Diario de Valladolid

TURISMO

Un skyline de adobe y tapial

Los palomares de Tierra de Campos nos invita a descubrir esta comarca llana, que salpican con formas diversas y sabor de otro tiempo

Un palomar en ruinas de Ampudia (Palencia).-ICAL

Un palomar en ruinas de Ampudia (Palencia).-ICAL

Publicado por
Almudena Álvarez

Creado:

Actualizado:

El palomar rústico de Castilla, principalmente de Tierra de Campos, no solo decora y amuebla el paisaje: lo calienta». Quizá estas palabras de Miguel Delibes inspiraron a un grupo de arquitectos de Palencia empeñado en devolver el valor que un día tuvieron los palomares, una constante en el paisaje rural de la provincia de Palencia.

Para ello crearon el grupo Palomares de Palencia del Colegio de Arquitectos, pusieron los ojos en «una arquitectura que siempre ha estado ahí» y, con la colaboración de la Diputación provincial, empezaron a catalogar e inventariar un ingente patrimonio que suma más de un millar de palomares solo en esta provincia, del que ya han documentado más de 200. Llamaron su atención, sobre todo, aquellos que «constituyen un conjunto en si mismos, por su singularidad y su dimensión territorial y paisajística», explica la arquitecta Pilar Díez. Conjuntos que, como añade, forman parte de la identidad de cada territorio y se funden con el paisaje de cada municipio con formas caprichosas, materiales y sistemas constructivos diversos que, aunque siempre parten de la tierra como elemento identificador, desvelan la mano de la cuadrilla que los levantó o de la familia que los ha conservado.

Y, para no perderse por los caminos, han diseñado dos rutas por la comarca de Tierra de Campos, que es la que más concentración de palomares registra, aunque trabajan ya en una tercera por el Camino de Santiago. El hilo conductor será la observación de palomares, algunos casi en ruinas, otros en perfecto estado de conservación, algunos en desuso y otros habitados por palomas para autoconsumo de sus dueños, que, por afición o romanticismo se han empeñado en mantener vivo el viejo oficio del palomero, hoy convertido en custodio de esa arquitectura rural. Es el caso de Toño Gutiérrez que ya ha arreglado tres palomares de Támara de Campos. Lo ha hecho con mucho esfuerzo y sus propios recursos y dice que echa en falta el apoyo de las administraciones para mantener vivo este patrimonio: «Se te cae el alma al verlos abandonados. Y no queda otra, o los arreglas o desaparecen», asegura. Él los ha visto toda la vida en el paisaje desde su infancia, y por eso se afana en conservarlos, más por sentimentalismo que por la nula rentabilidad que se consigue criando palomas.

Pero gracias a él y a otros propietarios como él, hoy todavía podemos disfrutar de este patrimonio de tierra, siguiendo las dos rutas elaboradas por el grupo Palomares de Palencia. Las dos arrancan en Palencia y queda a la elección del visitante optar por el camino del este o del oeste, para disfrutar a lo largo de una mañana o de todo un día, de un paisaje llano, de campos de cereal, pueblos de adobe y tapial y torres de iglesia que se alzan como faros en medio de la mar de campos.

Si elegimos la Ruta del Este, la primera parada desde Palencia estará en Villamartín de Campos donde se conserva un interesante grupo de palomares entre los que destaca uno enorme y circular que tiene el honor de ser el más grande de Europa con nada más que 20 metros de diámetro

A poca distancia Pedraza de Campos muestra orgullosa un grupo de palomares rectangulares justo a la salida del pueblo, al igual que Torremormojón que conserva otro interesante conjunto. Pero es en la pequeña localidad de Capillas donde podemos admirar el grupo «más llamativo», afirma Pilar Díez, porque están muy bien cuidados, algunos en uso, y son palomares redondos, pero sin patio, y cubiertos por un tejado en forma de cono.

No han corrido la misma suerte los palomares de Guaza de Campos, que destacan precisamente por su avanzado estado de deterioro al fundirse con la tierra de la que salieron y desnudar toda su intimidad y secretos con «una imagen evocadora muy poderosa que refleja el paso del tiempo», asegura Pilar Díez. La última parada de esta ruta está en Frechilla donde se conserva un único conjunto de palomares, todos prácticamente en uso y muy bien cuidados, y entre ellos el Palomar de Villaconcha, protagonista de un sello de correos en 2001.

La Ruta del Oeste arranca en Astudillo, que conserva dos grupos de palomares con formas muy peculiares, entre los que sobresalen dos palomares gemelos, el palomar más pequeño de la provincia y hasta uno con forma de castillo. Después en Santoyo hay dos grupos en los que sobresale un palomar lobulado, que imita los pétalos de una flor, y otros triangulares que mantienen el equilibrio apoyándose en las tapias de los cercados. También aquí está el Centro Temático del Palomar un escaparate donde aproximarse al mundo de las palomas y a la evolución de estos edificios, a través de audiovisuales y paneles interactivos y especialmente de la reproducción de un trozo de palomar con una cámara de vídeo en su interior que permite contemplar en tiempo real cómo se crían los pichones.

Y para finalizar llegamos a Támara de Campos, el pueblo que más palomares tiene y mejor conservados. Hasta 21 formando «una especie de círculo que rodea todo el municipio», entre los que sobresale uno cuadrado que está cubierto con una bóveda de ladrillo, «un detalle constructivo que se usaba en otro tipo de acabados medievales, como los hornos», apunta la arquitecta, animando, si hay tiempo en el recorrido, a salir de la arquitectura del adobe y asomarse a otros monumentos: la iglesia catedralicia de San Hipólito El Real de Támara, que conserva un espectacular órgano en uso apoyado sobre una columna; al Convento de las Claras donde se ubica el palacete de Pedro I El Cruel en Astudillo para contemplar su artesonado mudéjar y las yeserías; o la iglesia de San Juan Bautista en Santoyo, conocida como la Noble Villana por su porte noble y su ubicación humilde.

tracking