La calle de Valladolid que despidió al cartero

El espejo esconde un pasadizo. Detrás del cristal enmarcado que hoy luce el Bar del Cine Embajadores de Las Delicias de Valladolid se encontraba el espacio que conectaba la sala donde se proyectaban películas en sesión continúa con la cafetería que todavía permanece abierta. Ese cine de barrio no corrió la misma suerte y las nuevas generaciones no han conocido más que anécdotas sobre él. 

Un paseo por la calle Embajadores lleva a una conclusión por encima de las demás: esta arteria del barrio perdió el elemento más distinguido y diferenciador con el que contó, su cine, que, sin embargo, permanece en la memoria de quienes desde alguna de sus 650 butacas disfrutó de la dupla de títulos que tocara, un wéstern y una romántica; una de acción y una comedia... Películas encadenadas, pero no de estreno, para mayores y también para jóvenes, desde marzo de 1967 hasta 1985. 

El título elegido para fundir a negro y despedir ese rincón del séptimo arte fue la famosa ‘El cartero siempre llama dos veces’, protagonizada por Jack Nicholson, Jessica Lange y Anjelica Huston. ‘Despidieron’ al cartero de la peli, despidieron al cine y dijeron así adiós a las tardes cinéfilas cerca de casa. Porque tampoco corrió mejor suerte el otro cine de la zona, el Delicias.

El cine era el patrimonio más reconocido de esta calle extralarga que da a un extremo al Paseo Farnesio y por el otro, tras atravesar la plaza del Carmen –el punto neurálgico del barrio–, continúa hasta Arcas Reales. La calle Embajadores no conservó este reclamo de ocio, pero sí mantiene abiertos multitud de negocios, algunos con cambio de dueños, pero en cualquier caso sin apenas verjas bajadas, salvo un par de excepciones.

Esta es una de las arterias comerciales de este barrio tradicionalmente obrero. En paralelo a la Avenida Segovia, acumula bares que intercala con tiendas de comestibles y otros servicios, como peluquerías, carnicería, zapatería, de electrodomésticos e incluso una autoescuela, entre otras ofertas que incluyen también la compra de coches, la venta de bicis de primera y de segunda mano, bazares, tiendas de ropa, de puertas, neumáticos, un supermercado...

Si el nombre del barrio, Las Delicias, fue resultado de su similitud con otro de Madrid que también nació al calor del ferrocarril y cobijó a quienes trabajaban en él, con el nombre de esta calle sucedió lo mismo. Así lo plasma quien fuera cronista de Valladolid, Juan Agapito y Revilla, en sus publicaciones: «Por ese afán de imitación en personas de no grandes iniciativas [...] no encontraron otro nombre apropiado para bautizar la calle que se iniciaba al final del siglo XIX que el de Embajadores, al recordarles a la del mismo título de Madrid, tan popular y conocidísima».

Aunque el relevo de propietarios es muy frecuente en los últimos tiempos en esta calle, igual que en el resto del barrio, hay quienes se mantienen con el paso de los años y recuerdan cómo ha cambiado Embajadores y también Las Delicias en su conjunto. En esta vía tan transitada de día, desde Puertas Cuéllar, Óscar, uno de los tres hermanos que regenta el negocio familiar fundado en 1987, asegura que «Embajadores sigue siendo una calle comercial, la segunda después de la Avenida Segovia, con pocos locales cerrados». Este comerciante de 58 años cuenta cómo aprecia los cambios de la zona detrás de su mostrador. «Se nota la inmigración, que ahora hay más vecinos de otros países también, y que la gente se hace mayor», apunta antes de comentar cómo «de crío» acudía al cine a «ver algunas del oeste».

A pocos metros se encuentra otro de los establecimientos célebres del lugar. El bar El Tío Pepe, que abrieron en el año 2000 Dunia y Santi (como así conocían a Santiago Martín -ya fallecido- los que le apreciaban). «Han cambiado las infraestructuras, antes se aparcaba, pero ampliaron las aceras y ya no se pudo. Es lo que más echo en falta», indica Dunia Pérez, que también señala el envejecimiento de esta parte de la ciudad. «La gente joven busca más comodidad, garaje, trastero... y aquí los edificios son viejos y no suelen tener». En cuanto a momentos de antaño, ella se acuerda de cómo Embajadores acogía «los carruseles y las ferias» a un lado, y al otro, las verbenas.

Por lo demás, vuelve a salir en la conversación el cine. Al otro lado de la barra de este clásico, uno de los ‘fijos’, Diego Valderrama, afirma que «solían poner una película de acción y otra de pasteleo". "Vimos muchas de Bruce Lee y las de Bud Spencer y Terence Hill». «Y alguna en blanco y negro», agrega Dunia. «Al principio de la calle, junto a Farnesio, había una fuente», evoca Diego. De ahí que el bar que da la bienvenida por ese lado de la calle se llame El Manantial, antes regentado por Mariano, y después tomadas "las riendas por Carlos, quien trabajó allí de camarero".

Otro clásico en una calle repleto de ellos, es el café bar La Suerte, que cuando los padres de José Luis adquirieron se llamaba bar Bilbao. «Embajadores tiene vidilla, por lo menos por esta zona cercana a la plaza del Carmen», opina este hostelero. Coinciden con él Paula Salcedo, del Mercado de la fruta Paola; Sandra Cabrera, de Copi +, y Tamara Rodríguez, de la tienda El probador de Ada. «Es tranquila, pero conoces a todos los clientes», señala Paula. «Pasa mucha gente y como estamos al lado de una plaza tan grande se ve desde lejos», indica Sandra. «Hay bastante público, el Gadis da movimiento. Estoy contenta porque tenemos un poco de todo», resalta Tamara.

En el taller de reparación de calzado R. Martín, «la zapatería más antigua de Delicias», atiende Alberto Díez. «No he notado muchas diferencias porque siempre he trabajado bien, con constancia y paciencia», confiesa.

Jorge Pedro regenta junto a su mujer desde 2007 el Bar del Cine Embajadores (también conocido como ‘El bar de la sepia’), que antes tuvo otro propietario: el establecimiento abrió en 1974. Él afirma que echa «mucho en falta el aparcamiento», que la calle es concurrida y que sí, el vecindario envejece. Tras la barra, señala el espejo donde antes había una ventana para atender a los del cine. Conserva fotografías de antaño, cuando aún se arremolinaba más gente a las puertas del ya desaparecido Cinema Embajadores. Por fortuna, la calle sigue en su recorrido de sesión doble, antes y después de la plaza del Carmen, y no parece que conocerá la palabra 'fin'.