Diario de Valladolid

Protectores de los lobos marinos de la Antártida

Investigadores leoneses y catalanes estudiarán cómo afecta el cambio climático a esta especie / Tomarán muestras con el fin de conocer sus movimientos para el invierno siguiente.

José Manuel Lavigne, responsable de la Unidad de Electromedicina; Marta Regueiro, responsable del Servicio de Anestesiología del Hospital Veterinario de la ULE, y la investigadora Mª Luz Parga.-E.M.

José Manuel Lavigne, responsable de la Unidad de Electromedicina; Marta Regueiro, responsable del Servicio de Anestesiología del Hospital Veterinario de la ULE, y la investigadora Mª Luz Parga.-E.M.

Publicado por
Estibaliz Lera

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La Antártida es un gran laboratorio mundial. Un lugar en el que despejar incógnitas y anticiparse al futuro de la Tierra. Una llave que abre la puerta al conocimiento. Un territorio de contrastes, reservado a la investigación científica, que hasta hace bien poco estaba fuera del alcance de los seres humanos. Allí, entre luces y sombras y un frío glacial, se debaten muchas cuestiones. Sus condiciones extremas favorecen la extracción de conclusiones. En esta ocasión, un grupo de investigadores leoneses y catalanes quiere analizar cómo el cambio climático afecta a los lobos marinos. La idea es capturar animales de esta especie, tomar muestras de sangre, de pelo y de bigote y colocarles transmisores en la piel con el fin de conocer sus movimientos en el invierno siguiente.

Luis Cardona, investigador principal del proyecto, explica que el lobo marino antártico necesita al mismo tiempo zonas de tierra firme sin nieve para criar y una gran extensión de mar helado (la llamada banquisa), porque bajo el mar helado es donde viven los juveniles del krill, su principal fuente de alimento.

En este sentido, manifiesta que los lobos no comen juveniles del krill, sino adultos de esta especie, pero sin una elevada producción de juveniles la abundancia de krill adulto disminuye. Aunque también pueden comer otras presas, principalmente peces mesopelágicos, saben que el éxito reproductivo de los lobos antárticos depende en gran medida de la abundancia de krill adulto y se correlaciona muy bien con fenómenos climáticos que alteran la extensión de la banquisa.

El cambio climático reduce la presencia de nieve durante el verano en las islas Shetland del Sur y en la península Antártica, lo que favorece al lobo. En cambio, reduce la extensión de la banquisa y por tanto la abundancia de krill, lo que le perjudica. Además, al haber menos hielo flotando, las focas leopardo se acercan más a tierra firme durante el verano y depredan con mayor frecuencia sobre las crías de lobo marino cuando entran en el agua, apunta.

Unas circunstancias que se unen a una disminución de la población. No obstante, asegura que es una especie muy resiliente, como demuestra su notable recuperación a partir de la década de 1960, tras haber sido llevada hasta el borde de la extinción debido a la caza comercial durante la primera mitad del siglo XIX. Por eso, resulta difícil predecir cómo responderá ante el aumento de la temperatura del planeta provocado por las emisiones a la atmósfera de gases de efecto invernadero derivadas de la actividad del ser humano. En concreto, subraya que es intrigante la relación de los machos con la extensión de mar helado durante los meses de invierno, ya que los datos disponibles indican que se alimentarían con preferencia en el borde del hielo, pero hay muy poca información.

Para estudiar la dieta se utilizarán tres métodos. En primer lugar, analizarán los excrementos de lobos marinos recogidos en esta zona. En segundo, utilizarán marcadores químicos, conocidos como isótopos estables de carbono y nitrógeno, en la sangre de 20 machos de la misma isla para conocer la dieta en las semanas previas a su llegada. Finalmente, utilizarán los mismos marcadores químicos en los bigotes de esos mismos machos para reconstruir, mes a mes, su dieta durante los cuatro o cinco años previos. El objetivo, según Cardona, es conocer cómo varía temporalmente la proporción de krill y de peces mesopelágicos en la dieta de los lobos marinos.

Este equipo de investigación va a colocar transmisores satelitales a 15 de los machos para ahondar en el uso del hábitat durante el invierno y la relación de los animales con el hielo. Estos dispositivos informan, vía satélite, de los movimientos que realizan los lobos, sus comportamientos de buceo y el tiempo que pasan fuera del agua. Combinando estos datos con información diaria sobre la extensión de la banquisa y otros datos oceánicos, tomados también vía satélite, se podrá saber hasta qué punto los machos están asociados al límite de la extensión de mar helado durante el otoño y el invierno.

El grupo de la Universidad de Barcelona, pilotado por Luis Cardona y en el que participa una ex alumna de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de León, María Luz Parga, lleva trabajando con otras especies de lobos marinos en el Atlántico Sur desde 2008, principalmente Argentina, Uruguay y Brasil. El proyecto, que está financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades a través del programa estatal de I+D+i, es la ampliación natural de un trabajo previo. Junto a los catalanes también trabajarán el servicio de Anestesiología del Hospital Veterinario de la Universidad de León, la Unidad de Electromedicina del Complejo Asistencial Universitario de León y la empresa Dräguer.

Si todo fuera según la hoja de ruta, el siguiente paso sería estudiar la hembras de la misma especie, pero para ello habría que desplazarse a la colonia de cría de cabo Shirreff, en la isla Livingston. Allí existe una base norteamericana y un programa de estudio de pinnípedos. «Pero bueno, primero hemos de ir y hacer el trabajo que está previsto», concluye.

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