Diario de Valladolid

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El desastre de la portería

Masip es el único arquero profesional a una semana de reanudarse la Liga / John llegó como gran fichaje de Paulo André y se va por la puerta de atrás después de provocar éste las salidas de Aceves y Asenjo

John agarra un balón.

John agarra un balón.

Publicado por
Arturo Alvarado
Valladolid

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El Real Valladolid no ha sido precisamente un ejemplo de buen hacer en su confección de la plantilla 23-24. Con dos directores deportivos encargados de esta labor tras cambiar a Fran Sánchez por Domingo Catoira en pleno verano, se explica parte del caos, equivalente a cambiar de caballo en mitad del río.

Al Real Valladolid de esta temporada le faltan extremos, delanteros, centrales y laterales. Y le sobran mediocentros, aunque ninguno posee las características básicas de constructor pese a que Monchu sea el que más se acerque a ellas.

Pero si hay un puesto que manifiesta el desgobierno en la gestión de esta plantilla es el de portero. Una zona en la que el gran muñidor del equipo en la sombra, Paulo André, el Rasputín del área deportiva del club que manda desde la sombra, ha metido mano directamente para descalabrar una zona vital en el equipo. 

El Real Valladolid llegó a tener en nómina a cuatro porteros en los once últimos días de agosto: Masip, John, Aceves y Asenjo. Ahora sólo tiene a uno, el incombustible catalán, a una semana de la reanudación de la Liga. ¿Serán Arnau o Fer Pérez suplentes en Burgos? ¿Llegará otro portero contrarreloj? ¿Volverá Aceves para chupar banquillo ahora que es titular en el Eldense? ¿Qué ocurrirá si expulsan a Masip o, lo que es peor, se lesiona? 

La gestión del club ha sido tan torpe que no sólo tiene desasistida una zona vital del campo, sino que no ha sacado dinero por los que se han ido. Es más, encima ha debido de pagar por la rescisión de Asenjo. Lo mismo que el año anterior con Roberto.  

Ese final de agosto de 2023  fue loco para la meta pucelana. Cualquier versado en la portería con buen ojo pudo ver en los entrenamientos del final de la temporada 22-23 que Aceves estaba mejor que Masip y Asenjo, pero el club pensó que no era su momento y debía foguearse. Una decisión opinable. No parece lógico que un segunda sin dinero prescinda de un internacional sub 21 con España, por no encajar en sus planes, pero es respetable.

Lo que ya tenía metido entre ceja y ceja Paulo André a principios de verano era traer a John. Y había que hacerle hueco. Masip o Asenjo debían salir. Pero hubo pocas ofertas y las llegadas no convencieron a ninguno.  Por eso del 20 de agosto, cuando arribó John, al 31, cuando acabó el mercado, había cuatro porteros en los entrenamientos. Un quilombo, que diría Pezzolano.

Ese último día de compraventa se cerró la cesión de Aceves al Eldense, cuando de haberla diseñado antes de le hubiese podido encontrar un equipo de más nivel. También se rescindió el contrato de Asenjo, previo paso por taquilla para pagarle parte del año que le restaba de contrato. Un asidero más del club para explicar su maltrecha economía cuando tiene que fichar... en oposición a cuando presenta las cuentas, momento en el que anuncia que todo va sobre ruedas. 

Pero esa es otra historia.  

El brasileño llegó como gran revulsivo, tras la gestión de Paulo André, con las credenciales de su 1,96 de estatura, pese a que a sus 27 años no había demostrado nada reseñable en el fútbol mundial. Pero todo el mundo tiene derecho a  su oportunidad y John la recibió a lo grande, incluso con un entrenador de porteros a la medida. José Manuel Santisteban, tras ocho temporadas de trabajo serio y eficaz, era relevado por Ricardo Pereira, que desde el primer día se desvivió por John, incluso en sus etapas como suplente. No era lo de Cenicienta y sus hermanastras, pero casi.

El esfuerzo y la dedicación valen de poco cuando no hay base, y John presentaba muchas carencias que atestiguaban la falta de trabajo técnico específico del puesto en su infancia y juventud. La realidad le superó en forma de goles encajados y protestas de la grada. Un entorno en el que creció su idea de volver a Brasil y abandonar un  territorio que comenzaba a serle hostil.

La joya de la portería para el ascenso, el cancerbero de los casi dos metros para mandar por fin en el juego aéreo, no sólo fracasaba en sus objetivos sino que daba la espantada. En las próximas horas firmará por el Botafogo y habrá que ver si el Pucela logra al menos un  pellizco económico en este peculiar negocio, con poco que envidiar al de Stiven Plaza. 

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