TRIBUNALES
Condenado a 16 años de cárcel por violar y pegar a su hija de doce de Valladolid durante tres años
La sentencia describe cinco violaciones, agresiones físicas y otro tipo de prácticas sexuales

La Gerencia de Servicios Sociales de la Junta en Valladolid llegó a atender a la víctima durante los años de abuso sexual del padre.
Por lo general, las sentencias judiciales recogen los hechos y posteriormente una condena ajustada a los mismos. En este caso, la prólija resolución –40 páginas, con protagonistas anonimizados– aporta dos informaciones: la condena al padre de la víctima, por violación continuada, y una historia vital desgarradora de la menor por boca de los múltiples testigos que declararon en la fase de instrucción y en el juicio.
Su existencia es, por resumirlo de forma rápida, la de una bebé –luego niña y adolescente– que nunca conoció el cariño. Al menos hasta que cumplió los 15 años. Hoy tiene veintiuno.
Esta desgraciada existencia es la que recoge la reciente sentencia 95/2025 del TSJ del País Vasco, a la que ha tenido acceso este diario, que condena a su padre a penas que suman 16 años y tres meses de cárcel por violar repetidamente a su hija, a la que también agredió físicamente en distintas ocasiones mientas la menor tenía entre 12 y 14 años de edad.
El calvario de de la hija se prolongó durante tres años (2016, 2017 y 2018) en dos escenarios: en Valladolid, donde residía la víctima con sus abuelos, y en San Sebastián, el domicilio de su padre (y también de la nueva mujer de éste). Por esta razón, el juicio se celebró el pasado mes de mayo en la capital guipuzcoana con el resultado de la citada condena. Ahora ha sido el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco el que ha ratificado los 16 años y tres meses de cárcel, más una indemnización de 50.107 euros.
La resolución judicial describe cinco violaciones y otro tipo de prácticas sexuales perpetradas por el inculpado contra la menor a lo largo del citado período, a pesar de la oposición de la niña, quien le decía: «Para, que me haces daño».
Una víctima que, en realidad, solo ha conocido infortunios y desgracias desde que estaba en la cuna. Sus padres (él, militar de profesión, con nacionalidad española, con tres hijos de dos mujeres diferentes; ella colombiana) se separaron cuando tenía solo siete meses. Luego vivió de niña con su bisabuela en Colombia hasta los 7 años, donde tuvo que salir de urgencia tras detectar los servicios sociales de aquel país que padecía una severa desnutrición, para vivir posteriormente con su abuela y su abuelo paternos en Valladolid desde los siete (quinto de Primaria) a los trece años.
Sin contar los casos de agresiones sexuales de su padre, en este período tuvo que sobrellevar un impacto más: el asesinato de su abuela materna en Colombia.
Pero la etapa vallisoletana con sus abuelos transcurrió con más desgracias: acabó en 2017 con la menor denunciando a sus abuelos por malos tratos, hasta el punto de que su abuelo tuvo orden de alejamiento.
En esa fecha fue acogida por los Servicios Sociales de la Junta de Castilla y León en Valladolid. De hecho, en el caso judicial llegaron a declarar como testigos un educador de menores del centro de Valladolid donde la víctima pasó seis meses. También tuvo relación directa, según la sentencia, una técnico de Protección a la Infancia de la Junta de Castilla y León.
Posteriormente, fue atendida por los Servicios Sociales de San Sebastián. Y más tarde, hasta la primavera de 2018 , residió en el domicilio de su padre en la capital guipuzcoana. Las agresiones sexuales y otros delitos sobre la hija se frenaron en seco el 28 de mayo de 2018 cuando, ya en San Sebastián, el Juzgado de Instrucción 5 de Donostia dictó auto de adopción de medidas cautelares, imponiendo al padre la prohibición de aproximarse a ella a menos de 200 metros y de comunicarse con ella por cualquier medio.
La reciente sentencia 95/2025 del TSJ del País Vasco, a la que ha tenido este diario, recoge que los hechos se cometieron en igualdad de ocasiones en Valladolid como en San Sebastián, ya que recalca que el comportamiento, al menos de tocamientos y abusos, tenía «una asiduidad de casi todos los días».
Le retorció el brazo
Igualmente, relata distintas agresiones físicas ocurridas en el contexto de discusiones en las que en una oportunidad le agarró del pelo y del cuello «ahogándola», mientras que en otra le retorció un brazo.
La sentencia detalla que el condenado también «amedrentaba y atemorizaba», incluso con la correa del perro a su hija y le advertía de que si contaba lo ocurrido «la sacaría del centro escolar al que acudía», así como de la actividad deportiva (judo) que practicaba o que denunciaría a su madre. También le controlaba el teléfono móvil y con qué amigos quedaba, ya que llegó a decirle a su hija: «Eres mía y de nadie más, soy tu novio».
Una amenaza que surtió efecto, ya que, ante los Servicios Sociales de la Junta en Valladolid, refirió que perdió la virginidad con un chico del centro de menores (algo falso) para no confesar que había sido su padre.
La sentencia impone al militar catorce años como autor de un delito de agresión sexual, así como otros dos años y tres meses más como responsable de tres delitos de maltrato no habitual.
Igualmente, le prohíbe aproximarse a la víctima y comunicarse con ella durante 16 años y nueve meses, le impide desarrollar cualquier profesión relacionada con los menores durante siete años, y le impone siete años de libertad vigilada una vez sea excarcelado. La sentencia obliga al procesado a compensar a su hija con 50.107 euros por el daño causado.
El apartado de hechos probados, recoge que en verano de 2017, hallándose en la casa de Donostia con su hija, que tenía 12 años en aquel momento, el acusado entró en la habitación de su hija. Se acostó en su cama y le realizó contra su voluntad tocamientos en el pecho, llegando a cogerle fuertemente de la mano y a ponérsela en su pene, tocándose la zona genital con la mano de la menor, al tiempo en que le decía ‘mira cómo me pones, me gustas mucho.’ Al día siguiente el procesado accedió nuevamente a la habitación de su hija, se bajó los pantalones, le bajó a ella la ropa que llevaba puesta y, estando tumbados en la cama, le introdujo el pene en la vagina.
Violada en un garaje de Valladolid
Posteriormente, en la ciudad de Valladolid donde en ese momento residía la menor, perpetró otro acto brutal. Fue el día 21 de junio de 2017, mientras se hallaba el procesado con su hija en el garaje de la casa de los abuelos de Valladolid. Le empezó a hacer sin su consentimiento tocamientos. en la zona del pecho, tras lo cual introdujo a la menor en la parte de atrás de un turismo y, en su interior, la penetró vaginal y analmente.
Cuando la menor se trasladó a vivir al domicilio familiar, sito en Donostia en el que residía el procesado con su mujer y sus hijos, un día del mes de abril de 2018 sobre las 23.30 horas, durante una discusión entre el procesado y su hija en la casa en la que residían de San Sebastián, con intención de atentar contrala integridad física de aquélla, le cogió del pelo y le agarró del cuello, ahogándola.
Agresiones en aumento
El día 18 de mayo de 2018 el procesado, en la vivienda en la que residía junto con su hija en Donostia, con ánimo de menoscabar la integridad corporal de aquélla, en el seno de una discusión, le cogió del antebrazo, retorciéndoselo.
Durante la tarde del mismo día, el procesado acudió a la habitación de su hija, se bajó los pantalones, la puso en la cama boca abajo contra su voluntad, al tiempo en que la sujetaba fuertemente e introdujo su pene en la vagina de la menor.
En una ocasión, en mayo de 2018 sobre las 3 ó 4 horas de la mañana, el procesado, hallándose en la habitación de la víctima de la vivienda de Donostia, le bajó el pijama a su hija, que se encontraba dormida, y la empezó a lamer la zona de la vulva, despertándose en ese instante. Acto seguido, el acusado condujo a su hija sin su consentimiento a la cocina y la penetró analmente. El día 21 de mayo de 2018 sobre las 23 horas, el procesado, estando junto con su hija, en el salón de la casa de San Sebastián, le dijo a la menor que fuera a la cocina y, al manifestarle ella que no, la cogió del brazo y la llevó hasta la cocina. "Una vez en la cocina, el procesado le bajó el pijama a la menor, la puso de espaldas a él y le introdujo su pene en el ano de su hija contra su voluntad", recoge la sentencia del TSJ vasco.