Merino: «Menoscabar los libros, que retratan la humanidad, es perjudicial»
El escritor y académico leonés, recientemente galardonado con el Premio Nacional de las Letras Españolas, reivindica la ficción y alerta del peligro de renunciar al saber de los libros
Un año después de que lo lograra su buen amigo Luis Mateo Díez, compañero de filandones y de otras aventuras literarias –como las que firmaban, junto a Juan Pedro Aparicio, como Sabino Ordás–, José María Merino (La Coruña. 1941) se hacía este jueves con el Premio Nacional de las Letras Españolas, casi ya la última distinción que le faltaba por cosechar junto con el Premio Cervantes. Un galardón que recibe «encantado», como reconoció en declaraciones a este diario, y como un «estímulo» por lo que implica de reconocimiento a su obra.
Y es que los miembros del jurado han querido reconocer en este leonés de adopción «su maestría y excelencia en la creación de literatura fantástica en las modalidades narrativas de novela, novela corta, cuento y microrrelato», sin olvidar «la inteligencia de sus reflexiones teóricas sobra la ficción. José María Merino es todo un referente para sucesivas generaciones».
La ficción. A ella aludió el autor de obras como La orilla oscura (1985; Premio de la Crítica), No soy un libro (1993; Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil) o El río del edén (2012; Premio Nacional de la Crítica), cuando tomó posesión de su sillón (letra m) como miembro de la Real Academia de la Lengua Española. La literatura, dijo, apela a la razón «a través de los atajos de la intuición», siendo su destino «rastrear en la parte más enigmática de lo que nos constituye, para hacernos comprender con mayor nitidez lo que somos, también desde lo oscuro y lo poético».
Lo intuitivo, lo oculto, lo enigmático... ¿Qué encuentra Merino en esos elementos, son las claves de bóveda de su literatura? «Efectivamente. La ficción, que es la que se construye en la literatura o en la música, por ejemplo, es un espacio que no siempre valoramos por todo lo que significa. Es el pensamiento simbólico, y todo lo que gira en torno a este, sobre el que hemos construido todo un mundo, que algunos llaman fantástico y otros onírico, y que es fundamental Y está en la literatura claramente materializado. Yo sí creo en ese mundo y procuro caminarlo todo lo bien que sepa y pueda», advirtió el autor de Las visiones de Lucrecia (1996; Premio Miguel Delibes de Narrativa).
¿Se está dejando ese mundo a un lado? ¿Estamos perdiendo la capacidad de ir más allá de lo evidente, de profundizar en lo más recóndito de nuestro ser? «Sí, y pienso que además es peligroso que haya quien piense que el libro es un objeto obsoleto, que lo único que importa ya son las nuevas tecnologías como medio de comunicación. Tienen que convivir. No podemos enterrar el libro porque, entre otras cosas, se mantiene vivo desde hace muchísimos siglos y nunca cambia la aplicación. Mi última novela trataba de una autora, Oliva Sabuco de Nantes, del siglo XVII, y yo tengo aquí, en mi biblioteca, la cuarta edición de su libro real, sobre el que trabajé para crear el mío. En ese sentido, el mundo del libro está viéndose marginado por este otro sistema cibernético que cada poco está cambiando. Puede ser muy peligroso para nuestra propia naturaleza», apuntó.
Lo dice alguien que en la biblioteca de su padre, Bonifacio, encontró el «instrumento necesario para descifrar tantos términos extraños o ininteligibles». ¿Si renunciamos a tanto saber, no acabaremos perdidos, como náufragos, sin horizontes a los que llegar? «Sí, sí. Éste es el peligro. En la literatura se han fijado todos los comportamientos, todas las pasiones, todos los motivos morales, los aspectos siniestros de una humanidad que retrata. Cuando Freud estudia el ‘corazón’ humano va a la literatura para explicar la psicología humana. Todo lo que suponga menoscabar ese ámbito es perjudicarnos, sencillamente, perder cosas que hemos ido ganando», reivindicó un Merino que sigue manteniendo firme el pulso narrativo –este año publicó el libro de relatos Noticias del antropoceno–. «Todo depende de que se te ocurran las cosas, de que se mantengan bullentes dentro de ti. Por ahora se mantienen así, el hervor continúa y espero que siga así hasta que me muera», aseguró el escritor.