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Real Valladolid

Análisis: Fútbol de moqueta

El Real Valladolid se arruga ante los rivales que le plantean partidos ‘físicos’ / Los de Rubi han perdido 13 puntos de 15 posibles en visitas a equipos en puesto de descenso

Chica, el jugador más destacado del Real Valladolid en Palamós, camina mientras el Llagostera celebra el 1-0-LOF

Chica, el jugador más destacado del Real Valladolid en Palamós, camina mientras el Llagostera celebra el 1-0-LOF

Publicado por
Arturo Alvarado
Valladolid

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Mirandés, Sabadell, Osasuna, Leganés y Llagostera. Cinco escenarios diferentes pero con muchos puntos en común en sus respectivos guiones. Todos eran equipos en puesto de descenso cuando el Real Valladolid los visitó. Todos le jugaron de forma parecida. Ante ninguno de ellos el conjunto blanquivioleta desplegó su potencial... y todos le arrancaron puntos.

1. Demasiada renta perdida ante los más débiles

Los tres últimos hicieron pleno. Los dos primeros firmaron el empate. Esto supone perder 13 puntos de 15 posibles ante equipos que moraban en la zona de descenso cuando se enfrentaron a los pucelanos. Una cifra que puede suponer la diferencia entre el ascenso directo y la promoción. El Valladolid sólo han ganado, en visita a un componente del cuarteto que cierra la tabla, en Albacete. Infligió un 3-4 al colista.

2. Sin antídoto posible ante los rivales ‘cancheros’

El equipo de Rubi se muestra poderoso en su cuidado césped o ante rivales que le plantean una lucha de poder a poder, en la que la calidad y la organización acaban mandando. Sin embargo sus señas de identidad se diluyen frente los equipos llamados cancheros. No es una palabra que equivalga a duros, pero sí a quienes llevan al límite el reglamento, no se arrugan en el cuerpo a cuerpo y hacen de su mal estado del césped o de las condiciones meteorológicas (lluvia, viento) un aliado, al impedir el juego creativo.

Los futbolistas blanquivioleta, salvo excepciones como Timor, no saben manejarse bajo estos parámetros. Desconocen por qué frente deben avanzar. No aceptan o no pueden llevar el encuentro al plano físico e intercambiar golpes, pero tampoco afilan sus virtudes al máximo como para que el contrario se canse de pegar al aire. Juegan en un limbo en el que siempre llevan las de perder, porque en este ecosistema no son competitivos. No se trata de un problema de ganas o actitud, indudables, sino de no encontrar los resortes de la eficacia.

3. El banquillo no aporta soluciones a esos problemas

Desde estas líneas hemos alabado en gran medida tanto la capacidad de trabajo como la valía de Rubi, técnico que lleva camino de ser un gran entrenador. Pero el mismo bloqueo que sufre su equipo lo padece él. O quizá es el míster quien se lo contagia. Sus mensajes ante este tipo de rivales siempre van más allá del lógico respeto a cualquier oponente. Quizá para evitar la relajación, los encumbra de tal modo que parece que quien está enfrente es el Bayern. Y su equipo, que ya es de por sí poco canchero, sale encorsetado. Por eso, lo de decir en la rueda de prensa que no se pueden extraer conclusiones es un tiro al pie y la lógica.

4. Elección de algunos jugadores a tenor del rival

Si no criticamos las rotaciones de Rubi cuando el equipo comenzó la Liga como un tiro, tampoco cabía hacerlo en el noviembre negro ni cada vez que haya un revés, aunque esté casi definido su once tipo. Pero sí se puede realizar la lectura de ciertas decisiones. Como la de colocar el domingo de inicio a Óscar Díaz y no al recién fichado Jonathan Pereira, uno de los grandes destacados en su debut frente a Alavés.

Posiblemente lo que buscó el técnico fue más lucha y poderío físico. Una decisión que supone entrar en el juego que quería el Llagostera, en vez de intentar imponer el que mejor se le da al Valladolid. ¿Que Pereira es pequeñito y le pueden derribar o coser a patadas? No se encontrará ante un panorama que no conozca ya en la categoría de plata, en la que dictó un curso de eficacia en la segunda vuelta con el Villarreal. Si entonces no sólo no salió en ambulancia, sino que brilló, es de suponer que el domingo podría marcar diferencias con su calidad, capacidad de asociación y explosividad. Pero salió media hora, con 1-0 y el equipo desmayado.

Es curioso que este principio no se aplique a jugadores como Jeffren o Leão, que se vuelven invisibles ante rivales que rascan.

5. La meteorología no debe ser excusa

Resulta cansino oír hablar de viento de Llagostera o de su pésimo césped. Lo último ya se sabe y, mientras la Liga lo permita, hay que adaptarse a la superficie que toca. Si no se puede rasear el balón, se desplaza a centímetros del suelo. Pero no tanto como para que el viento lo frene, como ocurrió en reiteradas ocasiones, sobre todo en los saques de Varas.

¿Difícil? Betis, Girona, Mallorca, Racing, Sabadell y Zaragoza han ganado en Palamós. Para ellos no fue el Allianz Arena.

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