Diario de Valladolid

BARRIO A BARRIO

La calle de Valladolid a medio gas tras la marcha de Renfe

La arteria que comunica la Avenida de Segovia con la carretera de Madrid, está a la espera de la gran transformación que supondrá para la zona el derribo de los antiguos talleres ferroviarios del Paseo Farnesio, cerrados en 2021

Vista del paseo de Farnesio desde el cruce con la avenida de Segovia en 1960

Vista del paseo de Farnesio desde el cruce con la avenida de Segovia en 1960ARCHIVO MUNICIPAL

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Un muro recorre la acera derecha del Paseo de Farnesio, desde su comienzo en la Avenida de Segovia, en Delicias, hasta su final, en la carretera de Madrid. Tras el muro se ocultan los antiguos talleres de Renfe, unas instalaciones que se abandonaron en mayo de 2021 para trasladar la actividad al complejo ferroviario construido en el páramo de San Isidro.

El cambio, después de un siglo de actividad en los viejos talleres, causó un impacto considerable en los establecimientos del entorno que todavía se deja sentir. «Yo vendía todos los días quince o veinte tortillas», asegura Mercedes de la Serna, del bar La Bohemia, ubicado frente a la entrada por la que pasaban a diario los más de 600 trabajadores de la plantilla.

Fue una buena época para los negocios que estaban en el radio de acción de los talleres y hoy, con cierta nostalgia de aquellos tiempos, De la Serna recuerda que el trasiego trabajadores, repartidos en turnos, «llenaba el bar a las diez de la mañana, a la una...»

El cierre de las naves de Renfe supuso un antes y un después para el Paseo de Farnesio, como también lo será el vuelco urbanístico operado en la parte final de esta arteria, próxima ya a la carretera de Madrid, con la construcción de la nueva zona de los cuarteles.

Antes de llamarse Paseo de Farnesio, esta avenida con cuatro carriles, dos en cada sentido, partidos por una mediana, tuvo dos nombres. Primero se denominó carretera Detrás de la Estación, según recoge el historiador Juan Agapito y Revilla en su libro ‘Las calles de Valladolid’. El mismo Agapito y Revilla señala que en julio de 1936 se acordó cambiar el nombre por el de calle Manuel Gil Baños, en honor al que fuera primer teniente alcalde de la ciudad y director del Instituto Zorrilla.

Pero este segundo nombre no duró ni un año y en abril de 1937 pasó a denominarse Paseo de Farnesio, el que se mantiene hoy, al estar próximo al cuartel Conde Ansúrez, sede del Regimiento de Caballería Farnesio.

Desde su último y definitivo cambio de nombre hace 87 años, el Paseo de Farnesio ha visto cómo, de ser la carretera detrás de la estación, con los cuarteles casi como únicos vecinos, ha pasado a formar parte de uno de los barrios más populosos de la ciudad. La extensión de las Delicias hacia el sur ha acabado por engullir esta gran calle, convertida hoy en una arteria principal para el tráfico.

Llama la atención al recorrer el Paseo de Farnesio la nula actividad en la acera de los talleres de Renfe. Todo el tramo del muro que discurre junto a las instalaciones ahora cerradas parece una zona muerta. Nadie, o casi nadie, camina por la acera que da a las viejas naves en las que se reparaban los trenes. Toda la actividad del paseo se concentra en la acera de enfrente.

Allí está, desde hace veinte años Felipe de Dios al frente del bar ‘El Paseo’. Es un superviviente en medio de locales con el cierre echado. A diferencia del bar ‘La Bohemia’, que recibía de frente el chorro de trabajadores que salía de los talleres, ‘El Paseo’ se encuentra junto a la nueva zona de los cuarteles, próximo a la carretera de Madrid. «Los únicos que hemos aguantado somos yo y los de Mapfre», afirma De Dios en alusión a un establecimiento próximo de la compañía de seguros.

Su deseo, como el resto de titulares de establecimientos del paseo, es que desmantelen cuanto antes los viejos talleres de Renfe y derriben el muro, aunque todo apunta a que la operación va para largo.

Los antiguos talleres formaban parte de la ecuación del antiguo proyecto del soterramiento. La idea era trasladar la actividad a San Isidro, objetivo cumplido, y luego derribar las naves para vender el suelo y destinarlo a viviendas y así obtener fondos y financiar el proyecto. Incluso había un programa de plazos para sacar los terrenos a la venta. Con o sin soterramiento, la construcción de viviendas es el destino de los suelos que se liberen cuando las máquinas derriben las naves, pero mientras tanto son un ‘muerto’ para el Paseo de Farnesio.

«Desde aquí se ve la estación (Campo Grande)», afirma María Luisa, quien regenta junto con José María Alonso ‘La Ventanería’, un negocio en la misma acera que ‘La Bohemia’ y que ‘El Paseo’, con las puertas abiertas desde hace treinta años. Con la perspectiva de tres décadas, José María afirma que «no ha cambiado nada» en el Paseo de Farnesio salvo el cierre de los talleres, una circunstancia que, a la vista de los testimonios, ha supuesto un duro golpe para los negocios, pero también para el ambiente diario del entorno.

Alonso asegura que antes «había mucha más vidilla» y no duda al señalar que echan «mucho de menos» el aluvión de trabajadores que se desparramaba por los alrededores en los cambios de turno y las salidas.

Asumida la nueva situación, también desde ‘La Ventanería’ quieren ver el terreno de los talleres despejado para que la estación Campo Grande, que ahora se entrevé desde el escaparate del local, esté todavía más cerca. La previsión del proyecto de supresión del tren en superficie, el que está ahora en marcha aunque el nuevo equipo de gobierno municipal pretende pararlo para recuperar el soterramiento, es construir una pasarela junto a la estación Campo Grande que pase por encima de la vía y que comunicaría con Delicias, en concreto con la zona de los talleres. Pero está por ver si al final se materializa

También Basilia Illana, al frente de la farmacia que está próxima a ‘La Ventanería’, reconoce que «se ha notado mucho» la marcha de los trabajadores de Renfe. Eran muchos los que aprovechaban para «hacer recados por todo el barrio» y los establecimientos del Paseo de Farnesio estaban en primera línea.

De lo que nadie tiene duda es de que el paseo será otro cuando el muro y los talleres de Renfe desaparezcan. La pregunta es cuándo.

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