Diario de Valladolid

La vida y el trabajo de Javier Martínez en su propia voz

Su hermano Julio Martínez publica un libro fruto de «unas largas, emotivas y profundas conversaciones»

El escritor y editor Julio Martínez con el libro que ha escrito sobre su hermano Javier Martínez, director del TAC.-PHOTOGENIC

El escritor y editor Julio Martínez con el libro que ha escrito sobre su hermano Javier Martínez, director del TAC.-PHOTOGENIC

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Ana de la Fuente

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Un «largo encuentro» de más de setenta horas a lo largo de muchos días entre dos hermanos: el escritor y editor Julio Martínez y el director artístico del TAC, Javier Martínez, desembocó en unas «profundas y emotivas conversaciones» que han fructificado en el libro Vida y Teatro: una conversación con Javier Martínez. Mañana se presentará en el LAVA (18,30 horas) editado por Fuente de la Fama.

Cerca de 200 páginas y numerosas fotografías que sirven para ilustrar momentos entrañables de la vida del alma máter del Festival de Teatro y Artes de Calle de Valladolid. Un libro que Julio Martínez ha querido dedicar a su hermano. A la vida y al trabajo de un ‘visionario’ de las artes escénicas capaz de lograr que, cada mes de mayo, el público se agolpe en las calles de la ciudad en busca de esos espectáculos que logran transfigurar lo cotidiano en excepcional.

Y lo ha hecho en su propia voz, desgranando las vivencias a través de las charlas que ambos mantuvieron en el bar Dickens, en las cercanías del Puente García Morato. Un lugar que el propio Javier eligió porque, según explica en el libro, es un espacio «sin voces, un lugar ordenado y limpio». «Seguramente sea el último bar de caballeros que queda en la ciudad, como un parque nacional para personas en riesgo de extinción». En una pequeña mesita apartada, bajo la luz de un pequeño flexo, y saboreando un agua con gas, Javier recorre su vida. Su niñez, su adolescencia, su época como estudiante de Medicina y como alumno interno del Hospital Villacián que tan profundamente le marcó, sus andanzas y luchas políticas o su incursión como gestor cultural en una ciudad en la que el emergió en una suerte de gurú de lo lúdico. Vivencias todas ellas salpicadas por un denominador común: su profundo amor por las artes de vanguardia y por el teatro concebido como un templo de libertad.

El libro arranca con un testimonio que refleja su fortaleza y sus ganas de aferrarse a la vida. «Yo nací con serias dificultades de hiposia cerebral. Tuvieron que operarme a los pocos meses de alto riesgo. Al acabar, mi madre fue a cogerme en sus brazos y el doctor Pérez Moreno se negó, pues pensaba que había muerto durante la intervención». Apenas unos párrafos después, recuerda cómo siendo todavía un niño, las artes y la calle comenzaban a rondar ya en su vida. «Un circo acampó junto a mi casa. Me enamoré perdidamente de la hija del domador y no tenía más placer que agarrarme de la mano de mi ‘novia’ los domingos por la mañana mientras daba de comer, entre los barrotes de la jaula, a tigres y leones. Todo terminó cuando una de las tías presenció la escena al volver de misa».

El libro recorre también los lugares que marcaron su infancia en Valladolid: el Pinar de Antequera, el paseo Zorrilla, la calle Capuchinos o el colegio San José, donde empezó a tomar los primeros contactos con las actividades culturales y el teatro experimental. Y también con el deporte de alta competición, otra faceta asombrosa de su particular biografía. Es precisamente de su afición al deporte a la que debe su famoso apodo de ‘Varillas’. «Vino a jugar a Valladolid un interior cedido por el Atlético que se llamaba Varillas. Quedé prendado de su estilo y empecé a exigír que me llamaran así en homenaje a mi ídolo». Y hasta ahora.

Deporte, teatro y calle. Fueron sus grandes pasiones. Por eso, el eje central de su trabajo al obtener la plaza como gestor cultural en el Ayuntamiento fue «abrir un espacio dedicado a las artes contemporáneas en la calle». Así, el libro hace una exhaustivo recorrido por la historia del TAC, unida indisolublemente a la de su historia personal Y es que su empeño y dedicación lograron que ese certamen que arrancó como un pequeño festival callejero instalado en pleno carnaval se haya convertido en todo un referente internacional. Firme defensor de que «no todo vale», Javier Martínez, según escribe Enrique Gavilán en el prólogo del libro, «es un director de talento, con intuición, decisivo en la fiesta del teatro que una vez al año trastorna Valladolid».

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