Diario de Valladolid

Jorge M. Molinero busca oxígeno ante la fragilidad de la vida con ‘Bluebird’

El poeta publica en Editorial Páramo sus últimos versos junto a una ‘Breve antología del daño’

Jorge M. Molinero, en un parque de Pajarillos con su poemario.   J. M. LOSTAU

Jorge M. Molinero, en un parque de Pajarillos con su poemario. J. M. LOSTAU

Publicado por
Julio Tovar
Valladolid

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‘La herramienta / Más rudimentaria / Tan sólo la voz del árbol / Eso es lo que soy’ , escribe el poeta en su último poemario. Y del tallo leñoso de Jorge M. Molinero han florecido versos crepusculares y simbólicos, que reflejan el paso del tiempo y cobijan heridas, que gritan dolores y supuran anhelos. El autor de Gominolas en los bolsillos (2015) o Nos prohibieron bailar (2017) acaba de publicar con Editorial Páramo Bluebird.

Molinero se espeja en la naturaleza, metáfora de vida: baluarte frente a los azotes del tiempo, lienzo que acumula cicatrices, cobijo... y también cuerpo herido, vaciado, reseco, inmóvil. «En cada libro voy encontrando claves que me guían su escritura, pero en este ha sido hasta inquietante cada lectura, cada suceso, que me encaminó hacia significados muy alejados de la idea primigenia. La enfermedad de una persona cercana fue el detonante que hizo cambiar tanto el inicio, que no pretendía ser otra cosa que un poemario nórdico», explica el autor de La cuarta hija de Rosa (2016) refiriéndose a su forma de abordar el paisaje, al ritmo y el lenguaje en sus obras.

«Mi poesía siempre estuvo muy pegada a la calle y a la prisa del hormigón, con este libro buscaba oxígeno. Y la enfermedad nos muestra  lo importante, que ese tiempo tan valioso lo malgastamos en estupideces. Hay que disfrutar las cosas más sencillas, pero ni con una pandemia y sus confinamientos lo hemos aprendido», abunda el autor.

Bluebird –que incluye como coda y a modo de Breve antología del daño, poemas de una decena de vates que han hecho del dolor «un tema recurrente en su poesía», como Gsús Bonilla, Ana Pérez Cañamares, Jacob Iglesias, Alba Ceres o Antoine Lamarck– se abre y cierra con referencias y alusiones a Bukowski, cuyo Bluebird representaba su auténtico y escondido yo interior. «Mi pájaro azul son los miedos, de ahí parto siempre al escribir. La poesía es el único campo donde me permito no ser un cobarde», reconoce Molinero. Una voz sin el ‘ancla de las raíces’.

‘Tuvo el hombre que / Inventar un dios / Para creerse algo más / Que futuro compost’, escribe en uno de los poemas. En este sentido, Bluebird funciona como una suerte de memento mori que recuerda la fragilidad del hombre. ‘Seguir vivo un día más / Es una propina / En exceso generosa que / Por creerla eterna / Malgastamos / Mirando si la factura / Está correcta’, consigna en otro.

«En esta sociedad tan hedonista y donde nos repiten constantemente que podemos conseguir lo que queramos, hemos olvidado nuestra insignificancia. Nuestra muerte es simplemente un par de días de permiso en el trabajo para nuestros familiares más cercanos», advierte el vallisoletano.

En Bluebird hay poemas que resuenan como el lamento ante el desapego del hombre ante un entorno que no deja de agredir, que iluminan nuestras sombras. «Metáforas y lirismo aparte, el poeta debe contar el momento que vive y no entiendo la poesía que no señala las miserias de la sociedad y las del propio poeta. Si no mostramos nuestras sombras no me puedo creer nada más. Veo un problema, más que en la consciencia, en la percepción que hay ahora de la belleza, la mía se aleja cada día más de los cánones establecidos. Me gusta pensar que es por rebeldía aunque quizás sea tara», zanja.

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