La calle de los maestros de Valladolid

Rastrojo, Barbecho, Arado, Trilla, Cebada,Gavilla, Era... Son los nombres de algunas de las calles y plazas del barrio vallisoletano de la Huerta del Rey. ¿Y por qué estas denominaciones? La zona en la que se ubican formó parte de los terrenos que tuvo Felipe III. El Ayuntamiento de Valladolid se los ofreció en 1605 al monarca, deseoso de contar con un extenso parque y un cazadero en la capital. Así surgió Huerta del Rey, un barrio dividido en dos por la Avenida de Salamanca. En la zona más cercana al centro de la ciudad se encuentra el polideportivo que lleva este mismo nombre y que es el escenario de los partidos de balonmano del Recoletas Atlético Valladolid y del Caja Rural Aula Valladolid. Lo fue también durante muchos años del desaparecido Fórum Filatélico hasta su traslado al polideportivo Pisuerga. En la otra zona de Huerta del Rey, situada junto a la Feria de Valladolid -antes Feria de Muestras- y el barrio Girón, se encuentra la calle Rastrojo, la gran arteria del entorno, donde se encuentra el Centro de Salud.

Mucho antes de que el Ayuntamiento urbanizase la calle, los primeros vecinos fueron maestros que en los años 70 ocuparon las viviendas que se fueron edificando. Eran casas bajas y allí se establecieron en régimen de cooperativas. Profesionales del sector de la enseñanza encontraron en la calle Rastrojo el lugar idóneo para vivir. Se encontraba en una zona céntrica de la ciudad y el desplazamiento a los colegios e institutos no les llevaba mucho tiempo. Años después se construyeron viviendas de varias alturas, situadas en la misma acera del Centro de Salud, que fueron recibiendo nuevos vecinos.

La calle Rastrojo, con una longitud que se acerca a los 900 metros, comienza junto al edificio de Intrum, que ocupa el espacio que albergó durante muchos años la Fundación Cristóbal Gabarrón, y termina en la parte de atrás de la Casa del Deporte, muy cerca de la Feria de Valladolid y unos metros más adelante del Centro de Salud. Es una zona de muchísimo tránsito y es que en uno de sus tramos hace esquina con la calle Rigoberto Cortejoso, donde conviven los trabajadores de hasta tres consejerías de la Junta de Castilla y León, Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio, Agricultura y Ganadería y Movilidad y Transformación Digital.

Studio 2 es el establecimiento más veterano de la calle. El negocio, regentado por Javier Álvarez y Marisa Acero, acaba de cumplir 41 años. Los propietarios de la peluquería celebran la fidelidad de sus clientes y se congratulan de haber elegido esa zona para instalar este lugar donde la belleza y el estilo se «fusionan» para crear una «experiencia única». Pocos metros más adelante aparece la librería Papiro, que se acerca a las cuatro décadas de estancia. Luisa de las Moras también muestra su satisfacción por los buenos momentos vividos a lo largo de los 37 años que lleva atendiendo a sus clientes, no sólo de la calle, sino también del barrio entero.

Los alumnos del colegio Francisco Giner de los Ríos y del IES Vega del Prado reciben a diario el magisterio de los profesores. El colegio de Infantil y Primaria, con María Teresa González de directora desde hace 9 años, cuenta con los más pequeños del barrio y tiene como vecinos a los peques que acuden a la Escuela Municipal Fantasía. El instituto se encuentra en la Plaza de la Cebada aunque uno de sus laterales forma parte de la calle Rastrojo. Niños y niñas, chicos y chicas, le dan mucha vida a la calle. A primera hora de la mañana comienzan a ocupar sus asientos. Los más pequeños llegan acompañados de padres y abuelos y los mayores ya tienen la autonomía adquirida con el paso de los años y cargan sus repletas mochilas con libros, cuadernos y carpetas.

Lo primero que ven los alumnos del Vega del Prado tras salir del instituto es la Plaza de la Cebada. Ellos conocen bien el lugar pero cualquier transeúnte que esté dando un garbeo por la zona tiene que adentrarse porque está semioculta. Así lo indica Juan Carlos Puente, presidente de la Asociación Vecinal Pisuerga. «Cuando salió la licitación hubo un concurso de ideas al que se presentaron alumnos de Arquitectura y se llevó el premio de mejor diseño. Pero apenas se ve por los taludes de tierra y los árboles grandes. Está casi en desuso. La Plaza no tiene la vida que debería», añade el presidente de los vecinos.

El barrio en general no cuenta con muchos establecimientos y la calle Rastrojo se lleva la palma gracias a las tiendas y a los bares, que son puntos de encuentro en muchísimas ocasiones. El Cenachero es el primer bar que nos encontramos y está repleto cuando se juntan los alumnos del Vega del Prado a la hora del recreo. Ellos regresan después a las aulas y los que cogen el relevo son los vecinos que acuden a tomar un café o a echar un trago del vino elegido. La animada conversación está garantizada y es que Javier Gómez recuerda que es un bar motero por los cuatro costados. El bar Cenachero abrió sus puertas en 1988 y lo hizo Luis Gómez. El padre puso el punto final a su trabajo después de una intensa actividad al otro lado de la barra y ahora es su hijo quien mantiene los clientes de toda la vida y ha incorporado otros muchos. Son clientes y amigos de la casa y esa es la frase que más gusta a quienes se dan un buen madrugón todos los días para tener a punto la cafetera cuando llegan los primeros vecinos. Javier afirma que están «bien contentos» en esa calle y celebra la presencia los viernes de los integrantes de tres clubes moteros de Valladolid.

Black Bee es otro bar que ha permanecido en la calle Rastrojo. Eli, al frente ahora del negocio, recuerda que con anterioridad el establecimiento se llamó Sema. En 2011 comenzó a trabajar de camarera y cuatro años después se convirtió en propietaria. «Estamos en una zona estupenda», señala ante la presencia de un buen grupo de clientes que agradecen la cordialidad con la que son atendidos día tras día, En la misma acera se encuentra otro bar, Habanita, e Intrum, compañía de servicios de gestión de crédito y activos inmobiliarios que tras su etapa anterior en La Cistérniga se instaló en el edificio que albergó la Fundación Gabarrón. Muy cerca hay varios comercios como Kiosco Begoña, Fisiomat, Asesores Consultores y Renault Service, así como Fundamay, centro tutelar de personas mayores.

Cuatro parroquias se ubican el barrio y la más cercana es la de San Vicente de Paúl. Allí se dan cita los vecinos de Rastrojo y de las calles adyacentes. El párroco, Natalio Calvo, ha cumplido 22 años, a los que se suman otros 15 que estuvo al frente de San Pascual Bailón, también en Huerta del Rey. Lo más llamativo de San Vicente de Paúl es que el lugar en el que se ubica fue un campo de fútbol por el que pasaron cientos y cientos de vecinos de todo el barrio. El templo fue construido en 2000 y hasta entonces las tareas parroquiales se desarrollaban en un local del barrio. Allí se celebraban las reuniones con los vecinos del entorno.

La actividad es incesante al final de la calle Rastrojo. Antes de llegar a la trasera de la Casa del Deporte nos encontramos con la calle Rigoberto Cortejoso. Allí es imposible encontrar una plaza de aparcamiento, lógico si tenemos en cuenta la presencia de las tres consejerías del Gobierno regional ya mencionadas.

El Ayuntamiento acometió en 2022 una serie de obras para ensanchar la acera, mejorar el alumbrado y colocar nuevos bancos a través de los presupuestos participativos. Pero la mayor reivindicación de quienes residen en Rastrojo, años atrás y en la actualidad, es la mejora del servicio de autobuses urbanos. «No llegan hasta los hospitales. Por aquí pasa el número 6 pero luego hay que coger otra línea», señala el presidente de la Asociación Vecinal Pisuerga. Lo mismo ocurre cuando los vecinos tienen que acudir al Centro de Especialidades Arturo Eyries y es que la parada más cercana se encuentra en la Avenida Ramón Pradera y hay que tener en cuenta que en la calle Rastrojo y en las más cercanas sobresalen las personas de avanzada edad y el paseo desde sus casas no es tan ligero como el de los chavales. «Tenemos 4.000 vecinos aislados», asegura Puente.