Diario de Valladolid

Empate a nada

Mala versión de un Real Valladolid en el que Pezzolano no entendió en ningún momento lo que pedía el partido / El equipo sigue siendo inconstante e incapaz de ganar dos partidos seguidos en 2024

Salazar es obstaculizado en su intento de centro.

Salazar es obstaculizado en su intento de centro.LALIGA

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El Real Valladolid sigue siendo incapaz de ganar dos partidos seguidos en 2024. Ni siquiera si ambos se juegan en Zorrilla, su santuario. El Levante arrancó un empate sin profanarlo, simplemente dejando que los blanquivioleta chocasen con su incapacidad de ser constantes en la Liga y la pésima lectura de partido que hizo Pezzolano desde el banquillo. Nunca entendió de qué iba.

Para el entrenador uruguayo todos los jugadores son iguales, como en las damas, en lugar de contener cada uno un valor intrínseco y diferenciado, como en el ajedrez. A él le da lo mismo porque ambos se juegan en idéntico tablero. Kenedy entró y desapareció, pero volvió para no hacer nada. Ahora le toca a Marcos André, limpiado de las alineaciones. Es el cuarto delantero tras Sylla, Negredo y Salazar. Igual que Torres, quien pasó de titular a cuarto central, tras Boyomo, Tárrega y Oliveira, para ser titular ante el Éibar y volver luego al banquillo. Había que recuperar a Kenedy... para luego arrinconarlo, y volver ayer. Meseguer y De la Hoz pasaron de no existir a ser vitales. Juric, el mejor muchos meses, es suplente. Como Biuk, pese a su excelente irrupción. Monchu, ese sí, juega siempre y gratis.

Y Moro, en un partido a su medida, en el banco. El jueves estaba, en palabras de su técnico, «al cien por cien». Ayer había que administrarle los minutos. Los medios de comunicación le sirven al uruguayo para engañar al rival. Y a su propia afición, de paso.

Lo peor que le puede hacer a un entrenador mediocre es darle una plantilla a años luz de su capacidad.

Como es habitual en Pezzolano, frente alLevante dejó que los problemas los resolviese el tiempo. Una vez que con éste no aparecieron las acciones individuales que le sirven tan a menudo para arreglarle las dificultades, le entraron las prisas. Y ya a contrarreloj hubo más nervios e imprecisiones que juego.

Pezzolano suele hacer cambios de un partido a otro pero esta vez optó por la continuidad con la única variación de Tárrega por Torres. Justo en el partido que pedía el juego por los extremos, con un Levante abierto y que deja muchos espacios por las bandas, estos se quedaron en el banquillo. Ni Sylla ni Salazar lo son, aunque pisen esas posiciones. Biuk, en el banquillo, salió a menos de media hora para el final. Y Moro, queda dicho, de espectador. Pero salió Kenedy. El tiovivo sigue girando.

La primera parte fue de errores constantes en el pase y el concepto de juego, con espacios mal cubiertos y desmarques peor tirados. Fue un vaivén divertido pero sin sustancia, con Pezzolano inmóvil en la banda como un paso de Semana Santa. Si n embargo hubo ocasiones precisamente por esos huecos para los ataques. Monchu envió un disparo al larguero y un defensa sacó una vaselina de Sylla, en el uno contra uno con Andrés Fernández. Los granota pudieron marcar por medio de Fabrício e Ibáñez. El brasileño aprovechó la indecisión de Boyomo y la mala salida de Masip para tirar. Sacó Tárrega la bola. El valenciano envió un disparo envenenado a centímetros de la cepa del poste.

La segunda mitad mejoró con las entradas de Juric e Iván Sánchez, pero no lo suficiente. Hubo mejor tránsito de balón pero los nervios se apoderaron de un Pucela que lo intentó por medio de Biuk, cuyo tiro paró Andrés, y Juric, cuyo cabezazo se fue alto. Negredo tuvo un mano a mano con el portero que hace unos años habría marcado sin despeinarse.

Masip paró un tiro de Brugué que le dobló la mano y Fabrício metió el susto en el cuerpo en el minuto 87 al marcar, con gol anulado por fuera de juego.

El Real Valladolid sigue siendo un equipo sin personalidad y con juego muy por debajo de sus posibilidades. Lo mismo de siempre, pero con otro jornada menos para cambiar. En la segunda parte volvieron aflorar los gritos de «¡Pezzolano dimisión!». El cántico lleva camino de convertirse en otro himno del club.

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