Diario de Valladolid

FÚTBOL / REAL VALLADOLID

Reacción frustrada del Real Valladolid

Los blanquivioleta se sobreponen a un 0-3 y están a punto de empatar, pero dos goles en los minutos finales del Atlético firman una goleada que no refleja lo visto / Penalti no señalado a Saúl con 2-3 en el marcador

Jugadores del Real Valladolid, abatidos al final.

Jugadores del Real Valladolid, abatidos al final.

Publicado por
Arturo Alvarado
Valladolid

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En la película Notting Hill existe un plano-secuencia en el que Hugh Grant pasa por las cuatro estaciones del año  desde que comienza el recorrido del mercadillo de Portobello Road. hasta que lo finaliza. Puede parecer imposible vivir más variedad de sensaciones y cambios. Quizá era así... hasta que surgió este el Real Valladolid-Atlético de Madrid. 

El encuentro permitió al espectador pasar por todos los estados del ánimo. Al final no se sabía si enfadarse por la inacción inicial, aplaudir la reacción subsiguiente, acordarse del árbitro y la metafísica de las manos que son penaltis selectivos (según presupuesto, of course) en este neofútbol, o bien quedarse con el poso de esperanza de un equipo que compite hasta el final. Aunque antes haya perpetrado unos horrorosos minutos de un fútbol que parecía superado, en el que el Real Valladolid tomaba el papel de sujeto paciente.

El partido comenzó con un Real Valladolid pésimo en la presión que permitió al rival los pases letales en profundidad. Con dos toques hacía gol. Después espabiló. Marcó el 2-3, dio dos postes, rozó el empate, que pudo llegar si Mateu hubiese considerado mano un balón en el brazo de Saúl que en el Real Valladolid siempre sabe a once metros en contra.

Con el Pucela volcado y el Atlético desarbolado, una contra provocó el gol en propia puerta de Joaquín, quien después se rompió cuando perseguía a Memphis, autor del último tanto. 

El resultado no refleja lo visto en el campo, pero a los equipos de arriba eso les da igual. Pueden encajar 20 directos en el tórax, que un golpe suyo en la mandíbula es letal. Y más cuando el árbitro consiente esos golpes bajos en forma de mano selectiva sin consultarlo con el VAR.

Al final, lo que se puede llevar el Pucela de positivo de esta goleada es su capacidad de reacción y el poner contra las cuerdas a uno de los equipos más en forma de Europa. En su contra se va una goleada, Joaquín roto, El Yamiq fundido, dos derrotas consecutivas y la sensación de que a Masip se le puede estar acabado la magia. Otra vez se comió un gol.

El encuentro comenzó con un toma y daca en el que las flechas locales acababan en ventosa y las visitantes en punta y con veneno. Los primeros cuatro disparos del Real Valladolid a puerta fueron tres chuts altos de Kike (2) y Monchu, y un tirito con su pierna mala de Larin a las manos de Grbic, ayer sustituto de Oblak. Los primeros cuatro del Atlético fueron tres goles y un balón que sacó Hongla de la línea de gol.

Como se dice en los juicio americanos, no hay más preguntas, señoría.

El Real Valladolid dejaba hacer demasiado entre líneas al Atlético, que se veía libre para pensar en sus tres cuartos. Un pase cruzado de Giménez dejó solo a Molina ante Masip y lo fusiló. Poco después fue Griezmann quien puso un balón alto a Giménez. Masip calculó mal la salida, se comió el centro y el uruguayo cabeceó a gol. 

Morata, de nuevo solo tras pase del francés, picó el balón ante Masip. Hongla salvó el tanto pero el madrileño marcaría a puerta vacía tras una pared con Griezmann, que no marcó pero estuvo en casi todas las acciones de gol.

El partido llevaba camino de la masacre cuando el Pucela decidió presionar, adelantar su mortal bloque bajo y pisar con más tino la zona de ataque. Un penalti por manotazo de Hermoso a Plata fue marcado por Larin. 

El 1-3 del descanso daba una inyección de moral a los pucelanos, aumentada por su salida en la segunda parte, encerrando a un Atlético reservón pero también sobrepasado. Mateu anuló por fuera de juego un gol de Hongla tras tiro de Joaquín al larguero pero el 2-3 subió por un cabezazo perfecto a la escuadra opuesta de Escudero tras córner.

Antes Grbic hizo un paradón a tiro de Monchu y después Sergi León envió el cuero al poste. Estas ocasiones, trufadas con el penalti de Saúl no señalado, ponían al Pucela cerca de la heroicidad del empate.

Sin embargo en una contra llegó el autogol de Joaquín y en la última jugada, Memphis se aprovechó de su cojera para marcar el quinto.

El Real Valladolid acabó fundido y debe encarar dentro de cuatro días la visita al Rayo sin Joaquín y con El Yamiq tocado. Pero también con la moral de quien sabe que puede perder con cualquiera... y también ganarlo.

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