FÚTBOL / REAL VALLADOLID
El Pucela no perdona
Los blanquivioleta vuelven a la zona de promoción tras derrotar a un Éibar superior en una primera parte en la que pudo golear / El guion se dio la vuelta en la segunda y los locales tuvieron mejor puntería, con goles de El Yamiq y Toni
El fútbol profesional es como la selva. La diferencia que existe entre ser comida y ser quien come es a veces imperceptible. Depende de que cada bicho en su salida encuentre una presa o un depredador.
En lo que sí se diferencian el balompié y la jungla es en que cualquiera se puede comer a cualquiera. Incluso dar la vuelta a la situación y zafarte de un mordisco que parecía letal para clavar las garras en la yugular y acabar la lucha. Eso es lo que hizo el Real Valladolid con el Éibar. Todos los partidos se definen por la puntería, pero éste especialmente.
El cuadro azulgrana la pifió cuando tuvo al Real Valladolid entre sus dientes. Le dejó escapar vivo. Los blanquivioleta sí mostraron ese acierto cuando les hizo falta y ahora duermen en zona de promoción. Por fin. Los de Pacheta son cuartos, a dos puntos del propio Éibar, que marca zona de ascenso directo, y a seis del líder Almería.
El Pucela lleva siete partidos sin perder y su juego crece por momentos, pero acusa demasiado los vaivenes. No es constante. No cierra bien atrás. Vive de su gran calidad, de su cada vez mayor orden, de su mejoría en las segundas partes y de su pegada. Pero por el camino esparce dudas sobre su solidez. Le llegan demasiado fácil.
Ayer hubo fiesta porque la segunda parte de los castellanos, especialmente la última media hora, fue muy brillante. Pero por el camino se dejó una primera mitad en la que el Éibar le volvió loco, siendo muy superior y perdonándole tres goles cantados, con la colaboración de Roberto, que siempre se saca de su repertorio una o dos manos salvadoras.
Gaizka Garitano salió con tres centrales y la inesperada formación desarboló a un Real Valladolid a merced del rival. Su presión alta hizo contadas y estériles las salidas de balón de Mesa y Aguado, al tiempo que se proyectaba muy bien por los pasillos interiores, expeditos al ensanchar el campo los carrileros.
El Éibar impuso una dictadura total. Corpas avisó ya a los 57 segundos al dar mal al balón con la suela en boca de gol y Stoichkov puso un nudo marinero en la garganta a un estadio que ya lamentaba el gol vasco. Inexplicablemente, el pichichi armero disparo fuera, con toda la portería para él.
El asedio no paraba. Expósito entró hasta la cocina para disparar ante la salida de Roberto, cuya mano evitó el gol. El azulgrana repitió poco después con un balón cercano a la escuadra. Luego le tocó el turno a Leschuk, cuyo tiro de fue también alto.
Cerró las hostilidades en la primera parte Muñoz. Entró sin marca por el medio, con El Yamiq estático, al dudar sobre qué decisión tomar. En vez de apurar hasta portería, disparó desde lejos para que blocase Roberto.
Los pucelanos no llegaron a tirar en la primera parte entre los tres palos. Sólo hubo un centro buscapiernas de Nacho (novedad inesperada en el once, por Olaza) y un balón puesto de cabeza por Toni al área pequeña, sin rematador.
Weissman y León ni la olieron. Como Plano. Plata, que era el mejor local, se tuvo que ir antes de tiempo por la gripe. La paliza visitante era total, menos en el marcador. Fue algo parecido a lo visto contra el Zaragoza.
El perdón, virtud bíblica, suele ser veneno en fútbol. El Éibar lo comprobó al aflojar un par de marchas su endiablada presión tras el descanso. Pacheta supo interpretar en la pausa la forma de juego rival. El Pucela se fue estirando a la misma medida que el Éibar atrasaba su línea de presión. Los ataques locales comenzaban a ser enhebrados y vivaces. El Real Valladolid encontró un guion.
Tras sendos avisos de León (mano salvadora de Yoel) y Weissman (tiro alto) llegó el primer tanto del partido, y primero también del Pucela a balón parado. Nacho botó un córner y El Yamiq entró como un obús para cabecear a la red. Fue más un cañonazo que un testarazo. Del mismo modo que remató, pudo clavar un mate y hacer saltar el tablero.
El tanto a los 67 minutos dio una enorme dosis de moral a los locales, que comenzaron a jugar bien y bonito. Los armeros, tocados psicológicamente, tuvieron fe para ir adelante, pero se dieron cuenta de que las contras los podían matar y en sus incursiones miraban de reojo atrás.
El Real Valladolid, desatado tras el tanto, brindó sus mejores minutos a la parroquia local. Plano, solo ante Yoel, no llegó a enganchar un balón muy bien picado por Aguado. Fue la antesala de una contra para estudiar en las escuelas de fútbol. Nacho roba un balón, sube, manda un pase cruzado, Weissman se abre a la derecha y Toni pasa tras él hacia el centro para recibir el pase del israelí y fusilar a Yoel. 2-0 y éxtasis en la grada.
La goleada pudo ser mayor si Weissman apunta un poco más abajo y no da con el balón en el larguero, a cuatro minutos del final.Al final el fútbol es cuestión de puntería. Una palabra con el mismo comienzo que puntos.