Diario de Valladolid

JOSÉ MANUEL CANTERA CUARTANGO

Municipalismo transformador

El autor ensalza la novela ‘Yo, Julia’, de Santiago Posteguillo, que le sirve para hablar de las próximas elecciones locales en las que los partidos políticos «hacen lo posible y lo imposible para conseguir un voto»

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‘Yo, Julia’, es el título del libro galardonado con el último Premio Planeta, escrito por el autor de novelas históricas Santiago Posteguillo. Han sido memorables sus obras anteriores, especialmente las trilogías de Escipión o de Trajano, que recomiendo vivamente. Sin embargo, creo que el autor es menos conocido -y más brillante- por otros títulos que versan sobre los enigmas y libros de relatos sobre las historias de la literatura universal que, a mi modo de ver, son mucho mejores. Por ello es profesor de lengua y literatura inglesa.

La trama de ‘Yo, Julia’ es apasionante. Cuenta cómo una mujer de un recóndito territorio dentro del extenso mapa romano del Siglo II a.e.c (antes de la era cristiana), consigue convertirse en emperatriz del Imperio a manos del genio militar Septimio Severo, marido de Julia Domma, que es la protagonista indiscutible de la novela. La narración es apasionante, trepidante. Aunque es Septimio Severo quien se enfrenta a todos sus enemigos -cinco, uno tras otro sucesivamente, juntos pero no mezclados-, a lo largo de la trama se produce una lucha soterrada, pero no por eso menos evidente, entre dos mujeres. Una es Julia Domma. La otra es Salínatrix, mujer de Albino, último obstáculo de Septimio Severo para convertirse en Imperator Augusto. Julia es una mujer siria, inteligente, sexual, pasional, mordaz en sus intervenciones, hecha a si misma por sus propios méritos. Salínatrix ha sido aupada al poder por favores del Senado, de naturaleza cobarde, ataca inmisericordemente a los pobres esclavos que la sirven. Julia termina por convertirse en emperatriz de Roma y consigue instaurar una nueva dinastía imperial. Salínatrix es asesinada por su deslealtad, prepotencia, esquizofrenia y mala cabeza. Alabados sean Cástor y Pólux.

Casi dos siglos antes, en el año 67 a.e.c., se convocaron comicios para el consulado de la Ciudad Roma, una de las más altas instituciones del cursus honorum romano. A ellas concurrió Marco Tulio Cicerón, el más grande orador que dio Roma. Cicerón pasó a la historia por el famoso inicio de Las Catilinarias, discurso pronunciado delante del Senado romano con el que desenmascaró la conspiración de su eterno enemigo, Catilina: Quosque tándem abutere Catilina patientia nostra? (¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia?).

¡Ay Cicerón! Me vienen a la memoria los largas noches -horas y horas invertidas- en las que teníamos que traducir textos latinos enteros de Salustio, Virgilio, Tito Livio y -cómo no- de Cicerón, tarea que nuestro insigne profesor de latín, sabio donde los hubiera, nos imponía todos los días de la semana, durante los cursos del bachillerato y del antiguo COU. ¡Qué triste que se pierdan los saberes humanísticos! ¿Se volverán a incorporar, algún día, el latín y el griego en los estudios medios? Cuánto ganaría el individuo y la sociedad entera.

Cicerón ganó las elecciones y se convirtió en cónsul de la Ciudad de Roma. Fue asesorado por su hermano, Quinto Tulio Cicerón. Este contrato de servicios, eminente texto, tuvo tanta repercusión en la época que decidieron publicarlo. Su título fue -y es- Breviario de campaña electoral. Es un auténtico Tratado de Ciencia Política, escrito hace dos mil años. Un verdadero manual de cómo ganar -o perder- unas elecciones municipales.

Se acercan dos fechas que están íntimamente relacionadas con los próximos plebiscitos municipales.

La primera es el 12 de abril, fecha en la que se cumplen ochenta y nueve años de las elecciones municipales de 1931, con las que se produjo un cambio de régimen de una monarquía constitucional limitada a la segunda República. ¿Serán estas elecciones tan neurálgicas y determinantes como las de 1931? El tiempo lo dirá.

La segunda fecha importante es el propio día de las elecciones locales que se celebrarán, el próximo domingo 26 de mayo de 2019.

Todos los partidos políticos están preparando su programa electoral. Fijan prioridades, Piensan estrategias. Determinan a qué parte del electorado van a dirigirse. Hacen lo posible y lo imposible para conseguir un voto. También para perderlo. Que no se olviden de los sabios consejos del hermano de Cicerón, Quinto Tulio Cicerón. Al fin y al cabo los comportamientos humanos -y sus pulsiones- no han cambiado tanto. Hemos mejorado las condiciones de vida, pero los comportamientos humanos son los mismos.

Decía nuestro insigne filósofo Ortega y Gasset que «En las revoluciones intenta la abstracción sublevarse contra lo concreto. Por eso es consustancial a las revoluciones el fracaso. Los problemas humanos no son, como los astronómicos o los químicos, abstractos. Son problemas de máxima concreción porque son históricos».

Ganarán las elecciones quienes sepan dar respuesta a los problemas cotidianos de los ciudadanos, de los colectivos más desfavorecidos, de los barrios más necesitados, de las trabajadoras y de los trabajadores, de las emprendedoras y de los emprendedores que día a día dedican toda su fuerza, vigor y afán a sacar adelante su familia, quien apoye a empresas generadoras de empleo, quien sepa aglutinar proyectos y políticas públicas que beneficien al conjunto de la ciudadanía, sin despreciar a nadie. Y un lugar eminente lo ocupa la cultura local, entendida ésta desde un punto de vista amplio, ocio y entretenimiento incluido -música, teatro, danza, muesos, librerías, bibliotecas, espectáculos-, y muy poco promovida e impulsada en la vida de las ciudades, cuando en realidad es la que conforma la naturaleza de un pueblo, de un ciudadano, de una ciudad, de un territorio, de una sociedad.

Alia iacta est, o no.

José Manuel Cantera Cuartango es funcionario de la Administración Local con habilitación de carácter nacional.

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