Diario de Valladolid

ELECCIONES 24-M LOS CANDIDATOS, JOSÉ SARRIÓN

El activista que mira hacia la izquierda clásica

Candidato de IU a presidir la Junta. Elegido por sus compañeros para encabezar la candidatura, su currículo vital es la historia de una militancia social, consustancial a su trayectoria política

José Sarrión, candidato de IU a presidir la Junta-Enrique Carrascal

José Sarrión, candidato de IU a presidir la Junta-Enrique Carrascal

Publicado por
Esther Neila
Valladolid

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Desde que tiene uso de razón es un activista de causas justas. Enrolado en el movimiento antiglobalización en Salamanca, en su época universitaria repartió pinchos de tortilla a la puerta de McDonald’s para protestar contra «la colonización cultural de las multinacionales». Antes de eso, siendo adolescente empezó a pedir la voz y la palabra contra la precarización laboral y las ETT y clamó para reivindicar la educación como derecho universal. Luego llegaron los encierros para tumbar la LOU o para censurar la guerra de Iraq. Curtido en mil batallas, se le antoja imposible recordar cuántas pancartas, cuántas octavillas, cuántas asambleas acumula su mochila. A partir de mayo, si las encuestas no se equivocan, José Sarrión se colocará detrás de una nueva trinchera: la tribuna de oradores del parlamento autonómico.

De partida no le convence el planteamiento periodístico de este perfil humano. Y empieza la conversación plantando su barrera:«preguntas personales no suelo responder, porque entiendo la política como la discusión de ideas». Argumenta que no es partidario de «generar una imagen de simpatía o antipatía en torno al candidato», que rechaza «la política espectáculo» y que él sólo es un militante más que ‘pone cara’ a «ideas colectivas».

Pese a sus reticencias, desvela algunos capítulos de su currículo vital, que es consustancial a su trayectoria política, entendida ésta «como militancia». Con quince años se afilió a las juventudes comunistas y entonces comprendió «que la política no podía ser la de los grandes parlamentarios que salen en la televisión, sino una actividad colectiva que practica cualquier ciudadano en su tiempo libre». Por eso, dice, «tan importante es un diputado como un vecino que se pone delante de la policía para evitar el desahucio de un parado».

Con «13 o 14 años» leyó el Manifiesto Comunista. «Otra cosa es que lo comprendiera», confiesa al constatar que el tratado marxista «sigue siendo objeto de debate 150 años después de su publicación». Precisamente la lectura fue su puerta de entrada al compromiso social, a través de textos críticos como la «sociedad represiva» descrita por Orwell o el feliz hedonismo vaticinado por Huxley. También fue precoz al escrutar las ideas de Thomas Mann, el Che Guevara, «algún pequeño libro de Engels» y artículos sobre la tradición republicana española, «ilustrada y democrática, aplastada luego por la Dictadura».

Sembrado ese germen intelectual, en la década de los 90, en los estertores del felipismo y los albores del ‘España va bien’, brotó en él la «fascinación» hacia IU, que representaba «la posibilidad de ser de izquierdas con dignidad». Y, en concreto, hacia la «coherente» figura de Julio Anguita, a quien los ortodoxos reconocen como el visionario que denunció contracorriente las secuelas que conllevaría el Tratado de Maastricht, pero que entonces era «ridiculizado como un quijote, un iluminado». «Le llamaban loco porque no le podían llamar ladrón», arguye Sarrión.

En el instituto impulsó un movimiento estudiantil de enseñanzas medias y sus reclamaciones pasaban por evitar «que las prácticas se usaran como mano de obra gratuita» y por exigir «un 7% del PIB para la educación». «Visto hoy, piensas ‘es increíble lo que hemos retrocedido’», reflexiona.

Aquel movimiento se integró luego en el Colectivo Estudiantil Alternativo, el CEA, donde también militó durante su etapa universitaria y cuyas principales reivindicaciones giraban en torno a la «precariedad como principal problema juvenil». En primero de carrera acompañó a los piquetes durante una huelga para protestar contra las contratas en el sector de la construcción. «Pusimos unas pancartas en la universidad para apoyar el paro y vino un decano escandalizado, preguntando por qué los estudiantes teníamos que meternos en los problemas de los obreros de la construcción, ¡si aquello no tenía que ver con nosotros!», relata para censurar esa «especie de resistencia elitista».

Lo que concitó un respaldo social más unánime fue el rechazo al Gobierno de Aznar por respaldar la invasión en Iraq. «Aquello fue gigantesco, todo el país en la calle, parecía el renacer de la movilización», ensalza. Su implicación en esa contienda social no se limitaba a organizar las protestas, sino que además promovía la reflexión en torno al conflicto:«al final todo esto trata de imaginarse otro mundo». Así, organizaban debates en los que un estudiante de Medicina contaba «las consecuencias de determinadas bombas químicas» y otro de Historia «hablaba de los orígenes del Imperio Otomano». Además, en respuesta «a un intento de criminalizar» aquellas jornadas de paro – «decían que éramos unos vagos y que no queríamos ir a clase», relata– montaban clases al aire libre, en ese hervidero de encuentro estudiantil que es la Plaza de Anaya, donde invitaban a los profesores para que impartieran la lección magistral. «Fue una etapa emocionante, de mucho aprendizaje», resume.

– Ycon tanta actividad reivindicativa, ¿le quedaba tiempo para estudiar?

– Por supuesto. Me precio de haber dedicado muchas horas al estudio. Para poder reivindicar hay que ser competente.

La elección de su carrera universitaria se explica también desde el compromiso. «Para mí estudiar Filosofía era una forma de interpretar la realidad», explica.

Tras licenciarse, hacer el doctorado y escribir su tesis, decidió opositar para Secundaria, «la salida natural de la carrera». Aprobó dos veces la convocatoria, pero «hoy en día eso no tiene nada que ver con tener una plaza», lamenta al denunciar el «increíble volumen de interinidad» en Castilla y León tras los recortes. «A lo que hay que sumar –agrega– el último disparo contra la Filosofía, porque la ley Wert ha sido criminal contra las humanidades».

Cuando trabajaba de forma intermitente haciendo sustituciones en institutos le contrató la Universidad Pontificia. Las relaciones con la dirección pronto se tornaron tensas y tras participar en la huelga general de 2012 el profesor Sarrión fue cesado por lo que él considera «un despido discriminatorio». Demandó a la universidad pero pactó su readmisión antes del juicio. «Se plegaron porque podíamos probar que aquello era un despido ideológico», relata. Para entonces había recabado 200 firmas de apoyo entre profesores y representantes de la cultura, entre ellas, las rúbricas de Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero.

– ¿Ycómo lleva ahora lo de trabajar para una universidad de la Santa Sede?

– Pues mire, yo soy cristiano de base. No acepto los dogmas de la Iglesia, pero sí soy un cristiano ético práctico.

– ¿Ypracticante?

– Quizá más practicante que creyente. El cristianismo tiene un mensaje social revolucionario a favor de la igualdad. Otra cosa es la Iglesia, una institución política y económica creada sobre unos privilegios. Pero mi inicio en la política está muy ligado a la fe cristiana que mamé en casa y en catequesis.

– Entonces podría decirse que el primer líder político al que admiró fue Jesucristo.

– Bueno, je, je, es que la tradición del cristianismo, que en Latinoamérica llamaron Teología de la Liberación, es una construcción preciosa. Yuna corriente de la izquierda siempre ha respondido a ese mensaje. Lo que pasa es que la derecha ha usado la fe cristiana como un folclore para ligarse a la cultura de la gente.

Cuenta que su afición principal es la lectura y el cine y se declara incondicional de Pasolini y del neorrealismo italiano, de la Nouvelle vague y del cine latinoamericano que emerge en los años 60.

– ¿Prefiere la poesía de Luis García Montero o la de Rafael Alberti?

–Alberti, es otra de las razones por las que entré en política. ¡Es que poder militar en el partido de Alberti, de Neruda o de Miguel Hernández es algo que no puede decir cualquiera!

– ¿Ysus gustos musicales?

– Luis Eduardo Aute, por la extraordinaria poesía de sus letras, y Javier Krahe, por su magnífica mordacidad.

No conduce ni tiene carné porque nunca lo ha necesitado y porque reivindica la vida sin coche. O, al menos, «que no sea obligatorio» por un «modelo urbanístico que obliga a los ciudadanos a vivir en el extrarradio». Defiende el uso de la bici como movilidad sostenible en la ciudad, pero él tampoco pedalea, porque vive «a diez minutos andando del trabajo».

Presentar su declaración de bienes será «muy fácil», asegura, porque no tiene vivienda y su única ‘propiedad’ es un sueldo mensual y 12.000 euros ahorrados. Ese salario asciende a 1.245 euros en quince mensualidades y será lo que ingrese si después de los comicios se dedica en exclusiva a al parlamento. El resto de la nómina que le procuren las Cortes irá «a la organización».

No cree que la función de la izquierda consista en «ser extremista, pero sí radical», para atajar «desde la raíz» el «problema neoliberal que nos ha traído hasta aquí». Por eso le escuece que Podemos se haya zafado de la etiqueta de ‘partido de izquierdas’ para buscar un respaldo mayoritario en las urnas. Y que no haya «aprovechado su auge para hacer pedagogía política y poder construir un polo de izquierdas en el país, que es lo que hacía falta». Él, como buen profesor, se detiene para explicar la lección:

-Podemos ha hecho un análisis erróneo. Creían que lograrían una mayoría social poniendo en práctica la tesis de los ‘significantes vacíos’, que consiste en crear un discurso ideológico calculadamente abstracto y ambiguo para que cualquier persona lo pueda rellenar, proyectar. Eso se concreta en usar términos como ‘casta’ o ‘régimen’. ¿Cuál es el problema?Que eso lo hace mejor la derecha. YPablo Iglesias puede tener su tirón pero luego ponemos a un Albert Rivera, que es lo mismo pero con un discurso neoliberal, eso sí, bien peinado y más formalito y la estrategia empieza a bajar.

Con la moderación del discurso, Podemos «se ha alejado»de la convergencia con la coalición de izquierdas. «Fíjese, esto es interesantísimo, porque a Izquierda Unida siempre nos han castigado los votantes cuando nos moderamos:Julio Anguita, quizá el coordinador más radical, fue el que tuvo más votos, porque al final la gente aprecia la honradez», destaca. Tanto Alberto Garzón como Sarrión defienden «que a la izquierda del PSOEtiene que haber una única organización política». «Y antes que nosotros ya lo decía la Pasionaria;ese es el viejo sueño de la izquierda», agrega.

Siendo partidario de confrontar con «profundidad» y «sin complejos» la dicotomía izquierda-derecha, admite que el debate entre lo nuevo y lo viejo le pone «muy nervioso». Tampoco concibe la juventud como un valor en sí mismo: «Yo he aprendido política de gente mayor como Marcelino Camacho, que es la persona que más admiro en política».

Desde que fue designado candidato hace cuatro meses, lleva 15.000 kilómetros recorridos por Castilla y León, con un ritmo de trabajo «más intensivo». Tras su paso por la política institucional, dure cuanto dure este periodo, en el futuro volverá a las aulas, sin duda, porque la docencia es su pasión. Y porque cree que «parte de los problemas de los políticos actuales es que abandonan su espacio profesional y nunca vuelven». Olo hacen «a través de una puerta giratoria».

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