Diario de Valladolid

Noviercas, borobia y ciria (Soria)

De rimas, zarrones y milagros

En el este de Castilla y León hay una pequeña zona con planes sorprendentes, ecos becquerianos, paisajes diferentes y mucha historia

Los zarrones de Borobia recibieron un nuevo impulso gracias a la Asociación La Raya y este mantenimiento de la tradición ha recibido ya un premio por su labor etnográfica.  / ICAL

Los zarrones de Borobia recibieron un nuevo impulso gracias a la Asociación La Raya y este mantenimiento de la tradición ha recibido ya un premio por su labor etnográfica. / ICAL

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Antonio Carrillo | Valladolid
Valladolid

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Castilla y León tiene decenas de rincones que conservan la capacidad de sorprender en un siglo donde todo parece contado, fotografiado y subido a internet. Es el caso de un pequeño triángulo en el este de la Comunidad, en la linde con Aragón pero ya por debajo del Moncayo. Noviercas pone a Bécquer y sus ecos árabes; Borobia, su observatorio lleno de planes y singularidades como las de sus zarrones; y Ciria añade patrimonio o los abundantes milagros de la Virgen que 'justifican' la ermita de la Serna.

Letras, historias y actividades que poco a poco ganan interés en forma de visitantes y premios . Al norte de la Bigornia estos tres pueblos dan para ver bastante, recorrer mucho  y escuchar todavía más.

Comenzando por el vértice superior, el nombre de Noviercas está indisolublemente ligado al de los Bécquer. Allí residió Gustavo Adolfo junto a su esposa, Casta Esteban; allí pintó Valeriano algunas de sus obras; allí se ambientó la leyenda de 'Los Ojos Verdes' ;  y posiblemente allí se llevó el literato uno de los grandes disgustos de su vida, que ya es decir para un romántico, por dimes y diretes sobre infidelidades de su mujer, rompiendo el matrimonio y trasladando la pluma del sevillano a Soria capital.

La casa de Bécquer en Noviercas es un ejemplo de cómo pasar de un problema a un atractivo turístico. Durante años estuvo en ruinas y amenazaba con irse al suelo. De hecho algunas partes ya dejaban entrar la lluvia y la vegetación y la sensación era de tristeza, pero no precisamente la que invadía al melancólico poeta. Pero en los últimos años llegó un proyecto para recuperarla de cara al visitante. Se rehabilitó con la estética original, se decoró al estilo decimonónico de las viviendas humildes y abrió sus puertas como centro de turismo rural. Y ahora da gusto verla. Si se suma a la visita el museo dedicado a los Bécquer en la localidad, miel sobre hojuelas.

No todo es Bécquer en Noviercas. No está lejos del Moncayo, que avanza hacia su declaración de Parque Natural en la vertiente Castellana y leonesa. Sin ir tan lejos, el Pozo Román merece una relajante visita. Se dice que allí surgió 'Los ojos verdes', así que no es mala idea llevar lectura y disfrutar de la obra en su posible escenario.

En lo patrimonial el símbolo es sin duda su torreón. En Castilla y León hay muchos, pero no cómo este. De origen árabe, data del siglo X y por tanto ya supera holgadamente el milenio de vida. El dato está bien, pero si se tiene en cuenta que se acerca a los 20 metros de altura y que no tiene cimientos, es para quitarse el sombrero ante los constructores. Impresiona por fuera y se explica por dentro, que para algo alberga un centro de interpretación sobre estos torreones, vitales en las líneas fronterizas entre musulmanes y cristianos, entre Castilla y Aragón. Desde arriba las vistas de la plaza, la iglesia y el paisaje entre lo agrario y lo agreste son serenidad pura.

Borobia es otro de los vértices de este triángulo, con la sierra de Toranzos y el Tablado como etapas intermedias antes de llegar al Moncayo. La localidad es conocida en toda Castilla y León por su observatorio astronómico abierto al público. Actividades escolares, planes familiares, excursiones con amigos... La vocación didáctica de este centro y la probabilidad de ver por ejemplo eclipses de sol de forma segura con sus filtros lo convierten en la excursión educativa perfecta.

Hay mucho más que ciencia accesible (y asequible). La apuesta por el turismo rural ha crecido en los últimos años e incluso hay más que ver que hace unos años. El Carnaval de Borobia tiene una idiosincrasia muy singular y en 2019 la Asociación Cultural La Raya (en referencia a la linde que marca Borobia con los vecinos aragoneses) decidió elaborar de nuevo los trajes de los Zarrones para sacarlos a la calle como merecían, entre color y diversión.

Con sus polainas y la cabeza embutida en cestas con cuernos, estos curiosos personajes van lanzando paja a quien sale a su paso. La voluntad por recuperar esta tradición ha llevado a la asociación a recibir un Premio Colodra de la Diputación de Soria, dedicados a reconocer las iniciativas más destacadas para preservar el patrimonio etnográfico.

En el plano natural comparte con Ciria unos sabinares tan bellos como desconocidos,  catalogados como Lugar de Interés Comunitario. No obstante la Mina Gandalia es quizás su zona más sorprendente. Cerrada desde hace años es ahora una laguna no natural, pero cada vez más naturalizada. Con las lluvias de los últimos días está crecida y donde los romanos picaban y los abuelos tiraban de barrenos, ahora paran las aves acuáticas.

La terna la cierra Ciria, una localidad ubicada en el valle del río Manubles y cuyo término lo es de contrastes. Por un lado se va despidiendo la llanura cerealista típicamente castellana –con algunos girasoles cuando toca– del Campo de Gómara. Por otro el Sistema Ibérico deja la Comunidad perdiendo altitud para adentrarse en Aragón a través de la Bigornia. 

El contraste con el oeste de la provincia, donde se enclava la comarca de Pinares de Soria y Burgos, es enorme. Allí el verde es oscuro, perenne y  espigado. Aquí las encinas y los robles, así como la parte de sabinar que comparte con Borobia, deja una imagen mucho más variada y cambiante con las estaciones. 

Tampoco le faltan alicientes históricos ni artísticos comenzando por la iglesia de Santa María La Mayor, mucho más señorial de lo que el tamaño de la localidad haría presagiar. Gótico con algún añadido barroco y proporciones no muy lejanas a las de una colegiata. Su castillo aún yergue alguno de sus muros y una de sus puertas para vigilar desde la roca. Su imagen es paradójica. A pesar de la ruina muestra una curiosa combinación de mampostería y sillería  y la importancia estratégica  de lo que hoy es un tranquilo pueblo agrícola.

No obstante Ciria es conocida por la ermita de la Serna y los milagros que se le atribuyeron a su Virgen, hasta el punto de merecer una comisión eclesiástica propia. Visible desde la carretera N-234 entre Soria, Calatayud y Zaragoza, supone un desvío mínimo para apreciar la singularidad de esta construcción. Portada encalada, sobriedad pétrea en los laterales y un curioso cimborrio componen una estampa singular.

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