Valladolid honra a sus difuntos en un Todos los Santos lluvioso

Ni el cielo gris ni la fina lluvia que cayó sobre Valladolid durante todo el día pudo con la tradición del Día de Todos los Santos. El goteo de personas fue incesante desde primera hora en los cementerios municipales, El Carmen y Las Contiendas. Paraguas en una mano y un ramo de flores en la otra. Esa fue la estampa de un 1 de noviembre en el que el recuerdo a los que ya no están se impuso a las inclemencias del tiempo.

El asfalto mojado del camposanto de El Carmen reflejó las luces de los puestos de flores instalados en la entrada. Crisantemos, claveles y rosas pusieron la única nota de color vivo a una jornada teñida por la melancolía del otoño. Dentro, el murmullo de las conversaciones se mezcló con el sonido del agua al golpear los paraguas. Familias enteras recorrieron los pasillos de nichos y panteones en un respetuoso silencio, interrumpido solo para señalar una lápida o compartir una anécdota.

A pocos kilómetros, en el cementerio de Las Contiendas, el panorama fue similar. Sus pasillos más anchos y su diseño más moderno acogieron un flujo constante de visitantes. Cabe recordar que este camposanto acaba de sumar a sus instalaciones el jardín de las cenizas y un muro del recuerdo para las familias que optan por la cremación.

Este tributo anual transforma los cementerios por unas horas. El mármol frío y la piedra gris se cubren de un manto de color que permanecerá durante días. Es el símbolo visible de un recuerdo que, como demostraron este sábado los vallisoletanos, no se diluye con la lluvia ni se apaga con el paso del tiempo. La tradición se impone, un año más, como un acto íntimo y colectivo que conecta generaciones a través del recuerdo.