Diario de Valladolid

«La mujer de fuego no tiene límites, de la adversidad hace una oportunidad»

La periodista vallisoletana Franca Velasco presenta esta tarde en Casa Revilla su libro ‘Viaje a las mujeres de fuego’, un volumen en el que descubre al lector las peripecias de 11 pioneras que rompen barreras mientras arriesgan su vida apagando incendios

Franca Velasco, periodista y autora de 'Viaje a las mujeres de fuego'. | MIGUEL ÁNGEL SANTOS

Franca Velasco, periodista y autora de 'Viaje a las mujeres de fuego'. | MIGUEL ÁNGEL SANTOS

Publicado por
Julio Tovar
Valladolid

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Lo que inicialmente iba a ser un simple reportaje periodístico para un digital, hace dos veranos, con Zamora y Castilla y León ardiendo, acabó dando forma a un libro, Viaje a las mujeres de fuego , que da voz a un grupo de mujeres que avanzan por la vida «aplastando, con sus personalidades, los muros que aún quedan». El próximo 5 de diciembre (19.30 horas), su autora, la periodista vallisoletana Franca Velasco, y tres de sus protagonistas, lo presentan en la Casa Revilla.

Fueron, recuerda esta periodista con tres décadas de oficio a su espalda, semanas marcadas por las llamas y las protestas de unos operativos que reclamaban mejores condiciones. Pero siempre eran hombres los que aparecían en los medios dando su testimonio. «¿Pero aquí no hay mujeres?», preguntó Velasco. Y así fueron apareciendo sus voces, al otro lado del teléfono de la redactora acuciada por las urgencias del oficio, del reportaje inmediato. Y así fue prendiendo en su fuero interno el deseo de ir más allá. Un deseo que se hizo realidad cuando la editorial Biblioteca 451 le propuso escribir el libro.

‘Supongo que, si a mi madre le hubiera hablado de mujeres bomberas entonces, en aquellos años setenta, cuando recorría las tiendas de ultramarinos y las mercerías, habría puesto el grito en el cielo...’, escribe en las primeras páginas del libro.

Pregunta.– ¿A quiénes causa hoy más asombro las vidas de Pilar, Lucía, Xandra...?

Respuesta.– Estas mujeres de fuego, las protagonistas de este libro, tienen entre 21 y 66 años. Algunas, por lo tanto, iniciaron su trayectoria en este oficio cuando ni nuestras madres ni nosotras mismas nos planteábamos que fuera posible algo así. Vocaciones aparte, en mi generación, cuando pensábamos en qué hacer en el futuro, este era un mundo desconocido en el que ni reparábamos. Y lo sigue siendo. Ellas nos siguen despertando tanta sorpresa como complicidad: siguen siendo minoría, pero cada vez hay más, y todas hablan de vocación, de adrenalina.

P.– Dice en el libro que han abierto un camino que ya no tiene retorno. ¿Son, en ese sentido, pioneras?

R.– Totalmente. Ahí está la historia de Carmen Orellana, la primera agente forestal en España, una mujer que tuvo que luchar contra los elementos y vencer las reticencias del sistema. No tenía referentes en su familia, sólo era una joven que amaba la naturaleza, la escalada, y se lanzó a una lucha que ya empezó en la escuela donde se formó. Me parece admirable.

P.- Laura Varea, la ‘Maquinista del Oja’, habla de rebeldía para explicar su peripecia vital. ¿Cuánto de eso hay en estas mujeres?

R.– Es una constante. A algunas de estas mujeres, como a esta conductora de una autobomba, las he conocido escribiendo este libro. Cuando te sientas frente a ella, por ejemplo, y te desgrana su vida, regresas a la adolescencia. Éramos iguales. Laura venía de una familia conservadora y no entendía por qué sus hermanos varones no tenían que hacer determinadas cosas y ella sí. Lo mismo me pasaba a mí. Eso va fraguando. Hay situaciones que no cuadran en nuestras cabezas... Hasta que te lanzas y das un portazo.

P.– Este oficio nos acerca a mujeres que son referentes en campos como el de las artes, la ciencia, los derechos sociales, la política... Pocas veces, sin embargo, conocemos a mujeres que lo son en sectores considerados por su exigencia física como masculinos. ¿A qué se debe?

R.– Ellas mismas reconocen que son como invisibles. A parte de que son minoría, tienen muy difícil llegar a puestos de responsabilidad, y no solo por la resistencia del sistema. Hablan, casi siempre, muy bien de sus compañeros, pero hay barreras invisibles que cuesta mucho saltar. Su oficio les exige un esfuerzo físico importante. ¿Qué ocurre si están embarazadas, por ejemplo? Un hombre puede seguir siendo bombero al ser padre, pero ellas...

P.– Es una de las desigualdades que denuncian sus protagonistas, víctimas de esa inestabilidad laboral, de la temporalidad. Y es extrapolable a muchos otros sectores.

R.– Es una discriminación terrible. Y es algo que les ocurre tanto a las que pilotan un avión para Egypt Air, como cuenta Marta Gómez, como a las que trabajan en España. 

P.– Sus protagonistas tienen un carácter reivindicativo: luchan por el sector, por ellas y por ellos.

R.– Les viene de serie. Paola se lamenta de tener que demostrar siempre que es capaz de hacer lo que hacen sus compañeros. También hay bomberos pequeñitos que no se caracterizan por su fortaleza física. En Daroca, cuenta, hay una mujer en puestos de responsabilidad que se mimetiza con sus compañeros masculinos, en cuanto al carácter, para imponerse, incluso ante otras compañeras que ocupan otros puestos inferiores en el escalafón. Se rebela ante eso de tener que comportarse como hombres para imponerse. 

P.– Al leer sobre sus condiciones de trabajo, en soledad, aisladas muchas veces del mundo, bajo peligro, abrazando la incertidumbre, casi sin raíces... Son como arquetipos de héroes clásicos, guiados por el deber.

R.– Son iconos. Son supervocacionales. 

P.– A veces, diría, el mundo de los bomberos acaba siendo una excusa para descubrir en este libro sus peripecias vitales. Han vivido mil vidas en una, escribe.

R.– Me asombran mujeres como Lucía Vita. Termina la campaña, la despiden de la cuadrilla, y acaba en Mérida haciendo inventario de dehesas. Estas mujeres no tienen fronteras, no saben de eso. Les da igual su destino siempre que puedan seguir vinculadas a lo que aman. Son capaces de cualquier cosa.

P.– Dice Xandra Renedo que si han conseguido tanto es porque no dicen nunca no a nada. Esa frase encierra muchas renuncias, diría.

R.– Paola Benedí estuvo en un incendio en Horta de Sant Joan, en Cataluña, en el que murieron cinco bomberos forestales. Quedaron atrapados y tuvieron que sacarles los helicópteros en un pequeño claro que habían hecho a base de cortar árboles, para que pudieran aterrizar. Estuvieron cerca de la muerte. En Sevilleja, Vanessa Molina tuvo que lanzarse al agua, dejando atrás la autobomba, para sobrevivir cuando también se vio cercada... Son experiencias extremas. ¿Les merece la pena no ya las renuncias sino arriesgar sus vidas? Les llama la vocación. Vanessa tiene dos hijos y aquel día, al volver a casa, también se preguntó si aquello le compensaba. Renuncian a todo, porque son leonas.

P.– ¿Qué ha aprendido de ellas?

R.– Que no hay límites, ni temporales ni espaciales. No depende de la edad que tengas, ni de dónde hayas nacido o criado. Eres capaz de hacer muchas más cosas de las que crees que puedes. Y que hay que pelear hasta el final: ellas no se toman la adversidad como un fracaso, sino como una oportunidad. Me han enseñado de todo y, sobre todo, nos hemos emocionado juntas. Tienen una tremenda sensibilidad, como Laura Fernández Guerra, cabo de la UME, con su porte serio y solemne de militar, que rompe a llorar al hablar de su madre. A sus 18 años estaba en Afganistán; está preparada para todo.

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