Diario de Valladolid

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Un empatito

Los blanquivioleta arrancan un punto en Éibar sin más tiros entre los palos que el penalti marcado por Mesa / Sergio está en la cuerda floja tras sumar su equipo una victoria en los diez últimos partidos y seguir en zona de descenso

Publicado por
Arturo Alvarado
Valladolid

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La única noticia buena que deparó el Real Valladolid en Éibar es que no hizo el ridículo, como en los últimos engendros ante Huesca y Alavés. El Pucela compitió. Buena señal. Y qué tiempos estos en los que el mínimo exigible es considerado un éxito. Competir es un intangible que debe venir de serie en cualquier equipo, y más si es profesional. Pero en la actualidad y con este Real Valladolid, casi forma parte del equipamiento de lujo.

Competir supuso un puntito. No un punto, sino un puntito. El Éibar había ganado uno de sus once partidos en casa en esta Liga y acumulaba un punto de los doce últimos en disputa. El Pucela había ganado uno de sus últimos nueve encuentros (ya diez) y no vence en casa desde el 11 de diciembre. Un duelo así no podía más que acabar en empate. Y si los hubiese sumando cero puntos, el choque de ayer encajaría como un guante en este apartado.

El empatito da la impresión  de servir más para prolongar la agonía del enfermo que como punto de inflexión de cara a su recuperación. Sergio sigue en la cuerda floja y los días pasan sin que deje de tambalearse pero tampoco caiga. Habrá que ver lo que ocurre en los próximos días. Porque este punto no sirve ni para ganar el golaveraje particular con el Éibar, que venció en Zorrilla, ni para salir de la zona de descenso.

Uno de los aspectos que cercenan la ilusión fue la producción ofensiva blanquivioleta en un partido en el que, por todo, ganar era obligado. Sólo hubo un tiro entre los tres palos y fue el penalti marcado por Mesa en el minuto 7, aprovechando un derribo tonto de Arbilla a Guardiola, quien fue zancadilleado pero que estuvo listo y también hizo por caer.

El Pucela ya tenía muy pronto la tranquilidad que necesitaba. Ni se veía obligado a ir a remolque, ni en rival era una máquina de crear fútbol. Sergio sorprendió dando entrada Jota en el extremo izquierdo y colocó a Orellana en el derecho. Arriba, Guardiola y Weissman trabajan y buscaban balones que no llegaban, al estar Mesa y Kike muy alejados.

La consecuencia para los pucelanos es que no hubo más tiros entre los tres palos en los 90 minutos. Ni uno. Sólo cuatro y fuera, además de un gol anulado a Rubio, el filial que debutó en Liga como central, por flagrante fuera de juego.

Tras 20 minutos de alternativas, el Éibar tomó el mando. La banda zurda pucelana era un coladero y la diestra se le unió en una desconexión entre Orellana y Luis Pérez, luego de una absurda pérdida de Mesa. Bryan Gil puso el balón a la cabeza de Kike García, solo entre los centrales, que marcó. Masip, no hace falta que lo diga, estaba impregnando sus suelas de cal.

Los azulgrana habían avisado antes por medio de Enrich, cuyo cabezazo se fue alto, y dieron luego el gran susto con un pase al segundo palo en el que Gil mandó el cuero fuera, solo ante Masip. 

La segunda parte comenzó con dos jugadas de gran peligro del Éibar, con el balón rondando la portería, pero después se igualó e incluso el Pucela llegó más que los locales, aunque no hubo una sola ocasión de gol por parte de ningún equipo.

Los cambios de Sergio no dieron fruto. Más bien lo contrario. Weissman parecía que no estaba haciendo nada, porque no le llegaron balones, pero fijaba a los centrales armeros. Fue irse el israelí del campo y dar el Éibar cinco pasos para adelante. Kodro lo intentó, pero no es lo mismo. Y las bandas no funcionaron en un partido que dejó claro el lema del Real Valladolid en esta temporada: De empate en empate, hasta la derrota final.

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