DÍA MUNDIAL EN RECUERDO DE LAS VÍCTIMAS DE ACCIDENTES DE TRÁFICO
Dos vallisoletanos supervivientes de accidentes de tráfico: "No queremos dar pena, queremos que no nos pongan barreras"
Miguel García y Antonio Para relatan cómo han cambiado sus vidas tras superar un siniestro vial que los ha dejado en silla de ruedas
Domingos que lo cambian todo y marcan tu vida para siempre. Antonio Para y Miguel García son dos vallisoletanos cuyas vidas se han transformado para siempre en cuestión de segundos y, casualmente, lo hicieron el mismo día de la semana, pero con doce años de diferencia. Antonio cogió su moto para desplazarse a Burgos, mientras que Miguel volvía de Tordesillas tras una noche de fiesta. El resultado de ambos viajes fue un siniestro vial que les dejó en coma. Aunque lograron conservar el tesoro más preciado para el ser humano que es la vida, tuvieron que aprender a vivirla con las secuelas que supuso un accidente de tráfico. Y ambos coinciden en una cosa: nada vuelve a ser lo mismo.
Antonio Para cogió su moto la tarde de un domingo de 2014 para viajar a Burgos. En el trayecto, un todoterreno se saltó un stop y le dio por el lateral. El golpe fue tan fuerte que estuvo en coma durante un mes y medio y las consecuencias fueron brutales: perdió la pierna izquierda y tuvo el brazo izquierdo totalmente roto, además de quedar en silla de ruedas para toda la vida. Y todo ello porque una persona se saltó un stop.
En aquel momento, Para tenía apenas 26 años. Pasó unos tres meses ingresado en el hospital de Burgos hasta que le trasladaron a Valladolid para hacer rehabilitación y recuperarse. "Cuando vieron que no me iba a recuperar más, me enseñaron a utilizar la silla y poco más", comenta el vallisoletano.
Su día a día tras el accidente lo define como "aburrido". "Me despierto para asearme, vestirme y eso y luego me voy a dar una vuelta o vengo hasta la Asociación de personas con lesión medular y otras discapacidades físicas (ASPAYM) para participar en acciones. Luego como, me echo una siesta y después me voy a dar una vuelta, a tomar algo y así". Antes de aquel fatal domingo, Antonio era militar, pero cuando tuvo el accidente le concedieron la incapacidad permanente. "No puedo acceder a ningún trabajo porque no puedo hacer nada, la silla me cuesta moverla".
Sobre cómo su familia afrontó el accidente, Para asegura que fue "una tragedia para todos". "Algo así no te lo esperas y no es algo que se afronte bien, porque ellos al final poco pueden hacer, tengo que venir a un centro como el de ASPAYM que es donde me pueden ayudar. [A mi familia] Les veo cada poco, vamos a tomar algo, me ayudan un poco, pero tampoco voy a quitarles nada para tener yo más", lamenta.
Actualmente, Antonio acude al centro de ASPAYM dos días a la semana para hacer fisioterapia y el resto de días participa en talleres y otras actividades. "Con este tipo de iniciativas puedes pasar la mañana. Puedo salir y entrar cuando yo quiera y también puedo comer o cenar".
En el aspecto de las barreras arquitectónicas, el vallisoletano refiere lo siguiente: "Me puedo desplazar bien pero hay zonas que no están adaptadas para ir en silla de ruedas. Hay muchos bares que no tienen nada adaptado y bordillos que nos impiden subir a las aceras." Al hilo de ello, comenta que en alguna ocasión ha tenido problemas. "Un día me tocó dar una vuelta a la manzana porque no encontraba por dónde bajar el bordillo. Esto ya me ha pasado varias veces. En otras ocasiones me ha pasado que he ido a bajar el bordillo y no tenía la altura lo suficientemente baja para pasar con total seguridad y, en un caso, volqué con la silla hacia atrás", denuncia. En este último caso, refiere que el bordillo estaba muy alto y las personas que le ayudaron a levantarse decidieron avisar a la policía municipal para dejar constancia de lo que había ocurrido.
"No sé si habrán rebajado el bordillo o si lo habrán arreglado, pero yo creo que no. Cuando me pasa algo de esto intento buscar otro sitio por el que ir para que no me vuelva a ocurrir", concluye.
Nueva vida, nuevos hobbies
De montar en moto a cocinar. Los hobbies de Miguel García han cambiado con los años, al igual que lo ha hecho su vida. El regreso a casa tras una noche de fiesta dio un giro radical de 180 grados a la vida de este vallisoletano de 55 años cuando tenía 33. En el año 2002, un accidente de tráfico le provocó una lesión medular en las cervicales y tuvo que volver a aprender a vivir. "Cuando me di el golpe, pasé 25 días en coma en Valladolid y de ahí, me llevaron al Hospital Nacional de Parapléjicos en Toledo donde estuve otros 30 días en coma inducido. Cuando me despertaron, no sabía ni dónde estaba".
"Un caos". Así define Miguel las primeras horas en las que fue consciente de todo. "No entendía qué me había pasado. No podía levantarme ni moverme". Estando ingresado en Toledo, a Miguel le enseñaron a retomar poco a poco su vida. "Te enseñan a vivir de nuevo. A aprender a vestirte, a lavarte, a llegar hasta un calcetín, a pasarte al baño, a pasarte a un coche, a ducharte... Cosas que son sencillas para una persona normal, para nosotros es un trabajo bastante duro en el cual yo soy bastante independiente, pero hay gente que necesita una persona 24 horas al día -un asistente personal- para que le ayuden en esas funciones", comenta García.
El vallisoletano volvía a su casa del pueblo un domingo a las tres de la tarde tras una noche de fiesta con sus amigos en Tordesillas. "Llevaba de fiesta desde el sábado a las diez de la noche. Fuimos cinco amigos y estábamos en unas condiciones que no son aptas para conducir. A mí me gustaba correr y de Tordesillas a mi pueblo había 12 kilómetros. Era una carretera comarcal que conocíamos porque habíamos bajado millones de veces, pero por las condiciones en las que iba no sé si me quedé dormido o me despisté y salí volando para unas tierras". Miguel no llevaba el cinturón de seguridad y se dio un golpe contra el volante que le destrozó el diafragma. "Tuve un poco de suerte porque mis amigos venían detrás de mí y me vieron darme el golpe, así que llamaron a los servicios de emergencias que llegaron en unos siete minutos, lo cual puede que me salvase la vida porque salí despedido del coche y la atención tan rápida ayudó".
Pasó 10 meses en el centro asistencial de Toledo, donde hizo contacto con ASPAYM. "Todo estaba adaptado y era muy bonito, pero lo malo es cuando vienes a casa". Natural de Villán de Tordesillas aunque residente en Valladolid, García y su pareja tuvieron que hacer frente a numerosos retos en la casa del pueblo. "La vivienda tiene treinta y pico años y la puerta del baño no me permitía acceder, porque era más pequeña que las demás. Tienes que reformar la entrada al baño, si tienes una bañera, debes quitarla y poner un plato de ducha con asiento, el lavabo tiene que estar hueco por debajo para poder meter las piernas, la taza tiene que estar adaptada a tu altura..."
Desde entonces, colabora con ASPAYM de Castilla y León y con Impulsa Igualdad CyL a través de charlas, entrevistas, talleres, entre otras iniciativas. "Hay otra gente que no lo acepta y que se despiertan cabreados con el mundo entero y yo no soy así. Es algo muy duro para nosotros, pero yo creo que es más duro para la familia", lamenta. "ASPAYM es muy importante para nosotros porque tienen psicólogos que van a tu casa para ayudarte en los primeros momentos porque es muy difícil. También te ayudan fisioterapeutas y gente cualificada en el gimnasio de la asociación, pero sobre todo la gran ayuda es al principio, cuando tienes burocracia y no sabes qué hacer".
En cuanto a las barreras arquitectónicas, Miguel señala que Valladolid ha cambiado "mucho" y que "se están haciendo cosas buenas", pero añade que lo hacen "muy lentamente". "Tenemos muchas barreras arquitectónicas y viviendo en un barrio aún más". García reconoce que en alguna ocasión ha llamado al servicio de atención ciudadana del Ayuntamiento de Valladolid (010), pero señala que las quejas las suele gestionar el presidente de ASPAYM, Ángel de Propios Sáez, directamente con el alcalde o con el concejal de Movilidad. "Hay barreras a todos los días y a todas horas, en bares, tiendas, restaurantes, gente que aparca en tu plaza reservada de un parking... Pero yo ya estoy cansado de discutir", lamenta. "Nosotros no queremos dar pena, queremos que no nos pongan barreras".