Diario de Valladolid

ESCAPADAS | CASCADA DE LA TOBA

Monasterio de agua y piedra

La naturaleza y la mano del hombre se aúnan en un paraje que combina desde la fortificada Monjía al románico o un salto fluvial de más de 20 metros

El espectacular salto principal de la cascada de La Toba.-VALENTÍN GUSANDE

El espectacular salto principal de la cascada de La Toba.-VALENTÍN GUSANDE

Publicado por
ANTONIO CARRILLO
Valladolid

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Muchos monasterios y conventos de Castilla y León decidieron su ubicación no tanto por inspiración divina como por la cercanía de agua. ‘Ora et labora’, las huertas que daban sustento a los religiosos requerían un curso cercano. En Fuentetoba (Soria) hoy se puede ver uno de los más bellos ejemplos, no tanto por la deteriorada Monjía (aunque sigue repleta de alicientes) como por la cascada de La Toba. Lo más curioso del asunto es que primero fue el edificio y luego el enclave natural, un caso muy singular.

El enclave está a menos de nueve kilómetros de la capital y se puede llegar tanto por carretera como utilizando rutas alternativas como la Vía Verde para bicicletas o caminantes. Pero más allá de un mapa, lo que hace falta para conocer de verdad el espacio es un viaje en la historia que comienza en el siglo XI y termina en la (última) Guerra Civil.

Tras atravesar parte de la urbanización, lo primero que aparece ante los ojos del visitante es el monasterio fortificado a la derecha, en la falda del Pico Frentes. Allí se yergue la iglesia que conserva los restos más antiguos del enclave, de hace más de nueve siglos y por tanto románicos. La sencillez es máxima incluso para este estilo artístico, con un pórtico muy limpia y tres arcos sin apenas florituras. La cercana capital celebra en estos días los nueve siglos de su fundación tras reconquistarse el terreno, lo que hace pensar que este templo no anda muy lejos de aquellos colonos que poco a poco poblaron las inmediaciones del Duero. Aunque de titularidad privada, los vecinos de Fuentetoba siguen utilizándola para honrar a su patrona, la Virgen de Valvanera. Eduardo Saavedra lo consideró como el monumento románico más antiguo de la provincia.

Otra prueba, si bien posterior, de que el idílico paisaje oculta ciertas tensiones bélicas es el convento, que se encuentra fortificado y que se conoce como La Monjía. Su aspecto actual data del siglo XVI, cuando se decidió que el enclave benedictino estaría mejor amurallado por lo que pudiese pasar. Hoy prácticamente en estado de abandono, muestra de forma muy didáctica la distribución de espacios típica de la época. Abajo, había espacio de vigilancia, un almacén de alimento y los establos. Arriba, las estancias de los monjes les permitían separarse de bestias y grano. El conjunto está en proceso de ser declarado Bien de Interés Cultural (BIC) y desde hace años el municipio de Golmayo baraja adquirirlo para recuperarlo.

UNA CASCADA ‘ARTIFICIAL’

Pero sin duda la gran estrella de la zona de La Toba es la cascada homónima. Se trata de varios saltos de agua que suman más de 20 metros y que ofrecen un espectáculo cambiante. Cuando las lluvias son frecuentes, atronan; cuando el termómetro baja de cero de forma continuada, se congela en su grandiosa quietud.

Sin embargo, no fue la naturaleza quien do forma a este enclave. Ni siquiera hicieron falta milenios de erosión y caprichos naturales. El arroyo de La Toba regaba estas tierras, incluyendo algún frutal de los monjes que aún hoy pervive, y se decidió realizar prospecciones y alguna voladura para averiguar de donde manaba el agua. En 1936 y 1937 se pusieron manos a la obra y el resultado fue... una de las más bellas cascadas de toda Castilla y León que, ahora sí, aparece suavizada por el agua y tapizada por la vegetación.

Tanto en la parte baja del salto principal como tras producirse los más pequeños han surgido pequeñas lagunas de agua prístina y bastante fresca desde las cuales cada fotografía es una postal. El acceso es muy sencillo y se encuentra jalonado precisamente por tobas, esas rocas porosas que se levantan con inusitada facilidad aunque sin llegar a la volcánica piedra pómez.

El agua cae con estruendo formando arcoíris, la Monjía observa desde su serenidad y corona la estampa el «altivo Pico de Frentes / macizo barco roquero, / embarrancado en el mar / verde de Valonsadero» al que cantó el poeta Virgilio Soria. Una estampa idílica en la que la naturaleza toma parte en la labor de los hombres y viceversa.

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