Diario de Valladolid
Publicado por
Beatriz S. Olandía
Valladolid

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Sunil Bhardwaj es nombre de mago; de mago de oriente, de hacedor de sueños, de encantador de serpientes. Sunil Bhardwaj lleva escrito en su nombre el misterio del arreglador de cosas, desfacedor de entuertos y agravios. El presidente del Club Baloncesto Valladolid estaba llamado a arreglar las cuentas y los cuentos del club, morado por tradición y ya hasta por falta de oxígeno; debía apaciguar las aguas del Pisuerga, hacer en los despachos lo que otros cumplen, con creces, en el parqué. Sunil Bhardwaj estaba llamado a ser alguien en la historia del club. Lástima que no lo oyera.

De la misma manera que la televisión de madrugada se llena de ofertas, productos mágicos, grasas que desaparecen, colgajos que crecen y pies que dejan de oler; bajo la misma premisa de ‘Avón llama a su puerta’, con ese sonreír inquietante de las rubias de boca buzón, el presidente del baloncesto se descuelga ahora con recetas mágicas para niños. El ceregumil de la conciencia, los valors de Sunil, se venden a los padres de unas criaturas que, a lo peor, sólo quieren divertirse.

La escena, por esperpéntica y engañosa, hereda el espíritu de los videntes de ochoceroseis, exponiendo como un mago de sonrisa profidén lo que terminará -al menos en su cabeza suena así- en una masía a los pies de Parquesol, una ciudad deportiva remojada en el Pisuerga, los hijos del dios Apolo correteando por la pista persiguiendo su sueño, el de Sunil. Un complejo henchido de valores, buenas intenciones, doyuspikinglis y demás artefactos brillantes y sugestivos para atraer con sus destellos a los padres y a los niños.

Si el Club Baloncesto Valladolid tiene problemas la solución no vendrá, en ningún caso, del atraco al bolsillo de ningún cabeza de familia; ofendidos por las insinuaciones de que la salvación del equipo pasaba por este proyecto improvisado, asustados por lo que parece un vestido de seda a medida para la mona, escandalizados por los precios que se insinuaron, los inocentes padres se indignan y tiran abajo el castillo de naipes de Sunil, justo en mitad de su mejor truco, justo en su especialidad. No contaba Sunil el mago con la indiscreción de los indignados progenitores, no contaba Sunil con que el truco le fallara.

La ocurrencia de última hora, presentada con el secretismo y la discreción de quien ya se sabe errado, no demuestra otra cosa que el nivel de improvisación que impera a los mandos de la nave morada, con un piloto sin carné que a duras penas conoce y reconoce el trabajo de la tripulación -esos jugadores que, afortunadamente, están dando más que la talla-. En el puente de mando hay caos, inseguridad, ideas peregrinas, fuegos fatuos y trucos trasnochados. ¿Quién conduce el Club Baloncesto Valladolid?

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