Diario de Valladolid

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El Real Valladolid despierta a tiempo

Pezzolano y su equipo se sobreponen a una penosa primera parte en la que perdían 0-1 para derrotar a un débil Amorebieta / Salazar vuelve a marcar y logra el gol de la victoria / Juric anotó el tanto del empate

Salazar celebra el gol de l victoria.

Salazar celebra el gol de l victoria.

Publicado por
Arturo Alvarado
Valladolid

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Cuando se dice que un partido como el Real Valladolid-Amorebieta se juega a la hora de la siesta (16.15), se sobrentiende que es cuando parte de los aficionados asistentes aprovechan para echar una cabezadita en casa. Esta expresión no puede utilizarse en absoluto para que 15.467 espectadores despiertos y con ganas de pasárselo bien para combatir el frío y la lluvia, vean cómo once tipos deambulan somnolientos por el campo. Y el que más frito estaba, su entrenador.

El gran mérito de los pucelanos no fue ganar sino sobreponerse a su galbana inicial. A su desidia. A su inacción, sólo rota por Moro, las vitales paradas de Masip y el esfuerzo diesel de Juric. El Real Valladolid no funcionaba desde el inicio y no se hizo nada en la primera parte para cambia el guión. Nada. 

Y ahí es donde surge la duda de cuál es el estilo de Pezzolano. No se sabe. El juego con Pacheta, Djukic o Mendilibar, otros entrenadores que tenían al equipo arriba en Segunda y lo subieron, era reconocible. Al del uruguayo se le sigue esperando desde que llegó la pasada temporada en Primera. Su Pucela no tiene un patrón definido. Funciona por arranques individuales o asociaciones de dos o tres jugadores en acciones aisladas. Así marca. Así gana. Y el técnico tarda, cuando lo hace, en tapar fugas. Tarda mucho. 

La primera parte blanquivioleta fue patética y sólo con el párrafo anterior se entiende que el equipo se retirase silbado al descanso, cuando empezó la jornada tercero en la tabla. Es cierto que se notan las ausencias de Javi Sánchez, Marcos André y Sylla, pero el fútbol es una idea de juego sobre la que pivotan los futbolistas, no al revés.

Desde el inicio se vio que el 5-4-1 recetado por Mujika para el Amorebieta se le indigestaba al Pucela. Sin rapidez, sin cambios de ritmo, sin desmarques, sin balones en profundidad, con los de arriba excepto Moro puestos como jugadores de futbolín, los vizcaínos vivían felices. Y más cuando encontraron en el mismo campo la Autovía del Norte que luego los llevó a casa, pero por el carril izquierdo pucelano. 

Tras un amago de Lasure, con Masip atento, llegó el primer gran susto. Un centro desde esa zona maldita fue rematado a bocajarro por Avilés. Masip sacó una pierna de portero de balonmano y rechazó. El cuero quedó muerto y Luis Pérez despejó cuando el ex blanquivioleta  Morcillo se aprestaba a dar el descabello.

El peligro mortal no despertó al Pucela, feliz en brazos de Morfeo. Consecuencia lógica, llegó el gol visitante. Un córner muy cerrado botado por Morcillo en la esquina del lateral zurdo fue cabeceado cruzado a gol por Manu, desmarcado tras  un movimiento de juveniles.

Era el minuto 37 y el tanto cabreó a un estadio incapaz despertar a su equipo y su técnico. Lo logró a medias con un balón en profundidad de Juric para Moro, detenido felinamente por Magunagoitia. Esa jugada y un tiro en escorzo y forzado de Cédric fue todo el peligro local en la primera mitad. De ahí la música de  viento de la afición cuando el equipo se dirigía a vestuarios. 

Pezzolano por fin decidió intervenir y el Real Valladolid fue otro en la segunda parte. Salió el fundamental Salazar en lugar de Cédric y colocó a Escudero como ayuda del mediocentro, dejando que fuese Torres quien sacase el balón por la banda zurda para Moro y los centrocampistas.

El movimiento despistó al cuadro vasco. Los locales mandaban en el medio campo y controlaban el ritmo de juego gracias al incremento de la velocidad de sus acciones. Por fin despertaron. Aunque tampoco había mucha clarividencia en el juego. Se diluía al llegar al área, con la versión a la baja de Monchu en las últimas fechas y unos inoperantes Kenedy y Anuar, sustituto éste de Iván Sánchez.

El empate llegó de manera bizarra. No podía ser de otra forma. A Escudero por fin le salió ese saque de banda profundo en forma de asistencia que lleva persiguiendo desde que llegó al Real Valladolid y se encontró en el primer palo con la cabeza de Juric para peinar a gol. Juric. Sólo le falta ajustarse un día los guantes de portero.

El tanto encorajinó a los pucelanos en su busca del triunfo. El Amorebieta ya sólo defendía y buscaba una contra heroica.  La entrada de Montiel reforzó la medular y el ataque pero no llegaban ocasiones claras. Sólo un testarazo alto de Monchu y un tiro desviado de Escudero, con  poco ángulo.

El Real Valladolid siguió percutiendo pero gripaba al llegar al área. Hasta que llegó el 2-1, con cinco toques. Moro sacó un córner en corto para Monchu, que abrió a Montiel. Este centró, Juric tocó de cabeza y Salazar, con la caña puesta, metió a bocajarro la pierna izquierda para marcar cerca de la raya de gol.

Era el minuto 86 y no hubo tiempo para más que un fallo en una contra de Tunde, solo ante el meta. El Pucela despertó a tiempo, pero pocos rivales son tan cándidos como el vizcaíno. Con otros en el descanso estaría liquidado. Fue un partido para olvidar. O, mejor, para estudiar. 

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