«Era un náufrago y Asprona fue mi lancha»
«La he visto sufrir, la he visto crecer. Para mí es quien sacó adelante a mi hijo», declara una de las madres que integran Asprona, que cumple 60 años en Valladolid. Apoya a las familias, defiende los derechos del colectivo, sensibiliza a la sociedad y vela por la Fundación Personas, que facilita a 2.500 usuarios servicios en educación, empleo, vivienda, ocio y deporte
«Lo curioso es que esto pasó a nivel nacional». Sin percibirlo, la llama se prendió. El movimiento por los derechos de las personas con diversidad funcional y de sus familias se encendió en Valencia, recorriendo poco a poco otros territorios de España. Valladolid secundó esta búsqueda de respuestas y soluciones en 1962 con la creación de una organización llamada Asprona. La prensa fue crucial para el nacimiento de esta asociación. Ese mismo año llegó a una redacción una carta de Valencia dirigida al periodista Martínez Duque. El sobre contenía una petición: poner en contacto a personas con hijos discapacitados a través de su crónica.
El tiempo anterior al año 1962 estuvo marcado por la ausencia. A las personas con discapacidad «no se las atendía». Ángeles García, presidenta de Asprona, asegura que los padres que la impulsaron sembraron «una semilla de aportación cuando todo el mundo escondía a las personas con discapacidad intelectual; nadie quería que se supiera». Aunque «la historia era complicada» en los inicios, «para esto es cierto que hubo facilidades», declara. Los primeros obstáculos eran «las leyes, que en aquel entonces no permitían asociación. No había derecho de reunión».
Mariano Ortega, uno de los primeros padres usuarios de Asprona, cuenta entre risas que a veces tenían que hacer «verdaderas proezas escribiendo cartas hasta a la Reina». Ángeles reconoce y agradece personalmente a los impulsores de la asociación «todo el valor que tuvieron en aquel momento con los medios que tenían» . La primera dificultad fue «la humana; la sociedad. Era como un estigma para las familias de entonces tener un hijo con discapacidad intelectual». Ortega explica que «la gente, cuando te veía así con el muchacho en la silla de ruedas, florecía un poco el sentimiento de pena, de lástima hacia el tema. Son problemas que solo ve el que lo tiene muy próximo». «Los años 60 y 70 fueron muy duros» en la asociación, pero «a la vez ilusionantes», expresa Ángeles.
«Llegué con 25 años así que la he visto sufrir; la he visto crecer. Para mí es quien sacó adelante a mi hijo en la parte educativa y ahora en la laboral». Se siente «orgullosa» de Asprona y de dónde ha llegado «entre todos», partiendo de los primeros que «sin nada nos pusieron en el camino». Mariano desembarcó en la asociación debido a la parálisis cerebral de su primer hijo «por una deficiencia de atención grave en el parto». Asprona ha sido para él como lo que siente «un náufrago» que ve venir «una lancha» y que «está agarrado a un madero en el mar y ve que se está hundiendo». Explica que con la asociación tiene la esperanza de que «el día que nosotros faltemos» tanto su hijo como los de otros padres «van a poder estar atendidos, van a poder residir y van a poder tener una vida digna».
«Cómo lo podemos financiar» era la pregunta recurrente que se hacían los padres en los inicios, comenta García. La necesidad de disponer de más recursos empujó a los primeros padres de la asociación a recaudar dinero con eventos culturales «cuando lo de la administración no llegaba» , cuenta. Las familias también se ocupaban de otros recursos. García relata, por ejemplo, cómo en el comienzo de esta historia las familias hacían cortinas y sábanas para las residencias porque «no había otras alternativas».. «Afortunadamente esto ha cambiado», expresa. El empleo de profesionales, como, por ejemplo, fisioterapeutas, también era costeado por los familiares. «Poco a poco fueron naciendo los servicios, pero con tiempo, con dificultades y al borde del cierre muchas veces por no poderlo mantener», confiesa.
Una de las posibles caídas de la asociación fue evitada en 1978 por un irlandés, Terry O´brien. Iluminó para ellos una idea: una marcha. Más allá del beneficio material, a la sociedad le «abrió un poco más los ojos» porque a través de los medios de comunicación se informó «de toda la problemática de este conjunto de personas», asegura Ortega. García describe ese momento como «la primera forma de dejarnos ver, de dejar ver a las personas con discapacidad en su plenitud». La posibilidad de tener una formación es,según la presidenta, el hito más importante de la asociación . Fueron los primeros de España en 1968 en lograr un aula especializada para personas con discapacidad por cada centro ordinario tras hablar con el Arzobispado y con el Ministerio de Educación, que les proporcionó un maestro de educación especial. «Los apoyos los ponía la asociación», cuenta Ángeles. Los primeros profesionales llegaron a la entidad en 1973.
Asprona ha ido construyendo avances, entre ellos la Fundación Personas, que ofrece servicios en educación, vivienda, empleo, deporte u ocio. María Mellado es parte del puzzle de Asprona. Explica que gracias a ellos ha podido «conseguir un empleo», además de tener apoyo en la pandemia «cuando he estado sola». Se siente «muy bien» por haber podido opositar. Comparte piso en una vivienda tutelada desde hace un año, facilitada por la Fundación Personas. Afirma que han «ganado mucho», pero que «en muchos sitios» aún creen que «no tienen la misma oportunidad». Afirma que tener «una discapacidad» no le impide conseguir un trabajo por oposición o acceder a «las mismas oportunidades» que los demás .«Ahora es día y en aquella época era noche, pero era noche muy cerrada», ilustra Ortega. Recalca que «todavía es necesario que se den cuenta de que son personas que tienen una serie de posibilidades, de valores». Ángeles ve «complicado» alcanzar la igualdad. «Llegará poco a poco», opina.
María le pide a quienes lean esta publicación que «valoren un poquito más a las personas que tenemos discapacidad» y a quienes «tenemos un sueño por cumplir, una ilusión». Mariano cree que la igualdad solo será posible cuando «nos demos cuenta de que somos seres humanos todos, que estamos aquí de paso, y que nos tenemos que ayudar y ser solidarios».