Diario de Valladolid

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LA COINCIDENCIA anual de nuestra fiesta comunera con el aniversario cervantino pone de relieve la celebración vital que suponen ambas conmemoraciones. Y esto, no por proclama gratuita, sino a causa del tenor de sus desafíos. Porque muy frecuentemente las apariencias engañan y conviene abrir los ojos y asomar la cabeza por encima de las bardas para captar el sentido de las celebraciones. Una derrota inclemente y una muerte sombría se convierten así en lanzaderas plenas de vida, porque nos ponen en contacto con la aventura de la libertad colectiva.

Hace 400 años Cervantes llevó a su cumbre expresiva la lengua surgida en nuestro territorio que hoy hablamos cientos de millones de personas repartidas por el mundo, consagrando lo que Unamuno llamó «la auténtica Sagrada Escritura española». Y lo hizo sobreponiéndose a contratiempos y serios disgustos, al cabo de una vida marcada por la ingratitud. Sin alcanzar la recompensa merecida por su genialidad. Nuestro paisano Andrés Trapiello gusta repetir que si Cervantes fuera un escritor actual, jamás le darían su premio, en el que acabaría preterido por Lope de Vega.

Su gran hallazgo fue inaugurar un género en el que cabía todo: desde el pequeño ensayo, al discurso solemne, la confidencia o el prodigio de una novela dentro de la novela. Abriendo cauce al género en la cultura universal y convirtiendo al lector en protagonista de su aventura literaria. Su modernidad radica en la clarividencia de que la literatura no es sólo para enseñar, sino y sobre todo, para entretener. Porque, «no siempre se está en los templos, no siempre se ocupan los oratorios, no siempre se asiste a los negocios, por calificados que sean. Horas hay de recreación, donde el afligido espíritu descanse».

Sin ánimo de extremar el parangón, quiero recordar la sintonía entre el pensamiento comunero Juan Bravo, al proclamar que «Nadie es más que nadie», haciendo valer la máxima de igualdad arraigada a lo largo de siglos, y la advertencia de don Quijote: «No es un hombre más que otro, si no hace más que otro». Audacias que se trasladan a la encrucijada más elocuente de nuestro tiempo, que de nuevo requiere arrojo para afrontar los desafíos.

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