Diario de Valladolid

Pinot Noir en tierras castellanas

Los hermanos Ortega elaboran vinos frescos, elegantes y sedosos con la variedad de uva pinot noir en plena ‘Milla de Oro’ de la Ribera del Duero

En la imagen los hermanos Hugo y Diego Ortega, impulsores del proyecto.  - LA POSADA

En la imagen los hermanos Hugo y Diego Ortega, impulsores del proyecto. - LA POSADA

Publicado por
H. MARTÍN
Valladolid

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La Pinot Noir es la variedad de uva ‘reina’ de la Borgoña francesa aunque su cultivo se ha extendido a otras zonas vinícolas del mundo. Extremadamente sensible a los cambios de temperatura, el viento y el tipo del suelo en el que crece, se trata de una uva difícil de cultivar, de hollejo fino, que madura precozmente y que necesita atención y cuidados constantes. El prestigioso enólogo André Tchelistcheff  decía que si la Cabernet Sauvignon fue creada por Dios, la Pinot Noir por el diablo por las dificultades que entraña en el cultivo de la uva. Una joya de sabor evocador que en España se introdujo hace 40 años de forma tímida –se calcula que habrá unas 300 hectáreas– entre los que se encuentra un pequeño tesoro en los márgenes del río Duero en Valladolid. 

En plena ‘milla de oro’ de la Ribera del Duero, donde domina la tempranillo por excelencia, guarda un pequeño rincón en el que cuidan con tesón en Alta Pavina. «Nuestro padre era de un pueblo de la provincia de Ávila al que le gustaba el vino, era muy innovador y avanzado a su tiempo. Un visionario que decidió apostar por ello con este proyecto», relata Hugo Ortega. Él y su hermano Diego se embarcaron en esta bodega que fue creada en 1985 por una familia vallisoletana enamorados de la originalidad de la variedad que cultivaba. «Nos transmitieron su idea y su filosofía y era un mensaje muy similar al nuestro. Su creadora – Patricia Díez– se había enamorado de la Pinot Noir durante un viaje a la Borgoña», relata Hugo. Su familia ha estado vinculada al mundo de los negocios y especialmente al sector hotelero, es propietaria del grupo hotelero de lujo Fontecruz. En el año 2003 dieron el salto al sector vitivinícola influenciados por la pasión por el mundo del vino que había vivido su padre durante su infancia y por el asesoramiento de amigos como el sumiller Custodio López Zamarra, quien le introdujo en los vinos de Borgoña. Unas circunstancias que hicieron que en Alta Pavina confluyeran todas sus pasiones, emociones y sentimientos. «Nos hemos rodeado de un buen equipo –subraya– empezando por Isaac Fernández, nuestro enólogo. No éramos bodegueros. Nuestro proyecto está basado en la pasión que nos han trasmitido nuestros padres . En mi casa nunca faltó un Ribera ni un Borgoña. Era un proyecto que casaba con nuestra identidad, un proyecto pequeñito que ha crecido con tesón, pasión, energía y movimiento», destaca.

UN TROZO DE BORGOÑA 

Comenzaron con 6 hectáreas de cultivo con una altitud cercana a los 1.000 metros en la localidad vallisoletana de La Parrilla y en la actualidad  abarca 35 hectáreas aunque el reto de futuro pasa por llegar a alcanzar las 60-70 hectáreas de viñedo propio. «El  frío le permite desarrollarse bien pero la uva se expresa de otra manera por las condiciones climatológicas, el sol y la sequedad le dan un carácter especial». Un terroir único donde está presente la verdejo, la tempranillo o  la cabernet sauvingnon aunque el protagonismo de la viña la acapara la pinot noir (un 70%). Un pequeño trozo de la Borgoña en medio de la meseta castellana. «Son vinos muy singulares. Elegancia, delicadeza y frescura que la pinot noir extensa es difícil encontrarla en otras». 

Han nadado a contracorriente en un entorno donde manda la tempranillo. La vinificación se realiza cuidando al extremo el proceso con vendimia manual, en cajas de hasta 20 kilos y selección exhaustiva del fruto. «Todo el trabajo que llevamos a cabo en Alta Pavina es muy laborioso; la variedad es muy delicada, cualquier defecto durante la producción destroza todo el proceso, echa a perder la calidad. Pero todo ello se compensa por las sensaciones en copa». 

Sus clientes se encuentran principalmente en el mercado internacional. «Vendimos antes una botella en Nueva York que en Madrid», remarca. Aunque en los últimos años ha ido creciendo en el territorio nacional. « España va pegando un empujón importante, la gente va entendiendo nuestros vinos , ahora mismo estamos creciendo mucho en nuestro país, nuestro consumidor está más ligado a mercados cosmopolotas, en zonas de costa principalmente como la Costa del Sol, Islas Canarias, Baleares o norte de España», añade. 

En el exterior, Estados Unidos se ha convertido en el principal mercado. «Allí se valora mucho, es la variedad que más ha crecido en los últimos 25 años. La película Entre Copas (2004) le hico crecer mucho».  Tanto es así que aumentó más de un 150% la producción del segundo varietal la década siguiente al estreno y provocó una explosión del turismo en Santa Bárbara, California.

Los vinos de Alta Pavina están presentes en 22 países como México, Canadá, Perú, Panamá, Costa Rica, Japón, Corea o Kenia. Los retos de futuro pasan por conseguir la certificación del viñedo en ecológico, meta que esperan poder alcanzar en un horizonte de tres años. 

En su portfolio destaca el pinot noir 100% que vinifican con toque de madera de roble francés . Lo completa con referencias como Citius. El último en incorporarse ha sido el rosado, Pavinia Rosé. A ellos se añaden un verdejo (Pavinia White) y otro vino más del perfil propio de la Ribera del Duero. 

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