Diario de Valladolid

FÚTBOL / REAL VALLADOLID

Real Valladolid: la hora de la plantilla

Un grupo consentido, poco competitivo y conformista debe dar el salto de la mano de Pezzolano para luchar por la permanencia más allá de la ley de mínimos

Pezzolano y jugadores del Real Valladolid.

Pezzolano y jugadores del Real Valladolid.

Publicado por
Arturo Alvarado
Valladolid

Creado:

Actualizado:

12 de marzo. El Real Valladolid celebra en los Anexos su sesión  de recuperación, el día siguiente de un empate en Elche que sabe a derrota por enfrentarse a un rival desahuciado que tira más que nunca a puerta y por el hundimiento gradual pucelano, cuyo corolario fue el gol encajado en el minuto 95. El universo blanquivioleta está cabreado, decepcionado y hasta furioso. ¿Todo? 

Al igual que la aldea gala de Astérix, existe un reducto impasible al dolor común. Y es el que más afligido debería estar. Finaliza el entrenamiento recuperatorio y uno de los pesos pesados de la plantilla baja al vestuario cantando una de las canciones de moda. Tampoco se ven caras demasiado largas en el resto. 

Puede ser porque el verdadero profesional pasa rápido el duelo, no se recrea en lo que ha hecho mal, sino que lo digiere para darlo la vuelta, y ya está enfocado para mostrar su rabia en el siguiente partido.

Y llega el Athletic el viernes siguiente. Otro petardazo. Un 1-3 que sabe a nuevo ridículo, esta vez importando en casa el que se fabrica a domicilio. La sesión recuperatoria del sábado es por primera vez en la temporada a puerta cerrada. Los pitos afloraron durante el partido de Zorrilla y Pacheta quiere que sus jugadores se aíslen del mal ambiente. 

El domingo es día de descanso. El lunes se trabaja a puerta abierta. Acaba la sesión y el mismo peso pesado baja de nuevo cantando al vestuario. Y a voz en grito, quizá para que le oigan los periodistas. Pasa al lado de Pacheta, quien le dice: «¡Qué contento estás!». Los demás bajan entre bromas y un buen rollo que demostró no ser primer paso para la recuperación, sino último hacia la meta del conformismo. 

Quizá así se entiende mejor la temporada de vaivenes del Pucela. Y sus últimos resultados, en especial ese lacerante 6-0 de un Real Madrid que jugo andando y que hubiese metido 12 de necesitarlo. Pacheta trató como hijos a sus jugadores y se encontró con la misma suerte que Julio César con Bruto, cambiando puñaladas por derrotas. 

Durante estos días, incluso meses, se ha focalizado el problema del Real Valladolid en Pacheta. Es justo, pero no en su totalidad. Porque la plantilla se ha ido de rositas en esta crisis que se ha llevado al entrenador por delante, a causa de haber hecho de padre y no de jefe. 

Varias de las decisiones tácticas del burgalés en los partidos han sido erráticas; el equipo a veces ha jugado a campo abierto antes rivales mucho mejores, en un intercambio de golpes suicida; la meritocracia dejó en demasiadas ocasiones el paso a las rotaciones... pero para ganar un duelo uno contra uno, para correr en un desmarque, para tirarse al suelo en un tiro a puerta o para recuperar el terreno en una transición ataque-defensa, no hace falta míster. Sólo es necesaria la vergüenza deportiva.

Nadie pude negar a Pacheta su abnegada capacidad de trabajo diario, pero su plantilla había entrado en un bucle: entrenaba fuerte y jugaba flojo. Estableció una velada ley de mínimos con la que se cumplía el expediente ganando uno de los cuatro partidos del mes y empatando otro. Si podía ser, el de casa, por lo del público. No escogía. Sólo ejecutaba. 

A veces cargaba los tanques con un par de victorias consecutivas y a veces perdía la manguera, como con las cinco derrotas seguidas. Hasta que esa ley de mínimos le condujo a ser una nulidad reiterada a domicilio, luego a comenzar a deshilacharse también en casa y, como consecuencia, a ganar 5 de los últimos 21 puntos. 

Una patética racha que llegó después de esa apoteósica victoria en Anoeta que parecía marcar un nuevo rumbo de crecimiento, pero que en realidad fue una dosis de valeriana para dormirse en aquellos pequeños laureles. 

Porque este equipo puede ser limitado en cuanto a una calidad dictada por el presupuesto, pero cuando ha jugado bien, lo ha hecho muy bien. Le ha matado el conformismo y la casi nula capacidad competitiva. Nunca remonta un gol en contra. Cuando va perdiendo es melancólico, incluso depresivo.

Pezzolano llega para dar la vuelta al calcetín. Su currículo es breve y sin medallas en la élite. Ronaldo le ha fichado por el meteórico ascenso con su Cruzeiro y por uruguayo. Ser uruguayo significa seguir disputando el partido hasta en la ducha. El Real Valladolid necesita a alguien que le haga competir aunque no quiera, que elija a los mejores, que sepan todos que ganarse un puesto en el once es como subir el Everest y no ir a la feria para ver en qué casilla se para la flecha. Si lo consigue con las evidentes dosis de fútbol y orden táctico, el Real Valladolid estará salvado. 

En sus momentos de lucidez y vergüenza profesional, ha demostrado ser un buen equipo. Ahora sólo queda que los señores quieran. Y si no quieren, que alguien les lleve de las orejas hacia la excelencia, en lugar de darles palmadas en la espalda.

tracking