Diario de Valladolid

Habla un adicto al juego de Valladolid: «Llevo nueve años trabajando y no tengo un duro»

Marcos, nombre ficticio de la persona adicta al juego, llegó a pedir préstamos de hasta 300 euros que nunca pagaba e incluso a robar joyas a su madre para apostar

Marcos, nombre ficticio de la persona adicta al juego .-J.M. LOSTAU

Marcos, nombre ficticio de la persona adicta al juego .-J.M. LOSTAU

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Marta Gamazo | Valladolid
Valladolid

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Cuando entró por primera vez al salón de apuestas, no sabía que no saldría hasta dentro de 9 años. Su mente pensaba únicamente en el dinero que podría obtener para poder seguir apostando. Así cuenta Marcos –nombre falso utilizado para proteger su identidad– a este periódico la historia que marcó su vida y que empezó  cuando tenía solo 20 años. Los inicios fueron inesperados. «Todo comenzó cuando salí a tomar unas cervezas con mis amigos e hicimos un par de apuestas deportivas de pura casualidad. Tuve la mala suerte de que la primera que hice me tocó»

Las prioridades de un adicto al juego cambian en el momento que tener dinero en el bolsillo solo puede significar gastarlo en apostar. No importa que sean 5 o 100 euros. Como Marcos, miles de jóvenes castellano y leoneses acuden a los salones de apuestas mientras se pasan horas gastando un dinero que muchas veces ni siquiera es suyo. Lo que sienten entre esas paredes infestadas de tragaperras es complicado de expresar. Para Marcos se resume en una palabra: paz. Lo veía como  como lo mejor que le había sucedido hasta el momento. «Jugaba porque me veía obligado a hacerlo, pero en el fondo estaba sufriendo porque me gastaba lo que no tenía».

Recuerda con tristeza lo mal que se lo hizo pasar a su familia, a pesar de que en esos momentos no le importaba en absoluto. «Tenía las prioridades completamente cambiadas. En una pirámide el primer puesto era de mis amigos, luego yo y abajo del todo estaban mis padres. Me daba igual verles sufrir». Desde entonces, pasar por delante de una tienda ‘Compro Oro’ no volvió a ser lo mismo ni para él ni para sus padres . «Yo he llegado a robar a mi madre una joyas que eran de mi abuela  muy importantes ya no solo a nivel económico sino a nivel sentimental». No le preocupaba ver llorar a su madre porque su justificación era que lo hacía porque no le daba más dinero para poder seguir adentrándose en las apuestas deportivas. Sabía qué decir para que su familia finalmente cediera. 

Igual que volaba el tiempo entre apuestas, volaba su sueldo. Nunca le duraba más de tres días y vivía endeudado pidiendo créditos que nunca pagaba . «Los del seguro llamaron a varios familiares para cobrar el dinero, porque no iban a quedarse sin ello. Llevo nueve años trabajando y no tengo un duro». Los padres de Marcos se enteraron de la situación por la que estaba pasando su hijo e investigando por Internet descubrieron Ajupareva . Para ellos la organización resultó una salvación y una manera de comprender la adicción de su hijo a la vez que él se iba desenganchando. 

Aunque recientemente acaba de superar  una recaída, es consciente de que su condición es para siempre y  repite varias veces la misma frase: «no estoy curado porque, sin duda alguna, esto es para siempre».

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