BAR LA VILLA MECERREYES
La cocina de María y Víctor, estrella del Sabinar
Rabo de toro, bacalao a la vizcaína, costillas de cerdo a la barbacoa o lasañas son alugos de los platos que forman parte de la carta del bar de los dos jóvenes

Víctor y María a la puerta del restaurante bar La Villa en Mecerreyes
Todos los platos modernos y bien planteados. Rabo de toro, bacalao a la vizcaína, costillas de cerdo a la barbacoa, lasañas, arroces bien versionados, tallarines bien traídos, pizzas y hamburguesas al gusto de esta época que todo lo carameliza y le pone pasta italiana porque agrada a los más jóvenes. Nada que objetar. Y para picar, mucho pulpo, bravas, torreznos de Soria, gambas al ajillo, callos y rabas ... no falta casi nada de eso que buscamos junto a un plato de cuchara a la hora de comer en un pueblo.
Medias de precio de unos 35 euros, con menús variados. “No somos restaurante, solo el bar del pueblo” dicen sus gestores. Aclaración innecesaria para quienes valoramos algo más que la normativa. Os propongo comer en una tierra de carnaval etnográfico -no del colorín-, de quintos y gallos, de zarramacos con museo vivo. No hay pérdida. Pasa la carretera por la puerta, es el bar de La Villa. Abre todos los días del año.
Desayunos, comidas y cenas con amplia oferta de platos y raciones. Nunca les falta la sonrisa. Nadie se va sin comer de Mecerreyes desde que hace dos años una pareja regenta y atiende con vocación el bar de la plaza. Abierto siempre. Él se llama Víctor y ella María. María es rachela de Covarrubias y Víctor hondureño, formado en la hostelería segoviana. En pocos días nacerá su primer retoño en el seno de una familia hostelera, con oficio y que tiene muy clara su comanda y su hueco en la cocina rural burgalesa.
El invierno es muy largo para todos los rurales y en la mesa del bar se nota, pero hay que estar como lo hacen Víctor y María, con vocación, nada de lamentos y encabronamiento por este trabajo, al revés: les gusta desde que eran niños. Este es el camino. Y este es el perfil para aplaudir, promocionar, ayudar y frecuentar de vez en cuando en una merienda o uno de esos menús tan acertados. Solo un apunte en tierra de enebrales y del Arlanza. Obligado al menos dos o tres marcas de la DO Arlanza en la barra y en la mesa. Y ya está garantizado. Chapeau.