La Tejeda de Tosande (Palencia)
El bosque milenario
Tejos milenarios, con troncos retorcidos y raíces entrelazadas, ofrecen un ambiente mágico en el valle de Tosande. En plena Montaña Palentina, se localiza una importante reserva de tejos, con casi 800 árboles, que puede visitarse en cualquier época del año, aunque es muy recomendable hacerlo en otoño.
Tejos longevos, milenarios, casi inmortales, y casi siempre solitarios, que en el Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente Cobre–Montaña Palentina se concentran para formar una de las masas boscosas con mayor valor biológico de Europa. Haciendo honor a esa ‘aura mística’ que lo convirtió en árbol sagrado para los celtas y en guardián de ermitas, iglesias y cementerios para los cristianos, los tejos se juntan en esta tejeda palentina ofreciendo un paseo de fábula, que ningún amante de la naturaleza puede perderse.
A ella se accede por una ruta bien señalizada, que parte del aparcamiento que hay junto a la carretera que va de Cervera de Pisuerga a Guardo. Justo en el kilómetro 2, desde Dehesa de Montejo, hay una pista de tierra que desciende hacia el valle. Aquí podemos iniciar un recorrido de poco más de 10 kilómetros que nos llevará, durante cuatro horas, por un viaje para disfrutar de los sentidos, del silencio del bosque, roto por el chasquido de las hojas, y si hay suerte y es época, del sonido alejado de algún ciervo, mientras perdemos la vista en las copas de enormes tejos milenarios, dispuestos a adentrarnos en otra época.
Pero antes de llegar a los tejos, tendremos que atravesar parte del valle de Tosande, que cruza el arroyo del mismo nombre, casi siempre seco en verano. Entre encinas y robles llegaremos a la Peña de los Novios. Y de ahí a una zona de pastos que nos lleva a un frondoso hayedo. Habrá que subir un poco para llegar a Peña Opacada y al final del hayedo descubrir la Tejeda. Nos adentramos entonces en un ambiente sombrío, donde el cielo se cuela a trozos entre las copas de los arboles, rodeados de tejos milenarios de hasta cinco y seis metros de altura, algunos de más de un metro y medio de diámetro, una reliquia de la era Terciaria, que nos hablan de otro tiempo. Un recorrido circular entre tejos, marcado por pasarelas de madera, que puede prolongarse hasta un mirador desde donde divisar unas espectaculares vistas del valle, e incluso, si el día lo permite, alguno de los picos más emblemáticos de la Montaña Palentina, como el Curavacas.
Una ruta sencilla, de muy fácil acceso, que permite contemplar distintas especies arbóreas, encinares, robledales, hayedos, rebollos, brezos y acebos; descubrir la belleza del valle con verdes praderas rodeadas de montañas y bosques. Y hasta tumultos megalíticos creados por los primeros pastores de la Cordillera Cantábrica, hace unos 4.000 años. O simplemente ver caballos, vacas, jabalíes, corzos y ciervos. Y sobre todo adentrarnos en una de las mayores concentraciones de tejos de España.
Una ruta natural que puede completarse con la visita al embalse de Ruesga que luce unas vistas incomparables desde el Parador Nacional de Fuentes Carrionas. El embalse, que retiene las aguas del río Rivera, afluente del Pisuerga, devuelve la imagen cristalina del cielo recortado por Peña Almonga y Peña Redonda.
Y si aún queda tiempo, merece la pena añadir a la mochila una visita patrimonial por algunos de los ejemplos del Románico más puro que esconde esta zona. En las portadas de las cercanas iglesias de Traspeña de la Peña y Pisón de Castrejón, y en la pila bautismal de la iglesia de Colmenares. O por el Gótico de la iglesia de Santa María del Castillo, el barroco de la ermita de la Cruz y hasta el arte rupestre en el eremitorio de San Vicente. Todo ello en Cervera de Pisuerga, una localidad montañera con casas blasonadas, calles porticadas y un ambiente acogedor en el que disfrutar de una gastronomía única, en la que destacan la carne de ternera, los embutidos y conservas, las setas, la miel, los licores del oso y las pastas.
Manjares que se pueden degustar en el Mesón Peñalabra, en el Parador de Fuentes Carrionas, o en el Asador Gasolina, que ofrecen una carta muy variada con platos de temporada. O si se busca algo más económico en Casa Víctor, que además de hostal y restaurante organiza excursiones. Aquí es típica la menestra y la chuleta, de Carne de Cervera, la cecina y los platos de caza. También es típico compartir embutidos y vino, en vaso de tubo, en la Cascarita, una cantina de toda la vida donde se sirve ensalada de escabeches con puerros y queso con membrillo. Como curiosidad al final es habitual comer avellanas que se ‘cascan’ con un mazo. Merece la pena también acercarse a Ruesga y degustar la carne a la piedra que ofrece Casa Juanon, un lugar singular muy frecuentado por los muchos turistas que recorren la zona y que se sientan en sus mesas con la sensación, siempre, de haber paseado por escenarios únicos.