Diario de Valladolid

Pezzolano salva el cuello

Tres goles en doce minutos del Real Valladolid dan la vuelta al marcador después de que el Éibar fuese por delante durante 55

Salazar celebra su gol, que cerraba el marcador.

Salazar celebra su gol, que cerraba el marcador.LALIGA

Publicado por
Valladolid

Creado:

Actualizado:

Paulo Pezzolano salvó el cuello y continuará al menos otra semana como entrenador del Real Valladolid, tras ganar 3-1 al Éibar. El míster completó su enésimo ejercicio de supervivencia en entornos hostiles. Lo suyo parece de documental, como el naturalista que se interna en plena sabana entre leones o bucea en un lago con cocodrilos. La diferencia es que Pezzolano no necesita viajar a parajes remotos para sentir el peligro. Tiene al enemigo en casa.

El uruguayo se vio durante 55 minutos fuera del banquillo. Él, y todo el estadio. Fue el tiempo que transcurrió entre el tempranero gol de Bautista, en el minuto 2, y el empate logrado por Meseguer, en el 57. Entre medias, un hecho clave: la expulsión de Berrocal al entrar en falta a Sylla cuando se dirigía solo hacia portería, en el minuto 11.

Desde entonces el cuadro armero se parapetó en bloque no bajo, sino bajísimo, como si fuese un autobús londinense de dos pisos, defendiendo ese tanto inicial en el que Bautista aprovechó el pase en profundidad de Nolaskoain y la indefinición de Boyomo y Torres, paralizados, para infiltrarse entre ambos y plantarse ante Masip, fusilando con un disparo ajustado el 0-1.

Los gritos contra Pezzolano, que ya se dejaron oír antes del partido, arreciaron, apareciendo después cíclicamente durante el choque, ante la lección de incapacidad de un equipo que no sabía cómo abrir la puerta de seguridad instalada por el Éibar. La protección era del nivel de las bicis y las escopetas que se fabrican allí: excelente.

Sylla y Salazar, la sorpresa del once local, lo intentaban, pero sin éxito. Al senegalés le fue anulado un gol por falta anterior a un defensa, más que dudosa.

La del canterano no fue la única novedad del once, aunque sí la más destacada. En una nueva vuelta al molinillo de las alineaciones, Rosa, Torres, De la Hoz, Meseguer y Negredo también entraban en la misma. Seis nuevos de once, aunque dos de ellos obligados por la sanción a Tárrega y la lesión (como siempre, a última hora, qué mala suerte tiene este equipo), de Amath.

El Real Valladolid chocaba y chocaba contra la doble empalizada sin crear peligro alguno. Tras unos minutos iniciales locos con el gol, el tanto anulado, la expulsión, una ocasión de Monchu y otra de Stoichkov, el encuentro entró en calma chicha, como quería el Éibar. Un Pucela previsible apenas realizaba desmarques de ruptura y sus centros eran flojos e imprecisos.

La segunda parte no cambió en su comienzo el panorama. Ni había cambios en los locales, ni se mejoraba el juego. Y ese fue el error del Éibar que, como el marisco, se coció en el agua en que tan a gusto estaba. Pagó su conformismo y afán especulativo con la derrota.

Salazar botó un córner más bien mal, raso y al primer palo, para que Meseguer lo convirtiese en asistencia tras meter la espuela, mandado el balón a la red tras pegar en el segundo palo. Un gol precioso.

El empate fue como abrir un a botella de champán, pues el Pucela se quitó el miedo y adquirió la velocidad y verticalidad que le faltaban. El Éibar se estiró en busca de lo perdido y Meseguer, tres minutos después del 1-1, sirvió un pase en profundidad para que Sylla recortase a un defensa y luego al portero, marcando de tiro cruzado. Un golazo.

El tanto trajo el delirio a la grada, que se multiplicó cuando el recién ingresado Iván Sánchez sirvió en paralelo y cerca del borde del área a Salazar, que tocó el balón hasta hacerse con suficiente hueco por el centro y disparar, batiendo a Luca de tiro pegado al palo.

El 3-1 trajo la ilusión de igualar el golaveraje tras el 5-1 de la primera vuelta, pero ambos equipos se dieron por conformes. El Éibar sabía que no podía ganar y el Real Valladolid no quería poner en riesgo la victoria. Entraron en la fase final del choque Marcos André, Oliveira y Moro, quien reaparecía tras su lesión, dejando perlas del extremo rápido y ágil que fue y debe volver a ser.

La remontada tampoco sirvió para que amainasen los gritos contra el míster. Es más, sonaron después de cada gol, y cada vez con más decibelios. De haber ganado 8-1, Pezzolano hubiese corrido el riesgo de ser linchado sobre el mismo césped.

El Pucela vuelve a la zona de promoción, donde ha permanecido casi toda la Liga. Los cánticos de ‘¡Pezzolano dimisión!’ continuaron tras el pitido final. Dos clásicos de esta temporada que muchos temen no poder cambiar.

tracking