Diario de Valladolid
María Luisa Cuevas Jiménez, propietaria de Ferratus, en la fachada principal de la bodega ribereña.- E.M.

María Luisa Cuevas Jiménez, propietaria de Ferratus, en la fachada principal de la bodega ribereña.- E.M.

Publicado por
Javier Pérez Andrés

Creado:

Actualizado:

Tal vez ella no lo sepa, pero tiene nombre de río, nombre de Duero. En todos los foros del vino, cuando se habla de Ferratus, se sabe que María Luisa Cuevas, la enérgica y sonriente bodeguera, es la de los Ribera de Duero de Ferratus. Esta bodega arandina, de corazón sobre lecho gomellano, pertenece a esa hornada de inversiones que se sumaron al Duero con la llegada del nuevo siglo. Empresarios de la zona que apostaron por el nuevo recurso económico con el que tenían algún motivo sentimental o local. Lo cierto es que algunos, como en el caso de Ferratus, lo hicieron bien, empezaron despacio, construyeron instalaciones dignas y modernas y, gracias a ello, dos décadas después siguen ocupando su asiento en el tren del Duero. Por mucho que se le quiera quitar hierro a la bodega, su origen y su razón social nos lo ponen en bandeja. Son muchos años catando los ‘Ferratus’ y jugando con las palabras tan descriptivas en las catas de ‘hierro y seda’. Sin perder la fuerza tinta, hoy es la seda blanca la novedad entre sus vinos. A principios de los dos mil arrancaba esta bodega familiar en la Ribera. En aquellas vendimias Luisa no imaginó que su nombre acabaría siendo parte del Duero. Entonces apenas comercializaba unas 30.000 botellas de vino con DO. Unos pocos majuelos en vaso y cepas viejas en La Horra, en el entorno del paraje de Santa Cruz, más la uva que adquiere a los viticultores de la comarca inscritos en el Consejo Regulador permiten abrirse camino a los recién nacidos tintos Ferratus. Han pasado casi dos décadas y hoy la bodega comercializa en torno a las 135.000 botellas, cuenta con 20 hectáreas de viñas propias y, en breve, adquirirá más viñedo conservando las cepas en vaso de La Horra. Todo ello respaldado por una política en fermentación y crianza que garantiza a esa materia prima un final en el que, tras la vinificación, la variedad tempranillo es capaz de expresar los suelos de donde procede y ese toque de carácter propio que los vinos y la bodega adquieren por lógica natural cuando pasan dos décadas. En los primeros tiempos de la bodega intervinieron, entre otros enólogos, el follaco Garrido. En los últimos años se ha vinculado positivamente el enólogo Enmanuel Ivars, en un periodo en el que aparecen los rosados y los nuevos blancos de albillo mayor consolidándose las referencias tintas de largo envejecimiento y fuerte expresión de los Ferratus. En este caso, la bodega de Luisa disfruta de un buen momento en los mercados con el 40% de vinos destinado a la exportación. Por otro lado, la marca y la referencia de bodega, así como las catas de sus vinos, han obtenido el reconocimiento entre prescriptores y prensa especializada. 

Se ha ganado su lugar entre las referencias del vino dentro de la Denominación de Origen Ribera de Duero. Se ha hecho un hueco entre las mujeres del vino que gestionan y deciden en esta parte del Duero. Dos décadas después, Luisa logra a golpe de kilómetros, esfuerzo, sonrisas y un eterno aprendizaje respirar y tomar aliento para las próximas vendimias. María Luisa Cuevas entra, a partir de esta cosecha que ha culminado con normalidad en calidad y producción, en una nueva dinámica de crecimiento e innovación en las ya modernas instalaciones de su bodega Ferratus, construida en suelo gomellano en un suave promontorio, pero siempre mirando para Aranda de Duero. Luisa es ‘ribereña y arandina’. Pronto, en el mismo entorno de la bodega, se rehabilitará un jardín dentro de un bosque de casi veinte hectáreas de encinas en el que, unido a las nuevas salas de recepción de visitantes y profesionales, María Luisa Cuevas podrá mostrar y defender toda la gama de vinos en un escenario natural y divertido. 

tracking