Diario de Valladolid

Álvaro Urquijo: «Siempre que hubo un mal momento nos refugiamos en nuestra música»

La veterana banda madrileña Los Secretos actúa el próximo 2 de abril, en el Centro Cultural ‘Miguel Delibes’, con un espectáculo «grande» en el que repasará una carrera de 40 años vividos de espaldas a las modas

Álvaro Urquijo. | S. GONZÁLEZ VALERO

Álvaro Urquijo. | S. GONZÁLEZ VALERO

Publicado por
Julio Tovar
Valladolid

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La veterana banda madrileña se sube el 2 de abril (21.00 horas) al escenario del Auditorio ‘Miguel Delibes’ dispuesta a «recuperar emociones».

Pregunta.– ‘Hoy todo me parece un mundo extraño’, cantaba en Mi paraíso (2019). ¿Cómo han vivido Los Secretos estos últimos tiempos extraños? 

Respuesta.– Tenemos la suerte de tener un público que nos adora. Hemos tenido el privilegio de poder ir trabajando con formato acústico... Ahora es cuando podemos retomar la idea que teníamos en enero de 2020 de poder hacer un show ambicioso, con proyecciones, escenografía... Nos ha ido siempre muy bien cuando hemos podido invertir en instrumentos, en equipos técnicos, en músicos para girar, en montar buenos espectáculos. Son los detalles que ayudan a mejorar nuestro sonido, y nos sentimos muy orgullosos. 

P.– Su padre, cuenta usted en su biografía, era así: le gustaba tener el mejor equipo de sonido para disfrutar de la música.

R.– Sí, sí. Otra cosa es que luego no nos ayudara mucho cuando vio que la música se metía en nuestras venas y los resultados académicos empezaban a decaer. No veía claro que nos dedicáramos a esta profesión. Ahora son los padres quienes pagan las maquetas a sus hijos o los llevan a talent shows.

P.– En Siempre hay un precio, por cierto, reconoce que los malos momentos, por «duros» y «espectaculares», han pesado mucho en Los Secretos. ¿Eso les ha ayudado a bandear esta crisis?

R.– Posiblemente. Cuando tienes un parón en una carrera artística, el 95% de los grupos tira la toalla, se separa por la falta de proyección, de ingresos... Se pierde el interés y surgen proyectos en solitario. Nosotros éramos una banda familiar y eso es un pegamento muy fuerte. Mi hermano Enrique era el talento a la hora de escribir, aunque no sabía mucho de música, yo me dedicaba más a la parte musical. 

Nunca entramos en la música buscando ser famosos o hacer mucho dinero. Sacamos un disco en el ochenta, cuando casi nadie hacía nada de esa índole ni existía la famosa Movida; estábamos un poco marginados, porque no éramos ejemplo de la ‘modernidad’. La discográfica nos acabó echando, y ese fue el primer palo. Luego murió Pedro, nuestro batería... Hasta 1991 no tuvimos el estatus de ser cabeza de cartel. Ir cuesta arriba es algo que va unido a Los Secretos. Pero siempre que hubo un mal momento, en lugar de pensar en qué teníamos que hacer para sonar más comerciales o qué manager nos iba a hacer trabajar más, decidíamos hacer lo que más nos gustaba, nos refugiábamos en nuestra música. 

P.– Reconoce que eran músicos atentos a lo que se hacía, aunque luego, como dice, supieran que lo suyo ‘era otra cosa’. ¿Encuentran hoy esa ‘otra cosa’ en las bandas del siglo XXI?

R.– Creo que sí. Me consta, cuando he tomado el pulso a las nuevas generaciones, que hemos influido en muchos músicos, también en quienes empezaron poco después que Los Secretos. Cuando empezamos no había formaciones que llevaran dos décadas juntas. Teníamos a los Rolling, a los Eagles, que se separaron un tiempo... Escuchábamos todo tipo de música. Con tanta variedad fuimos depurando nuestra sonoridad, llevándola hasta una zona donde sólo estábamos nosotros. Creamos una burbuja que se ha mantenido hasta hoy, y eso es una suerte, porque las modas cansan , y cuando desaparecen se llevan a muchos artistas por delante. También los éxitos hacen zozobrar a muchos.

P.– En ese sentido, usted admite que su infancia feliz empezó a empañarse cuando comenzaron a tomarse en serio el futuro. ¿Esta industria tritura los sueños?

R.– Es que te pones en manos de gente que nunca haría por ti lo que tú necesitas. Eso me lo enseñó un manager que nos acabó robando. Nos desencantamos, y Enrique fue el primero, con lo que conlleva el mercado en torno a la música.  Hay mucho parásito.  Nosotros queríamos disfrutar de la música. Muchas veces el éxito marca más que un fracaso que te puede reafirmar en tus ideas, porque crea unas expectativas que cuando no se cumplen te convierten en fracasado.

P.– ¿Alguien como usted, que se define como un hombre cerebral y muy interesado por lo científico, qué encuentra en la música?

R.– Bufff. Es un universo en el que se junta todo lo bueno de la humanidad, como la física o las matemáticas. Vivimos pandemias, guerras que hacen aflorar lo peor del ser humano, genéticas muy ancestrales. El futuro de una humanidad sin esos tics asquerosos como la codicia o la ira quedan muy lejos. En el lado opuesto a eso, qué tenemos: pues una cosa que se llama cultura, una cosa que se llama amor, una cosa que se llama amistad... Son cosas que no se pueden medir ni cuantificar, pero nos llenan el alma, nos hacen sentir distintos. La ciencia, la formación, la cultura, todo lo que conlleva generar una idea en el cerebro y desarrollarla luego, son fundamentales para la evolución. Yo me siento una persona libre si puedo desenvolverme en esas lides. 

La música es un arte que engloba todo: emociones como el amor, la tristeza o la nostalgia; la física; las matemáticas... Todo lo mejor de la humanidad está ahí, en la cultura, que es lo que tiene sentido para mí, y no que haya un señor como Putin que se eche el farol de la amenaza nuclear, y que parece que no entiende que las consecuencias de una acción así también caerían en su cogotera.

P.– ¿Cómo será el concierto en Valladolid?

R.– En 2020 teníamos por delante 85 conciertos en los que queríamos hacer algo especial, mezclar los clásicos con las canciones menos escuchadas en un show grande. Eso se truncó y ahora queremos retomarlo, recuperar esas emociones con los aforos normales. Serán casi 30 canciones.

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