Día del turismo

AL CABO de 25 años, la distinción de interés turístico regional se ha convertido en una divisa devaluada, porque su repertorio envuelve en el mismo cesto convocatorias triperas sin sentido, como la denominada Gran paellada ollerense, que celebran en agosto los comarcanos de Olleros de Pisuerga al pie de su iglesia excavada en la roca, fiestas tradicionales como el Vítor de Mayorga o el Corpus de Laguna de Negrillos, y recreaciones históricas tan cuidadas y masivas como las fiestas romanas de Astorga o las Justas del Passo Honroso en Hospital de Órbigo.

Este fin de semana el turismo de Castilla y León celebra su fiesta anual, que cumple dieciocho ediciones, en Astorga, una ciudad todavía sacudida por el espanto del crimen cometido con una peregrina en sus inmediaciones y sólo resuelto después de medio año. Desde hace veinte años, una Orden más estricta regula la declaración de interés turístico de nuestras fiestas, que ahora exige entre otros requisitos una antigüedad mínima de 20 años. La precedente fue un coladero de caprichos sometido a las veleidades de los responsables políticos del turismo regional, en aquel momento en manos del industrial soriano Santos Sánchez Sanz. A pesar de los requisitos que la norma vigente exige, de originalidad, tradición popular, valor cultural o constituir una manifestación gastronómica típica, nadie ha tenido la curiosidad de expurgar el repertorio de celebraciones circulante. Y el momento para plantearlo es precisamente esta celebración, que concentra a los protagonistas del sector.

Estos días en Astorga el sector turístico reflexiona sobre nuestro modelo de desarrollo, incentivando los aspectos lúdicos fomentados por el turismo. Especialmente, su vínculo con los conjuntos históricos, cuyo estreno nacional en La Alberca cumplió este mes sus bodas de platino, o el estímulo a las celebraciones históricas, que en Valladolid cuenta con el aliento de la diputación y la asesoría solvente del profesor universitario Carlos Belloso. Para no repetir traspiés.