La calle del pasado industrial de Valladolid

Es una calle «con mucho tráfico y tránsito», en la que el comercio tradicional convive en armonía con las nuevas tendencias. Los establecimientos otorgan vida. Un simple paseo sirve para constatar que no falta de nada: panadería, frutería, carnicería, pescadería, farmacia, zapatería, peluquería, floristería, mercería, taller mecánico, cosetodo... y, sobre todo, bares. Muchos locales en los que disfrutar de un tentempié antes de proseguir con la jornada, como Tropezón, Brisas o Flor, pero también en los que deleitarse sin prisa de una suculenta comida o cena, como es el caso de La Dársena de La Victoria. Un amplio abanico de opciones que no deja indiferente a nadie.

La calle Dársena forma parte del centro del barrio de La Victoria junto a Fuente el Sol y Júpiter. Un trío de ases muy vinculado a la industrialización en una zona «fuera del puente». Esta arteria toma su nombre de su estrecha vinculación con el Canal de Castilla y la dársena, un «elemento fundamental» en el desarrollo industrial de la ciudad, según explican desde la asociación vecinal Los Comuneros.

Y es que en esta vía se ubicó la primera fábrica de cartonaje San Cayetano, un «referente» del sector. Al calor del cartón surgieron otras pequeñas industrias, como una cervecera, que contribuyeron al dinamismo económico del barrio. De aquella época la calle guarda en sus entrañas un testimonio: las viviendas que cobijaron a las trabajadoras del antiguo complejo textil de Hemalosa, reflejo del papel de la mujer en la industria local. La histórica fábrica certificó su final en 1980 con el despido de sus cerca de 150 empleadas. La pasión que albergaban los muros de la fábrica textil ahora solo persiste en estos bloques de pisos.

Del desarrollo industrial al ocio. Esta calle fue –y es– espacio de ocio y encuentro. Los de más edad tienen constancia de ello, los demás de oídas y de lo que han leído. La discoteca Yes fue la única del barrio hasta finales de los 80. Un «punto de referencia», relatan desde la asociación Los Comuneros, para la vida social de la zona. Entre canción y baile, los habituales experimentaron el riesgo de tomar decisiones que les cambiarían la vida, cometieron errores, conocieron gente con vidas opuestas, aceptaron retos, se cayeron y se volvieron a levantar... Un lugar en el que crecieron y se divirtieron a ritmo de los mejores temas de la época.

No obstante, a pesar de las transformaciones urbanas y el paso del tiempo, la calle Dársena conserva negocios históricos como el estanco, la farmacia, Calzados Gómez, o la imprenta Grafolid. Los más veteranos del lugar recuerdan que durante el primer gobierno de la democracia, bajo el mandato de Tomás Rodríguez Bolaños, se implementaron importantes mejoras urbanísticas, incluyendo trabajos de pavimentación y saneamiento, que contribuyeron a modernizar la zona y mejorar la calidad de vida de sus habitantes.

Otro gran protagonista de esta calle es el Canal de Castilla. Francisco, de 80 años, que lleva toda la vida viviendo en La Victoria rememora con mucha nostalgia cómo las barcazas transportaban grano tanto a motor como empujadas por animales. Además, añade, el Canal, en concreto, unos trabajos junto a él dieron un buen susto a los vecinos en los años 80. El vaso de esta obra hidráulica sufrió un reventón que anegó en pocos minutos calles, viviendas y garajes. Dársena se convirtió en un río.

Al Canal se suma otro tesoro, la plaza de la Solidaridad, que comparte con las calles Júpiter, Neptuno y Manuel López Antolín. Sin olvidar, por supuesto, la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria. Es verdad, tal y como explica María López, una de sus habituales feligresas, no siempre estuvo en el mismo lugar. Su primera ubicación fue en la Avenida de Burgos, que en la actualidad ocupa la comisaría de Policía. Como curiosidad, la fachada fue trasladada pieza a pieza. Una réplica exacta.

Los emprendedores locales son los mejores embajadores de esta vía. Sonia Iglesias, de la Peluquería S’tela, apunta que es una calle «con mucha vida». Esa misma sensación es la que tiene Carmen Alonso de Doña Puntada. Entre arreglo y arreglo, señala que su clientela es tanto del barrio como de fuera. «Es una zona con mucho tráfico y vida».

Ese ambiente enamoró a Silvia Pico, propietaria de Choco, un negocio «rebelde» que comercializa cannabidiol, un compuesto químico del cannabis. «Mis clientes son muy variados, desde chavales de 16 años que vienen con sus padres hasta mayores de 80, como Carmen, que empujada por su hijo acudió a buscar alivio para su dolor de rodillas», sostiene.

Aunque es de Laguna de Duero, apostó por esta arteria para abrir su negocio. En Valladolid tiene cuatro tiendas, que se suman a las de Palencia, Zamora y Salamanca. No se arrepiente de haberlo hecho porque en Dársena se siente como en casa. El buen rollo que existe entre los comerciantes es palpable.

Al lado de Choco está el estanco. Hace 33 años María Piedad Pérez Alonso empezó a vender tabaco. Ahora sus hijos, Marta y Héctor Cornejo, siguen sus pasos. Conocen muy bien el barrio. «En esta calle había un almacén de semillas, la discoteca Yes, un videoclub, unos recreativos... Además, Calzados Gómez estaba en el local de al lado del nuestro y ahora se han mudado dos locales más allá», comenta Marta, antes de deslizar una curiosidad: tanto la dueña del local donde está Choco como la del estanco se apellidan igual: Pérez Alonso. «¡Qué casualidad!», agrega Silvia Pico, que mientras realizamos la entrevista entra a hablar con María Lajo, dependienta del estanco.

Héctor Cornejo indica que Dársena tiene un vestigio de la crisis de la burbuja inmobiliaria. Muy cerca de su establecimiento se alza un armazón de un bloque de viviendas. La construcción explotó y con ella se llevó por delante muchos pisos a medio terminar. Ahora los vecinos y viandantes conviven con este incómodo vecino abandonado a su suerte.

Otro comerciante de «toda la vida» es Aitor Rubio Febrero, dueño de Urban Style. Lleva 15 años disfrutando de su pasión, de la que se enamoró siendo un niño. «Soy de Las Victoria y desde pequeño paseaba por la calle Dársena y había una barbería justo enfrente de donde tengo ahora el negocio. Me paraba y, a través de su pequeño escaparate, observaba cómo su dueño cortaba el pelo o arreglaba la barba. Yo siempre decía: ‘Quiero hacer eso’». No solo lo pensó, sino que lo consiguió. Es más, llegó a ser la competencia de su maestro.

También cuenta que el local que ocupa su negocio hace años fue la librería Corazón Corazón. «Allí iba a comprar las mochilas, el material escolar, los libros... Tengo muy buenos recuerdos porque todo era muy alegre, muy al estilo de ‘Ágatha Ruiz de la Prada’», rememora con nostalgia.