón real y así fue, ya que entre sus paredes se encuentran los cuerpos -o lo que queda de ellos- de sus fundadores.

Este lugar ha sido testigo de momentos estelares de la historia de Castilla como la proclamación de varios reyes de la talla de Fernando III el Santo, Eduardo I de Inglaterra, Alfonso XI de Castilla y de León, Pedro I de Castilla y Juan II. Visitar los intra muros de este Real Monasterio te tele-transporta a la Baja Edad Media, donde el poder, la cuna y el origen familiar era determinante para que otros eligieran por ti tu futuro vital, existencial y profesional. Esa fue la sensación que tuve cuando la visité, recientemente, con mi mujer. Menos mal que hoy uno puede elegir lo que quiere hacer con su vida, aunque algunos se empeñen en cercenar el derecho de las personas a pensar distinto o pongan los medios a su alcance para conseguir sus objetivos personales o políticos pisoteando a las personas. El fin no justifica los medios, por mucho que Maquiavelo lo dijera y muchos tengan como libro de cabecera El príncipe. La mentira, la traición, la deslealtad y la doble moral, permanentes en el tiempo y en el espacio, terminan en la autodestrucción.

El Monasterio es una de esas obras artísticas que no dejan indiferente a nadie: ni al ateo, ni al agnóstico, ni al vecino, ni al turista, ni al visitante ocasional o despistado. Se palpa la austeridad de sus murallas y paredes, la riqueza de los retablos y ornamentos religiosos y reales, la grandiosidad -para la época- de su torreón, cuyas campanas oímos todos los domingos que llaman a maitines y a la misa dominical.

Sin embargo, lo que siempre me ha dejado turulato del Monasterio de las Huelgas es la figura –de carne y hueso, más hueso que carne–de la sempiterna abadesa de las Huelgas, todavía hoy existente aunque con el mando capitidisminuido. Concentraba en su mano todos los poderes que cualquiera quisiera tener para sí y, además, sin ser controlada: creaba normas, las aplicaba y juzgaba conductas, si bien circunscritas a un territorio no pequeño. Un señorío feudal gobernado por una mujer. El gobierno de un territorio, sometido al poder de una mujer en la iglesia se basaba en el principio de concentración de poderes, que se contradice con lo que hoy se configura como uno de los pilares del Estado Moderno: el principio de separación de poderes, inspirado por Charles Louis de Secondat, Barón de Montesquieu, en su extraordinaria obra El Espíritu de las Leyes (1748). El poder legislativo, el poder ejecutivo y el poder judicial los poseía una mujer en el siglo XII. Ejerció conjuntamente los tres poderes sobre todas sus posesiones, que no eran pocas. La abadesa del Monasterio de las Huelgas tenía potestad para nombrar párrocos, conceder licencias para la administración de sacramentos, en definitiva, proyectaba y desarrollaba todo tipo de competencias eclesiásticas, salvo la potestad de ordenar clérigos. Increíble. Hay algunas interesantes tesis doctorales que explican el significado de esta insigne institución

Todas estas capacidades las ejerció la abadesa hasta 1873, siendo Papa Pío nono (IX), autor del Syllabus y titular del pontificado más largo de la historia de la iglesia católica. Pero la abadesa de las Huelgas no fue la única mujer con este poder. También existieron otras en el resto de Europa: en Italia, en Alemania o en Francia. Verlo para creerlo.

El Monasterio de las Huelgas tiene un estatuto jurídico especial, cuyo régimen, gobierno y administración se encuentra recogido en la Ley 23/1982, de 16 de junio, reguladora del Patrimonio Nacional. Esta norma es anticuada, está obsoleta y encorsetada. Adolece de varias deficiencias que podrían ser susceptibles de modificación, especialmente en lo que al impulso y explotación turística se refiere, lo que requeriría de un cambio legislativo. Tengo unas cuantas ideas al respecto.

Si quieren adentrarse en la historia de la abadesa de las Huelgas y conocer su devenir, no pierdan la oportunidad de visitar y conocer este diamante en bruto –escondido pero esplendoroso– del Monasterio de Santa María la Real de las Huelgas. Por cierto, la visita guiada al Monasterio suele ser gratuita el día de los Museos, que este año se celebra el 18 de mayo.

José Manuel Cantera Cuartango es funcionario de la Administración Local con habilitación de carácter nacional.

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