Súmale otros pasos a la visita: patrimonio, naturaleza y gastronomía en familia

Soria es siempre una sorpresa. Costumbres, cultura y arte salen a la calle en la Semana Santa, de Interés Turístico en el caso de la capital, El Burgo y Ágreda. Pero en la visita a Soria aprovechando estos días de descanso familiar hay que dar otros pasos. 

Con planificación, a través de cualquier oficina de turismo de la provincia, o sin ella, el viaje no dejará de sorprender al visitante, ya esté ávido de nuevas experiencias en la naturaleza, ligadas al patrimonio o maridadas con la gastronomía.  Y si se trata de un viaje en familia, mejor que mejor. 

La Ruta de las Icnitas es ideal para un recorrido familiar durante esta época del año, con días más largos que el turista puede aprovechar para acercarse a estas huellas de dinosaurio fosilizadas de hace millones de años, en un amplio abanico de yacimientos en esta comarca de las Tierras Altas de Soria. 

Esta ruta es perfecta para un recorrido con niños en un plan didáctico y divertido que ofrece al turista la posibilidad de descubrir pequeñas poblaciones, paisajes y entornos naturales que siempre sorprenden. 

Y más rutas. Junto a la del Duero, ese importante nervio para Castilla y León que empieza a dar sus primeros pasos en la provincia de Soria, encontramos la Ruta del Cid. Un itinerario turístico y cultural con ejemplos en diversas localidades de la provincia, como Alcubilla de Avellaneda, Castillejo de Robledo o San Esteban de Gormaz. 

Entre todos los destinos del turista en la provincia hay dos que deben marcarse ‘en la parte superior de la bandeja’: el Cañón del Río Lobos y la Laguna Negra.  

Encajada entre paredes, esta laguna de origen glacial en medio de pinos y a 2.000 metros de altura es una visita indispensable. Y lo mismo ocurre con el Cañón, una de las primeras zonas protegidas de Castilla y León. Considerado uno de los paisajes más bellos de la provincia, este espacio natural protegido tiene diferentes accesos y áreas recreativas. 

Dentro de los pueblos sorianos con encanto medieval encontramos Calatañazor, una pequeña villa de obligada visita, un viaje en el tiempo por sus calles empedradas y empinadas, sus casas de madera de sabina, su restaurado Castillo. Medinaceli, Yanguas, Ágreda, El Burgo de Osma, Vinuesa, Almazán… En todos ellos hay que hacer también parada y fonda. El tiempo para reservar mesa se da por descontado. El turismo gastronómico lleva una línea ascendente, en paralelo con la apuesta por la calidad de productos y establecimientos. El turista sigue degustando mantequilla, pero también torreznos, chorizo y toda una amplia gama de embutidos, trufas, costillas adobadas...