Cura de humildad para un desconcertante Real Valladolid Baloncesto

La pretemporada tiene estas cosas. Un día tocas el cielo como ocurriera en la semifinal ante el Zunder Palencia ACB y el otro caes al infierno. El UEMC Real Valladolid en poco o más bien en nada se pareció al equipo que puso contra las cuerdas al nuevo inquilino ACB dos días antes.

¿Fue una mera cuestión de motivación, de cansancio de piernas o simplemente una cura de humildad? Lo cierto es que ni el Real Valladolid fue el equipo que deslumbró 48 horas antes ni Paco García fue Paco García, casi un espectador de lujo en primera fila.

 

No hubo tiempos muertos, no hubo correcciones. Tampoco salió a relucir el temperamento que activa a los jugadores en situaciones de riesgo. Y con estas premisas ‘s’ Real Valladolid Baloncesto, en una época por otra parte de crecimiento, se difuminó para caer casi con estrépito ante un recién ascendido y rival sobre el tapete peor, que mostró mayor ambición.

Un mensaje claro y alto para navegantes porque, casualidad o no, estos dos mismos equipos y en este mismo escenario del Coliseum de Burgos, se verán las caras dentro de tres semanas en la primera jornada de la LEB-Oro.

El lógico reparto de minutos, con racionamiento extremo para uno de los jugadores determinantes como Nwogbo, al que no se forzó por un pinchazo en el gemelo) quitó la fuerza a un equipo que naufragó de nuevo en defensa, de momento su asignatura pendiente. Si ante Palencia se encajaron con una prórroga la centena de puntos, ante el Tizona volvió a suceder los mismo. Y si el equipo no agacha el culo, todo queda reducido al acierto ofensivo donde su batería exterior ayer no estuvo especialmente fina (Schmidt con 1 de 6  triples y Kovacevic con 0 de 8).

Esa ansiedad en ataque y poca disciplina defensiva llevó a que Tizona mandara en el marcador casi durante todo el encuentro. Solo un tímido despertar de los vallisoletanos con Sergi Costa de principal valedor sirvió para disponer prácticamente de la única ventaja (39-35). Mero espejismo porque no hubo continuidad ni siquiera deseo. Al menos en apariencia, todo lo contrario que el conjunto de Ocampo, mucho más metido en el partido haciendo daño especialmente los pequeños, Cuevas y Jofresa y su conexión con Kande y Thiam, unido al espíritu combativo de Parrado, todo un filón desquiciante.