De tiranosaurios y cerdos
LA EVOLUCIÓN política de un tirano moderno sólo se explica, benévolamente, con la existencia de los tiranosaurios del periodo Cretácico mezclada con las teorías más feroces y caducas del marxismo-leninismo de la modernidad. Su prueba: el tiranosaurio venezolano. Tras él sólo quedan restos: asesinatos, hambre, pobreza, latrocinio, exilios masivos, represión, mentiras. Junto a él, los tiranosauritos del parque jurásico que Steven Spielberg, tras el cambio climático de Guaidó, utilizará en su próxima película: Rusia, China, Turquía, Irán, Siria, México, Cuba, Nicaragua, Bolivia, el gallinero de Podemos, Sánchez, y el leonés Zapatero.
El resto del mundo asiste atónito a esta eclosión monstruosa. Imposible hoy escribir aquí con ironía. Cero bromas con el sufrimiento de millones de seres, o con las viles equidistancias de Europa y del gobierno Sánchez que dan 8 días al tirano para que se invente unas elecciones. Avergüenza que este despropósito de la historia y de los tiempos –un paso adelante y diez atrás– se aplique como avance progresivo a la humanidad del siglo XXI.
En el caso de Venezuela no son pasitos, sino pasazos que retrotraen a las épocas más primarias de la humanidad. Al observar el careto de Maduro, de sus militronchos, de su gobierno, y de su justicia, uno palidece. Todos tienen los signos externos de haber enloquecido. ¿Estos psicópatas van a convocar elecciones libres como quieren Sánchez, Europa y Zapatero? Aterradora locura cerebral de buenismo trasnochado que da de comer en la mano a un perro rabioso que, en cada mordico, te arrancará un dedo.
Lo más sorprendente de esta aventura –como todas las que tienen el sello marxista-leninista– es que se hace en nombre del pueblo. ¿De qué pueblo hablará esta jauría? ¿Piensan matar de hambre a todo ese pueblo que dicen defender? Lo piensan, lo hacen, y así lo explica el profeta Errejón con su morrito de ternura: los venezolanos comen tres veces al día y consumen a tutiplén.
En Davos, Sánchez vio otra vez los toros desde la trinchera. Con un cacao mental considerable, piensa que los círculos son cuadrados. Está tan acostumbrado a decirlo, que ya come tres veces al día en falcon, siguiendo los consejos de Errejón. Todo lo hace, como dice mi psicólogo, para presumir ante los chicos del colegio. Su nivelazo en Davos ha dejado a todos estupefactos por sus recetas para amamantar tiranosaurios.
Filósofos y lingüistas ya tienen tarea: descifrar lo que en verdad dijo Sánchez a Guaidó aclarando la posición de España en Venezuela. Lo más parecido a la parte contratante de los hermanos Marx. No sabemos de qué habla, con qué equipo va, ni con quién habla. Más que Presidente, parece un juez de línea que no quiere meterse en líos para que decida el árbitro que, oh casualidad, pertenece al equipo de los tiranosaurios. Ignora que en situaciones terribles sólo hay dos palabras esenciales: pan y paz. En Venezuela, gracias al tiranosaurio y su monaguillo Zapatero, no tienen ninguna de las dos palabras.
¿Y el gallinero de Podemos? En su línea arbitral de marcaje prehistórico. Aplauden encantados los destrozos del tiranosaurio venezolano porque, eso mismo, es lo que les gustaría imponer en España cuanto antes. Ya no resisten ni un pase más porque son el var del Cretácico. Sobran explicaciones porque ya lo dice el refranero castellano: la cabra tira siempre al monte. Si de aquí a mayo estos tiranosauritos siguen poblando España, y no ha caído un meteorito, cómprense abrigos porque llegará una nueva glaciación.
Lo dramático es que España, como voz responsable de Venezuela ante Europa, está de parte de los tiranosaurios. Dice que hará lo que diga Europa, ésta que hará lo que diga España, y España, por boca de Sánchez, hará lo que diga el gallinero de Podemos. Como está en sus manos, lo suyo es dar oportunidades por igual a golpistas catalanes y al tiranosaurio de Venezuela en 8 días, 8 meses, 8 años, 8 siglos. Pero ojito. Llegados a este punto de no retorno, Sánchez y el gallinero de Podemos deben releer las tragedias griegas. Razón: en su tercer acto los que han permitido el mal en el mundo pagan siempre un precio altísimo.
El futuro de Maduro será de tragedia griega. Se lo ha ganado a pulso. Los que le acompañen en esta cruel aventura de hambre, exilio, asesinatos, y desvergüenza – Zapatero, el gallinero de Podemos, y su siervo el Presidente Sánchez–, las erinias también los cercarán para pedirles cuentas. Como decía Sófocles primero, y que luego recoge el refrán castellano, a todo cerdo le llega, inevitablemente, su San Martín.
Y es que, queridos amig@s, hay una evolución lógica entre el tiranosaurio venezolano y el cerdo porcino ibérico que, científicamente, ya señaló Darwin: aunque en ellos existan ciertas modificaciones y características de adaptación en el tiempo, no dejan de proceder del mismo ancestro común. O sea, la misma conclusión a la que llegó Sófocles en sus tragedias y el refranero castellano: los hechos tienen precio y las tiranías han de pagar sus asesinatos y desmanes.