Diario de Valladolid

La ‘mariposa’ coge forma

NUECES Estos frutos secos están culminando ahora el calibre y el llenado tendrá lugar durante el verano, hasta la cosecha en octubre / El contraste de temperaturas blinda una calidad excelente, mientras que las heladas son su mayor hándicap

Unas manos muestran el calibre de una nuez de Valnut abierta por la mitad, donde puede verse que aun resta el llenado.-MIGUEL ÁNGEL SANTOS / PHOTOGENIC

Unas manos muestran el calibre de una nuez de Valnut abierta por la mitad, donde puede verse que aun resta el llenado.-MIGUEL ÁNGEL SANTOS / PHOTOGENIC

Publicado por
Elsa Ortiz

Creado:

Actualizado:

U na cáscara rugosa y dura envuelve el corazón de la nuez. Aunque más que a este órgano, se asemeja al cerebro. La materia gris en este caso cambia de color y, para hacer honor a su forma, es un reconocido aliado para echarle el freno al deterioro cognitivo. Asimismo, mantiene el colesterol a raya y ayuda a prevenir enfermedades cardiovasculares. No es de extrañar, por tanto, que este fruto seco sea un imprescindible en la dieta de las ardillas.

Valladolid se antojaría un escenario idóneo para estas roedoras. El contraste que experimentan sus mercurios, con temperaturas estivales muy altas que llevan un bajo signo negativo durante el invierno, blinda una calidad excelente para el producto, siempre que logre salir ileso del cara a cara con las heladas.

Ahora las nueces están cogiendo forma. Julio es el momento en el que rematan su calibre, es decir, su tamaño. Y el resto del verano lo aprovechan para el llenado de la mariposa.

En Villagarcía de Campos, Miguel Ángel Gutiérrez hizo una fuerte apuesta en 2004. Después de estudiar pros y contras, se lanzó. Lo hizo a contracorriente, desafiando a la tradición que regía en los cultivos de Tierra de Campos. A sus espaldas, para iniciar esta «aventura personal», una mochila cargada de ilusión y desconocimiento. «Era una mezcla de falta de información sobre un cultivo que abordábamos con la esperanza de llevarlo a buen puerto», recuerda dejando fuera del tablero al miedo, pero con la precaución como bastón de apoyo: «también estaba la posibilidad de que nos saliera mal la jugada». Con este equipaje, inició la andadura en la plantación intensiva de nogales en Castilla y León, siendo pionero.

¿Por qué este fruto seco? «Era un cultivo que me parecía que tenía mucho futuro; se consume mucho y cada vez más, pues está muy bien visto. Además estaba poco extendido en España y se podía mecanizar bastante», justifica este vallisoletano, hijo de agricultores.

Todo ello inclinó la balanza hacia el nacimiento de Valnut, nombre bajo el que se funden Valladolid y nuez en inglés. Seis letras que, para su fundador, «plantaron una semilla» en la provincia, «demostrando que es posible sacar adelante una alternativa» a las explotaciones convencionales de la región.

Para hablar de las características de este fruto seco, Miguel Ángel reproduce las valoraciones del consumidor de Valnut. «Lo primero que destaca es que se parte muy fácilmente. En segundo lugar, una presentación con la mariposa blanca y un buen llenado», enumera para remarcar «el sabor tan distinto que pica un poquito a dulce».

Como cultivo, tiene un «desarrollo fundamental» desde abril, cuando arranca la brotación de los árboles», hasta las primeras semanas de octubre, inicio de la cosecha que se alarga aproximadamente otras tres. Durante estos meses, «es muy exigente en cuanto a atención»: regar, podar, abonar y, sobre todo, proteger de enfermedades o plagas.

«Bastante normal»

Para Miguel Ángel, a priori, este año encaja como «bastante normal» en el cumplimiento de los tiempos. «Ahora mismo las nueces están terminando de hacer el calibre. Una vez que culmine el tamaño, en una semana más o menos, empezarán a llenarse, es decir, a conformar la materia que luego se come», concreta tras puntualizar que la pasada campaña, que llegaba tras una en la que la brotación resultó «anormalmente temprana», fue «muy tardía».

Con una reciente ampliación de 14, Valnut suma ya 52 hectáreas. Y subiendo. No de inmediato, pues ahora esperarán a que éstas cojan ritmo, pero sí figura entre sus planes de futuro el continuar ampliando la explotación de Villagarcía de Campos.

«La cosecha tiene su historia», asegura este agricultor. Una vez recogidas las nueces del campo con máquinas, hay que procesarlas. «El procesado consiste en limpiar, quitar el pelón –la cáscara verde que las envuelve– y secarlas», explica para añadir que los siguientes pasos son calibrar, envasar y poner a la venta. «Fundamentalmente trabajamos con distribuidores, pero para el consumidor final de Valladolid es muy fácil encontrarlas en grandes superficies e incluso en fruterías durante la campaña», asevera. Es en este preciso momento cuando, por otro lado, el número de trabajadores salta de cuatro a diez.

Si Miguel Ángel echa la vista hacia atrás, ve luces y sombras. «Ha sido bastante duro porque se trata de un cultivo nuevo que hemos tenido que aprender a manejar y, al estar fuera de su zona de confort, en muchas ocasiones nos hemos sentido solos», reconoce para compensar con un «clima muy sano» que presenta «poquitos problemas sanitarios», siendo la Bacteriosis la principal enfermedad que puede darse con primaveras muy lluviosas. «La maduración final, entre agosto y septiembre, con un contraste bastante amplio con noches que ya empiezan a ser frías, hace que la calidad del producto sea muy superior», celebra antes de augurar un buen futuro para este cultivo si es «llevado a cabo por profesionales» que cuenten con un verdadero respaldo económico. En su caso concreto, apostilla, han salido hacia adelante con un 90% de fondos propios. «Salvo para alguna máquina que hemos comprado, la apuesta financiera ha sido propia porque nos parecía un riesgo meternos en subvenciones que tienen una obligación de cinco años sin saber si esto podía llegar a un buen puerto», razona.

Pero Miguel Ángel considera que existe una reivindicación, conjunta para la agricultura y la ganadería, más prioritaria que las ayudas: las condiciones de calidad y de sanidad de los productos que llegan de fuera. «La gente que trabajamos en el campo de Castilla y León, que hacemos las cosas bien, estamos sometidos a muchos controles que son muy estrictos y que considero oportunos, así como una garantía», contextualiza para pedir que «estos requisitos, que suponen un coste extra, también se impongan a quienes quieren entrar en la Unión Europea». Demanda que cobra sentido en el escenario actual, que espera la ratificación o no del acuerdo comercial con Mercosur.

Una prueba

El padre de Óscar Mínguez buscaba dar un giro al cereal, la remolacha y la patata que vestían las tierras de Bocos del Duero. Quería un cambio, pero sin una preferencia concreta. «Por probar» se lanzó con la nuez declinando otras opciones como los viñedos, los pistachos o los almendros. Esta prueba tuvo lugar en 2007, cuando se asoció con un viverista de nogales y empezó con las primeras plantaciones.

Siete años después, el hijo de este emprendedor cogió su testigo. Óscar es ingeniero agrícola, pero no estaba metido en el terreno. Hasta que en 2014, con la jubilación de su progenitor, vio que era el momento de «dar un empujón» a lo que hoy es Nueces de la Ribera del Duero. Firma detrás de la que hay otro socio vallisoletano, Frutas Mi Capricho.

La rentabilidad de los nogales va ligada, a juicio de este joven, a «conocimientos muy técnicos que lleven al árbol a su potencial máximo». Sin ellos, «las heladas dejarían el cultivo en número rojos».

¿Y qué pasa con la sequía? La falta de agua se traduce en más riegos que, además, deben acometerse antes. «Si juntamos las pocas precipitaciones con el calor, se complica porque, además de más agua, requiere un mayor control», alerta para señalar que la última ola de calor ha obligado a «estar encima para evitar que el árbol sufra daños por insolación, que puede llegar a quemar la nuez».

Dejando de lado las peculiaridades climáticas de este año y el «peligro» de las heladas «primaverales tardías u otoñales tempranas», Óscar asegura que los «cambios extremos con veranos muy calurosos e inviernos muy fríos, sumados a las variaciones de temperaturas que se experimentan entre el día y la noche ayudan a tener muy buena calidad». Una peculiaridad en la que también influye el terreno y que, insiste, «no se consigue en otros sitios» de España.

Nueces de la Ribera del Duero sale de dos años con un producción «testimonial» que en este subirá hasta los 3.000 kilos por hectárea, teniendo 64. «Hubo una helada hace dos meses que no ha llegado a afectar en gran medida y va a ser una campaña extraordinaria», aplaude antes de limitar la comercialización a «nivel nacional»: Castilla y León –especialmente Valladolid, Burgos y León–, País Vasco, Asturias y Santander.

La recogida en Bocos enciende su mecha entorno al 15 de octubre, de la mano de una quincena de personas y capitaneada por el agua. «Si llueve se puede adelantar porque las precipitaciones rajan la cubierta de la nuez, lo que indica que está en condiciones para empezar la cosecha», traduce recordando que ahora está con el remate del calibre que es lo que marca el precio, pudiendo oscilar entre uno y tres euros.

El balance que este ingeniero agrícola realiza de la sociedad que gestiona es «malo y complicado, sobre todo debido a las heladas». Óscar hace hincapié en los «gastos muy grandes» que conlleva la plantación. «Una vez que empiezas a ver un poquito de luz con las primeras nueces, hay que hacer una nueva inversión en maquinaria para la cosecha, así como para la limpieza, el secado y el envasado», lamenta antes de incidir en la «dependencia en la climatología que en los dos últimos años ha dejado unos resultados nefastos».

Hablar de futuro plantea «dudas» para este vallisoletano, quien considera que existen otros frutos secos, como el pistacho o el almendro, que son «más rústicos y con menos necesidades de agua o de manejo». Como otro punto negativo vuelve a señalar al hielo. «Quizá en otras zonas, donde las temperaturas sean dos o tres grados más altas, la nuez resulte más rentable o apetecible», considera antes de reconocer que ahora mismo no es «capaz de dar ánimos a nadie».

Un panorama complicado al que añade la falta de ayudas. «Todos los años salen subvenciones muy importantes para ampliaciones en bodegas y viñedos, y a nosotros nunca nos toca nada», protesta para aseverar que es «difícil mantenerse sufragándolo todo con fondos propios».

Otra problemática que Óscar pone sobre la mesa, para terminar, son «los robos de maquinaria y, sobre todo, de cosecha» que sufren. «Los hurtos son constantes en la explotación. Luego nuestro producto va a parar en los mercadillos sin el registro sanitario ni la trazabilidad que nos exigen a nosotros y a coste cero», apunta para denunciar una «competencia desleal».

Rentabilidad

Con la misma idea de buscar una alternativa y tras descartar otras opciones como la aceituna o la trufa, surgió Nogales del Duero en 2007. «Nos decantamos por este fruto seco porque nos pareció que la rentabilidad era buena. No había mucha gente que se dedicará a él, lo que era una garantía de que el mercado no se saturaría en el futuro», contextualiza Juan Manuel Escudero.

Piñel de Arriba cumple a rajatabla con el clima que necesita este cultivo, presenta un «hándicap muy grande»: las heladas. La sequía que caracteriza este año, en cambio, «no afecta realmente porque va todo con riego por goteo», diferencia antes de reconocer un «gasto mayor». En cuanto a las altas temperaturas, Juan Manuel declina que el calor sea un problema «si los árboles están bien regados».

La explotación de Nogales del Duero alcanza las 90 hectáreas, pero solo tiene en producción «una tercera parte» porque 60 las ha plantado en los últimos tres años. «Las producciones son progresivas: los primeros cinco años prácticamente no se recoge nada y se estima que alrededor del décimo la plantación alcanza su madurez con unos 5.000 kilos por hectárea de media», repasa para después aseverar que, hasta el momento, no se han encontrado con grandes problemas. «Al nogal hay que hacerle sus tratamientos y controles sanitarios correspondientes», apostilla.

En Piñel de Arriba, la recogida de nueces es tardía y se hace de rogar hasta mediados de noviembre, siempre dependiendo de la climatología. «Ahora mismo los árboles están plenamente brotados y la nuez creciendo de tamaño, resta el llenado durante el verano», describe.

Juan Manuel recomienda cosechar y procesar en el mismo día. «La nuez hay que recogerla y, de seguido, pelarla porque el pelón no siempre se desprende de forma natural. También hay que secarla para que no se arrancie ni se estropee», explica.

Ribernuez, así es su marca comercial, solo ha salido al mercado en una ocasión tras «dos campañas muy malas» en las que el hielo les dejó sin cosecha. La comercialización se limitó a Valladolid y se llevó a cabo a través de un mayorista de frutas.

Para Juan Manuel, los mayores costes que acarrean los nogales son «los de implantación y los de mantenimiento de los primeros años que es precisamente cuando no hay producción». Su empresa se encuentra en estos momentos saliendo de este entrecomillado, con un aumento progresivo que cada vez requiere una mayor plantilla para acompañar durante la recogida a las cuatro personas que están de manera eventual.

A su juicio, «todos los frutos secos son cultivos con futuro». Pero reconoce que la nuez conlleva «una inversión alta y un manejo complicado, que requiere mucho agua y mucho abono». En el otro lado de la balanza, continua, «la producción se vende bien y con unos precios bastante elevados y estables». Por ello, su recomendación pasa por «enfocarlo desde el punto de vista empresarial» lo que implica, traduce, «unos costes mayores y arrancar con una explotación de un mínimo de 20 hectáreas». Una apuesta que, critica, no cuenta con ninguna ayuda específica.

tracking