Diario de Valladolid

Creado:

Actualizado:

LAS URGENCIAS de un calendario que se rige más por los ruidos que por su eco relegan la comparecencia del Procurador del Común a los preliminares del curso parlamentario, cuando aún sus señorías se entretienen con el canje de sillones y el alarde de los tuestes veraniegos. Sin reparar en que su informe trae el malestar ciudadano. Una vez al año, con el verano vencido, el Procurador del Común sube al estrado para dar cuenta de las quejas de la gente por actuaciones, olvidos o cicaterías de las administraciones. Sin sorpresas, porque su informe está a disposición de los parlamentarios desde junio, que cuentan con el sosiego del estío para digerir las quejas.

Esta comparecencia anual de Javier Amoedo desplaza el fraseo de los enconos rutinarios para dar paso a las preocupaciones e inquietudes de la calle, que traducen de modo diáfano sus agobios cotidianos. Dificultades que tienen que ver prioritariamente con asuntos asistenciales y sanitarios, en su afección de pérdida de servicios o retraso en la atención, y con la desdicha de las personas mayores o desvalidas, sin que falten otros signos de malestar. A pesar de un menú tan poco apropiado para la complacencia, Amoedo extrema su voluntad de encontrar arreglo a los problemas. Pero sin resignarse ante los descuidos y menos aún con el desdén de nadie, sea quien sea y esté donde esté.

Porque tiene claro que viene a la casa de la gente no a complacer a sus representantes, sino a poner voz a quienes no alcanzan con su dolor a perturbar la rutina parlamentaria. A veces, sus demandas tienen un carácter litigioso, al trasladar la queja de funcionarios desairados en sus derechos o reclamaciones de afectados por determinadas obras, también el malestar derivado de actuaciones administrativas. Esos asuntos los conduce con una pauta de modélica ponderación, pendiente de acercar posturas y facilitar el entendimiento. Pero la defensa de los desvalidos alienta su reproche. Y con razón.

tracking