Diario de Valladolid

LA VITICULTURA HEROICA

El vasco que defiende el chacolí de Burgos

Jose Maria Garín Etxeberria en el monumento del Monasterio de Taranco, en el Valle de Mena, donde aparece por primera vez la palabra ‘Castilla’.-

Jose Maria Garín Etxeberria en el monumento del Monasterio de Taranco, en el Valle de Mena, donde aparece por primera vez la palabra ‘Castilla’.-

Publicado por
Javier Pérez Andrés

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José María Garín Etxeberria es vasco – y con muchos apellidos–, nacido en Hernani. Desde hace 30 años, el mundo del vino le ha ocupado buena parte de sus iniciativas profesionales, de sus proyectos personales y de los problemas que le han ocasionado estar siempre en primera línea defendiendo los vinos, tanto los de Euskadi como los del norte de Burgos. Se puede decir que Garín se ha pasado todos estos ciclos vegetativos y vendimias entre el chacolí, con «ch», y el txacolí con «tx». Fue precisamente queriendo rescatar del olvido las viejas cepas chacolineras de su caserío, en su pueblo natal, donde empezaron todos los problemas que acompañarían a su vida de bodeguero. Las instituciones le denegaban todos los intentos para que sus cepas entraran en una DO en el País Vasco.

Con la ayuda de un grupo de viticultores fundó Atxagi (Asociación de Agricultores para la Creación de la DO Txakolí de Gipuzkoa) y logró la ampliación de la DO Getariako Txacolina, que se extendió por todo el territorio provincial. Casualmente, en aquellos años, logró su sueño: que sus viñedos y su caserío estuvieran dentro de la denominación. Pero las nuevas cortapisas llegaron por vía ferroviaria cuando el trazado del Tren de Alta Velocidad provocó una expropiación forzosa. A partir de aquí, el joven bodeguero José María Garín decide optar por zonas de viñedo en Burgos y en Chile, cargado de razones para defender el chacolí burgalés con la misma fuerza que lo había hecho en Euskadi. Desde principios del siglo XXI, inició una batalla personal que le hizo contactar con los activos humanos de las asociaciones que en el norte de Burgos defendían la cultura del chacolí. Así, lo primero que hizo fue documentarse y abrazó las teorías del escritor burgalés Pablo Arribas Briones, que documentaban –con evidencias contundentes– el origen del chacolí desde Miranda de Ebro al Valle de Mena, pasando por el Valle de Tobalina y La Bureba, y del biólogo Rafael Ocete, investigador del material genético y ampelográfico de estas cepas chacolineras. En ese tiempo, surgen iniciativas en el Valle de Mena con un grupo de pequeños cosecheros chacolineros bajo el paraguas de la Asociación de Amigos del Chacolí del Valle de Mena presidida por Rodolfo Conde, productor de Vallejo de Mena, en su inicio, y hoy liderada por Enrique Torre, de Ungo; René Paz, de Nava de Ordunte; Ángel Gutiérrez y Pedro Alonso, de Villasana de Mena; Juan Iragorri, de Vallejo de Mena y, por último, Javier Otaola, de El Berrón, que hoy se mantienen a duras penas con producciones muy pequeñas, casi de consumo familiar. Esta asociación ha contado con el respaldo del Ayuntamiento menés y todos los años se celebra la feria degustación homenaje al chacolí con la cata de los chacolís de Valle de Mena y de las pequeñas elaboraciones resultantes de emparrados perdidos en los valles. En este espacio de tiempo, surge la iniciativa del vino de Miranda de Ebro con una bodega que inicia la producción y el embotellado de vinos de calidad con el proyecto ‘Término de Miranda’, con viñedos en Granja Sajuela, Finca San Miguel, Monasterio del Espino y Llano de Bureba.

José María se lamenta de que hoy se ha paralizado todo, incluso el sueño que un día movió a la Consejería de Agricultura a través del ITACyL para hacer un estudio que defendiera la legalidad de unos vinos que pudieran denominarse y salir al mercado con la palabra chacolí. Un estudio que, según Garín, no ha seguido su curso, pues él pertenece a la Asociación de Chacolineros de Burgos y no han sabido nada al respecto. José María insiste: «Este año embotellaré mis vinos Chacolí Garín Txacolina en mis viñedos de Chile, curiosamente en la región de La Miranda y en Santa Ana de Briviesca». No deja de ser curioso que se haya tenido que ir a América del Sur para elaborar un chacolí por su nombre, mientras en Castilla y León no acaban de decidir de qué manera afrontar la defensa de los últimos chacolineros. Otras zonas chacolineras de menor importancia de las del País Vasco se encuentran en Cantabria, Navarra y norte de la provincia de Burgos. «Por supuesto –asegura Garín–, son incuestionables las DO vascas de Txacolí de Getaria, de Álava y de Bizkaia».

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