Diario de Valladolid

POESÍA

Dámaso, esencial y crudo en 'del desamor y de las furias'

El vallisoletano evoca lo perdido en un poemario que es también crónica del colapso del amor

Javier Dámaso, esta semana, en el edificio histórico de la Universidad, y portada de su nuevo poemario.  / J. M. LOSTAU

Javier Dámaso, esta semana, en el edificio histórico de la Universidad, y portada de su nuevo poemario. / J. M. LOSTAU

Publicado por
Julio Tovar
Valladolid

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Como un paisaje que anticipa su ruina, el colapso de sus elementos, y que podría ser el paisaje interior de cada uno de nosotros... Así son los versos despojados, crudos y esenciales que ha entregado Javier Dámaso (Valladolid, 1964) a la delicada editorial valenciana Ejemplar Único, que dirige el artista Gabriel Viñals. A su catálogo, en el que figuran poetas como Ana Pérez Cañamares, Nuria Ruiz de Viñaspre, Agustín Calvo Galán o Kike Parra Veïnat, el autor de El ángel de la tempestad (Editorial Páramo, 2018) acaba de incorporar Del desamor y de las furias.

Una veintena de poemas para una edición singular –cuenta con una tirada reducida de 25 ejemplares, acompañados por otras tantas obras pictóricas realizadas por el editor sobre prendas de vestir–, que el autor presentará el próximo 7 de febrero en el café del Teatro Zorrilla, a partir de las 20.30 horas, junto a Luis Díaz Viana, Pedro Ojeda y el editor.

Hay desgarro en los versos del vallisoletano, incluso en la primera mitad de un poemario que no anticipa todo lo que llegará al atravesar su ecuador, más nostálgica y contenida, en la que evoca un pasado lejano en el que todo era distinto, también el paisaje de su ciudad. ‘Todos los nuestros / miran / desde lejos. / Tengo memoria, / las mulas, / las casas, / la iglesia. / Todo’, escribe el vate en uno de los poemas. Acabará reconociéndose lejos de los suyos, tanto como aquella ave de la juventud que ‘murió tan lejos / de sus campos’.

«Esa primera mitad, escrita en un contexto de desamor del que se va tomando conciencia aunque no se hable expresamente de él, tiene un aire melancólico. Hay mucho de reflexión sobre la ciudad y sobre la experiencia vivida», advierte en declaraciones a este diario Dámaso, que subraya el contraste que surge en el encuentro entre el pasado y el tiempo presente.

Y la naturaleza, como una presencia que avanza invisible, tenaz y contradictoria, con sus propios ritmos. ‘¿Quién tiene el don / de desvelar / la naturaleza? / El viejo saber / de los ancestros / que perdimos / para siempre’, se pregunta Dámaso, que advierte de la paradójica relación que ha establecido el ser humano con su entorno, con sus raíces. «La invasión de lo urbano implica la eliminación de lo vegetal. Al mismo tiempo, también hay una invasión de lo vegetal en spacios que acaban invadidos, se ve en zonas rurales y de montaña, donde no se hacen ya determinadas tareas: lo vegetal vuelve a ocupar el espacio dejando una nueva catástrofe, porque lo que era un espacio armónico habitado en una relación de equilibrio, acaba en una situación desquiciada», matiza.

Las furias

Si en las primeras páginas Dámaso compara el amor con la madreselva que ‘atrapa’, y si en las mismas se pregunta si el desamor no será también una extensión vegetal a nuestro alrededor, en la segunda parte de Del desamor y de las furias el poeta muestra el proceso de descomposición de una relación, con palabras, silencios, inercias, frustraciones y reproches que van abriendo un vacío bajo los pies, de forma tan descriptiva que duele. ‘Seguir en la rutina, mansos, / como ganado / al abrevadero / o al pesebre’, escribe Javier Dámaso en uno de los poemas del libro.

«Las relaciones siempre son enormemente delicadas. Las experiencias pueden ser tan duras que hasta cueste nombrarlas. En ese sentido, a mí la poesía me sirve para poner el mundo en orden: nombrar las cosas hace que existan», proclama el autor de La edad de Hierro (Fundación Jorge Guillén, 2014).

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