Tres días sin móvil
TRES DÍAS sin móvil. Ése es el título y pretendía ser el asunto de este artículo. Como dintel de estas letras continúa, sí, pero el tema ha cambiado en unas horas. El tiempo, precisamente, en el que, tras varios intentos de resucitar mi terminal portátil de telefonía, decidí que era hora de cambiarlo. Bueno, él lo decidió, creo yo.
La peripecia de no contar con un móvil fiable resulta enriquecedora para desenmascarar la dependencia, la normal y la patológica, que nos une, o somete, a estos aparatos. La desconexión que su ausencia nos crea, como si, pese a no movernos de sitio, nos hubiéramos desplazado a otro planeta, inhóspito y desolador.
Incluso había tomado unas notas de ese tiempo en el que se intuyen que muchas cosas están sucediendo a tus espaldas, traicionado por un minúsculo objeto electrónico al que te une una invisible sonda que te permite seguir alimentado con todo tipo de comunicaciones e informaciones. Aparentemente, claro.
El caso es que tras volver a estar conectado (virtualmente) con la realidad, el aparato comenzó a vomitar de modo compulsivo todo tipo de mensajes que debían estar haciendo cola ansiosamente en la puerta eléctrica a la espera de que volviera a haber conexión, del mismo modo que se espera con impaciencia junto a los baños de un bar en fiestas. Cientos de whatsapps, sms, llamadas perdidas… Fotos, vídeos… Y uno de esos vídeos cambió la preferencia de estas líneas.
Una persona, con aspecto de pocos amigos, y cierto aire de soberbia, se ve perseguida por un grupo formado por varias decenas de individuos, algunos enmascarados. Éstos últimos defienden una causa justa. Sin duda.
Sus consignas, coreadas con enérgica convicción, suenan redondas, incontestables. De una legitimidad rotunda. Sus gestos no dicen lo mismo. Su actitud desvela que algunas causas encomiables suman voces de personas no menos violentas que aquellas a las que pretenden desacreditar. Krishnamurti lo tenía claro. La violencia habita en todo individuo y las ideologías lo potencian. Más allá de las palabras emerge la realidad.