Cultura reúne a Venancio Blanco con «amigos» como Chagall, Miró y Dalí
Retoma las exposiciones en el Monasterio de Prado con medio centenar de maestros del XX
Con voluntad de abrir una etapa de mayor «dinamismo y continuidad» en el espacio , la Consejería de Cultura devolvió ayer el arte a su sala del Monasterio de Nuestra Señora de Prado de Valladolid. Y lo hace, hasta el 27 de diciembre, con una magna exposición en torno a una figura ilustre como la del desaparecido escultor Venancio Blanco (1923-2018), convocando además a su lado a «amigos y maestros» que le «marcaron una profunda huella». Un viaje por la historia del arte del siglo XX.
Junto a colosos como Picasso (Femmes sur le plage VIII), Miró (Travesía del egipcio), Dalí (Jinete), Chirino (Cabeza, crónica del siglo XX), Matisse (La danseuse créole), Chagall (Les amoreux au soleil rouge), Marini (Acróbatas y caballos), Gutiérrez Solana (El comedor de los pobres), Gal (Campos de Castilla), Saura (Rembrandt), Arroyo (Sócrates), Zóbel (Triana II), Laffón (Bodegón), Guerrero (New York-Madrid IX), Palazuelo (De música) o Delauney (Rythm in color), el creador salmantino protagoniza la muestra Diálogos. Obra gráfica y escultura. Colección Venancio Blanco.
«En esta muestra conviven la figuración y la abstracción, la línea y la mancha, el color y el claroscuro. Estas obras se enriquecen unas a otras propiciando una nueva mirada. El arte nos enseña a tender puentes. Es una lección que hemos de saber descubrir: es el diálogo de la belleza», advirtió en la inauguración Francisco Blanco, hijo del creador y presidente de la Fundación que custodia su legado. A su lado, Javier Ortega, consejero de Cultura y Turismo, destacó la capacidad del que fuera Premio Castilla y León de las Artes para «abordar» con maestría otros «ámbitos de las bellas artes, además del de la escultura».
En Diálogos, advirtió el responsable, se pueden contemplar los distintos motivos que inspiraron sus creaciones, como «el religioso, la tauromaquia, la figura humana, la música o la naturaleza».
Y siempre con el dibujo como pilar sobre el que levantar la obra. La muestra saluda al visitante con sendos gallos de Blanco, uno realizado en bronce en 1963 y otro, de 1964 como un reflejo del anterior, en litografía en piedra. Un eco que se repite en otra escultura de 2008, La grandeza del hombre, abocetada en una punta seca de ese mismo año. Otro ejemplo de diálogo con una única voz.