VALLADOLID
Cuando el ojo duele sin motivo
Investigadores del IOBA trabajan en un proyecto para conocer los mecanismos fisiopatológicos que subyacen al dolor ocular crónico que presentan los pacientes / Quieren desarrollar un protocolo de tratamiento óptimo
Persiste más allá de tres meses y se considera una patología en sí misma que ha de ser tratada. El dolor ocular crónico es intenso y persistente, lo que conlleva una gran afectación emocional y perjudica a la calidad de vida del paciente. Las causas no están identificadas y la respuesta a las terapias analgésicas actuales varían y, en muchas ocasiones, son ineficaces.
Conocer los mecanismos fisiopatológicos que subyacen a esta enfermedad será clave para poder desarrollar un protocolo de tratamiento óptimo. Siguiendo este camino, Amalia Enríquez de Salamanca, investigadora del grupo de Superficie Ocular del Instituto Universitario de Oftalmobiología Aplicada (IOBA) de la Universidad de Valladolid, trabaja en un proyecto que pretende ahondar en el problema de una forma multidimensional, es decir, realizar una evaluación clínica ocular exhaustiva, acompañada del análisis morfológico del plexo nervioso mediante técnicas de imagen, así como pruebas para medir la sensibilidad de la córnea y la búsqueda de biomarcadores moleculares inflamatorios asociados al dolor en lágrima.
«El objetivo es encontrar pistas que ayuden a identificar métodos de valoración del dolor ocular crónico e, incluso, a diseñar dianas terapéuticas», señala. Para ello se llevará a cabo el abordaje de la caracterización estructural y funcional ocular y un análisis molecular de lágrima en pacientes que padecen la dolencia. «La determinación de marcadores bioquímicos de dolor en lágrima supone una propuesta novedosa en la evaluación clínica. Su uso podría permitir la identificación de personas que lo padecen y monitorizar la respuesta terapéutica, sobre todo a la hora de testar nuevas pautas», sostiene la investigadora.
Es conocido el hecho de que el dolor es un síntoma subjetivo, difícil de medir, y hasta ahora solo es posible con escalas validadas. Por este motivo, manifiesta que existe un «gran interés» por encontrar biomarcadores objetivos que puedan servir como herramientas de diagnóstico, de actividad o terapéuticos y que, en este último caso, valoren «de manera irrefutable» la eficacia de fármacos en ensayos clínicos.
También este proyecto servirá para estudiar los efectos de la exposición en determinados ambientes. Para realizar esta parte, en el IOBA cuentan con una cámara de aire controlado, donde se puede evaluar a todos los sujetos en las mismas condiciones de humedad relativa y temperatura que permitirá, por tanto, eliminar los resultados el sesgo de la influencia de los parámetros ambientales que se sabe que es uno de los principales responsables de la «enorme variabilidad» que hay en los resultados de los tests de superficie ocular, detalla Amalia Enríquez de Salamanca.
Manifiesta que no existe ningún proyecto que haya hecho una caracterización tan completa, ya que tiene en cuenta todas sus dimensiones: física y psíquica. Esta última parte se estudiará mediante un cuestionario de ansiedad y depresión, gracias al cual se analizará la calidad de vida en referencia a estas dos cuestiones previo a los síntomas del dolor crónico y actual, desde que convive con este problema. Además, en la historia clínica se preguntará sobre la situación laboral y si la misma ha podido influir en su trabajo. «La meta de este abordaje psicológico es crear un protocolo o unas guías de atención dirigidas a pacientes concretos, sin olvidar el componente psicológico que todo tipo de dolor lleva inmerso».
El proyecto comenzará en próximos días y terminará dentro de un año, sin embargo, el grupo de Superficie Ocular del IOBA lleva más de 24 meses realizando estudios sobre el dolor ocular crónico y cuenta también con financiación del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad para el desarrollo de un proyecto nacional de tres años sobre esta problemática que supone un «gran problema de importantes dimensiones» que afecta a la vida de las personas que lo sufren y para la cual, además de consumir «muchos recursos económicos», no existe una terapia eficaz para todos los afectados.
La idea surgió, tal y como comenta, a partir de la realidad clínica observada en los pacientes que acuden a la consulta diaria aquejados por este tipo de dolor, en lo que algunos casos sí que se apreciaban trastornos oculares pero en otros muchos no se observaba daño utilizando las técnicas de examen habituales. Por este motivo, incide en que la identificación y caracterización de esta patología, así como el desarrollo de un método objetivo de medida del dolor sería «de enorme utilidad» para diseñar estrategias terapéuticas eficaces y adecuadas.
De cara al futuro, Amalia Enríquez de Salamanca manifiesta que el equipo vallisoletano seguirá centrado en el estudio y caracterización de ese tipo de dolor crónico y en la búsqueda y análisis de potenciales paneles de biomarcadores que permitan aportar conocimiento para desarrollar terapias personalizadas, o incluso que pudieran predecir a priori la probabilidad de que alguien pueda desarrollar esa patología y establecer terapias preventivas.