«Los niños empiezan a ver porno a los nueve años»
Alejandro Villena, sexólogo y miembro del Comité de Expertos de Gobierno, imparte este viernes una conferencia en Simancas sobre los retos y consecuencias de la pornografía en adolescentes

Alejandro Villena, sexólogo y miembro del Comité de Expertos del Gobierno, junto a su libro ‘¿POR qué NO? Cómo prevenir y ayudar en la adicción a la pornografía’
Nueve años. Esa es la edad a la que acceden al primer vídeo de contenido pornográfico los niños. A la vez que leen cuentos infantiles y ven dibujos animados, comienzan a consumir vídeos pornográficos.
Así lo desgrana en su libro ‘¿POR qué NO? Cómo prevenir y ayudar en la adicción a la pornografía’ Alejandro Villena Moya (Marbella, 1992). Psicólogo y sexólogo clínico, Villena forma parte además del Comité de Expertos del Gobierno, que tiene como objetivo generar un entorno digital seguro para la juventud y la infancia.
Villena imparte también conferencias en las que trata de brindar herramientas y espacios de aprendizaje a las familias de sus socios y amigos para avanzar en la educación integral de sus hijos con respecto a los problemas que genere en niños y adolescentes la pornografía. En esta ocasión, celebra este viernes una de ellas en Simancas. Nunca había sido tan fácil acceder a ello, y es que con un simple click se obtienen 1.490.000.000 resultados en 0,36 segundos y las redes sociales se han convertido en el escaparate perfecto para ello.
Los estudios son claros: el consumo ha cambiado. «Los niños empiezan a ver porno a los nueve años. Antes tenías que ir a por una revista o a un kiosco. Ahora la pornografía es la que viene a por ellos, porque al final es como una pandemia que se expande», explica el sexólogo.
La industria de la pornografía se enfoca en la población joven, donde sabe que tiene muchos consumidores. «Nos hemos encontrado con una industria que recibe billones de visitas mensuales, duplicando a Netflix o a TikTok», explica el sexólogo.
Las consecuencias de este consumo temprano causan en los menores una visión distorsionada de las relaciones sexuales. «Es como si una persona aprendiera a conducir viendo carreras de Fórmula 1. Convierte al final el sexo en algo más utilitario, en un producto, en usar a la persona, en lugar de cuidarla».
Pero, ¿qué pueden hacer los padres para prevenir el acceso a este contenido a tan temprana edad? El sexólogo cree que la respuesta está en «las cuatro luces en las sombras»: educación digital, educación sexual, educación emocional y sensibilidad y educación en pensamiento crítico.
Villena apunta también a la cosificación que produce la visualización de imágenes tan explícitas y que está directamente relacionada con el aumento de la violencia sexual. «Favorece la la instrumentalización de las personas, aumenta la probabilidad de ser violento, aumenta el sexismo hostil, los estereotipos de género y los mitos de la violación, lo que es una gasolina para esas agresiones sexuales en la vida real, para no tener un criterio de cuándo estoy llevando a cabo violencia o cuándo no», desarrolla.
Los estudios indican que les produce más atracción a los chicos, además de tener más fácil llegar a convertirse en adictos. Pero el consumo no se queda solo en su habitación, sino que luego lo replican en sus propias experiencias, afectando a su vida sexual. «Les hace compararse con otros, generando problemas con su autoestima corporal y sexual, aumenta los niveles de soledad e incluso erección en el caso de los varones puede deteriorarse».
Además, el impacto es diferente para los chicos que para las chicas. «La chica tiene menos probabilidad de adicción, porque tiene la sensibilidad más fina para rechazarlo. Les genera más rechazo». Pero, paradójicamente, luego imitan estas conductas en sus relaciones íntimas. «Ellas replican ese modelo para intentar agradar a los varones, a veces por integrarse, por la presión de sus iguales o porque una pareja le pide que lo consuman de forma conjunta».
El sexólogo apuntilla también que la sociedad actual esta hipersexualizada, siendo la pornografía solamente «la punta del iceberg». «Hay una especie de perfume que impregna todo lo visual, la manera de relacionarnos, el contenido cultural y las propias redes sociales que buscan provocar la excitación de las personas que hace que la sexualidad pierda valor».
Preguntado por si consumir este contenido de manera casual produce algún beneficio, él lo tiene claro: Aunque existen diferentes niveles de adicción en función de la explicitud y la frecuencia, siempre hay consecuencias. «Para mí no hay pornografía sin sus consecuencias. El primer consumo ya es el inicio en potencia de la adicción, la agresión o la disfuncción», concluye.