El deseo del Recoletas hace solo cosquillas al todopoderoso FC Barcelona

Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. Ir a una guerra con tirachinas y escopetas de perdigones es heroico y de valientes. Pero hacerlo ante un enemigo dotado de un arsenal armamentístico digno de una Guerra Mundial. Era la carrera de una tortuga osada ante una liebre motorizada.

Una lucha desigual vivida antaño muchas otras veces en el ‘teatro de los sueños’ de Huerta del Rey en la que el pez pequeño podía comerse al pez grande. Pero ahora esas diferencias, de siempre abismales, son ahora siderales. Porque el Barça, con la primera, segunda o... tercera unidad, es capaz de noquear solo por desgaste a cualquier rival en una Liga Asobal que en poco o más bien en nada se parece a la de hace década y media.

 

La enésima visita del Barça a Huerta del Rey, el pabellón donde  se dejó más de una Liga en aquel pasado glorioso y... disputado, supuso otro canto imposible al viento del balonmano vallisoletano. ¿Qué se podía perder? Poco, nada. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que siendo osado, que pensando que se puede ganar una batalla imposible? Y así, el equipo de Pisonero, el que como jugador se convirtió en todo un catarro para el todopoderoso FC Barcelona, mostró su ambición huyendo de todo miedo.

El objetivo era claro: poder competir el mayor número de minutos  con el deseo de no ser humillados  como Cuenca o Torrelavega, las últimas víctimas de la sofisticada (al menos para la Asobal) maquinaria  azulgrana (ayer de verde). Apenas ocho minutos, diez, en pie, tuteando de tú a tú al campeón de Liga con ocho meses de antelación. No importaba que Ortega, el técnico azulgrana reservara jugadores y repartiera minutos a su antojo de forma equitativa. ¡Era una cuestión de tiempo. Solo eso. Que Dika Mem cogiera su fusil de asalto a toque de corneta para despertar a la fiera. Un parcial de 1-7 rompió el partido pese al ímpetu de un Recoletas con defensas abiertas y sujetado desde su portería con un Yeray Lamariano presente.

El partido, sobre el tapete de guante blanco tanto para unos como para otros (basta fijarse en el dato de que solo hubo una exclusión a lo largo de los 60 minutos) deleitó a las 2.000 personas que se dieron cita en Huerta del Rey, que viendo la realidad se conformaron con el desparpajo de su joven perla campeona del mundo júnior, Alejandro Pisonero, creando problemas al campeón gracias a su desparpajo emulando por momentos al Chema Rodríguez de antaño.

Con el partido roto (15-22; descanso) el conjunto vallisoletano salió tras la reanudación con la intención de seguir aprendiendo para el futuro con la premiosa de no ser pisoteado por su fiero rival, que castigaba cada error, cada pérdida o cada balón mal jugado con un contragolpe en primera o segunda oleada. Ese deseo de no rendirse evitó que el marcador se disparara hasta el enésimo castigo que recibe jornada cada jornada la descafeinada Liga Asobal. El juego entre líneas de Pisonero Jr. y la conexión con el pivote Álvaro Martínez, a la postre máximo goleador del encuentro (8 dianas), amortiguó la derrota a dulce y lógica derrota (31-42).