Diario de Valladolid
Publicado por
Beatriz S. Olandía
Valladolid

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Hay algo de endiablado en marcar tan pronto en un partido. La buena nueva te pilla a contrapié, sin haber asentado la nalgada en tu asiento, pendiente más de dónde aposentar la mochila, las pipas y el refresco escondido que de ver cómo tu equipo -aleluya- se adelanta en el marcador madrugando una jugada. Hay algo de extraño, de inusual, si me apuran hasta de siniestro, en ver al Real Valladolid tan seguro de sí mismo, como si hubieran esperado a este improvisado sol de enero a poner en práctica todo lo que llevan escuchando durante la temporada de propios y extraños, de titulados y osados entrenadores de butaca. Hay, por fin, algo de vida en la grada, algo de ánimo en la afición, que ayer prescindió de los guantes para que las palmadas se escucharan nítidas, cortantes, animosas.

El partido de ayer es la demostración de la voluntad por encima de las limitaciones. Porque eran los mismos, pero muy diferentes; cualquiera diría que dejaron esta vez en el vestuario la presión de la que se quejaban puerilmente, la obsesión de hacer fútbol por encima de practicarlo, la filosofía flotando como una nebulosa sobre el césped. Quien quiera se haya sido el artífice de la transmutación, que no pare, por favor. Que reformule paso a paso lo hecho a lo largo de la semana, que no varíe un ápice ni siquiera el menú de la plantilla, que reproduzca fielmente, sin mover una coma, las indicaciones, los vídeos, las jugadas. Que nada cambie para que todo se revolucione de una vez.

Que encarguen una niebla matutina que te haga forrarte polarmente para luego ir desprendiéndote poco a poco de las capas; que los guantes, los gorros y las bufandas se queden en el fondo de un hatillo inútil, junto a los pies que apagan cigarros y tronchan cáscaras de pipas; que no abran nunca más la puerta once, no sea que fuera por ahí por donde se colaban los malos pensamientos y se torcían los augurios. Que le den de desayunar a Mojica exactamente las mismas galletas, el mismo café, en la misma proporción y a la misma hora. Que Álvaro Rubio siga siendo Álvaro Rubio por los siglos de los siglos.Que de ahora en adelante, los descansos sigan siendo una fiesta en la que el maldito y martilleante electrolatino suene a la armonía de Los Panchos, a la cálida voz de Mercedes Sosa y a la guitarra de Víctor Jara. Que resuenen los aplausos de una afición que está deseando dar alas a un equipo, a poquito esfuerzo y entrega que se detecten. Que repitan los ocho mil y pico socios, que vuelvan los invitados, que nadie se mueva para que todo se revolucione de una vez.

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